"Hay que
juzgar con perspectiva”. Esta simple frase, la leímos en una novela de Víctor Hugo,
en labios de un personaje pintado en la obra, con carácter contemplativo,
moderador y juicioso. Ya no recordamos a qué episodio o a qué circunstancia se refería
el autor, pero la frase, por una de esas razones misteriosas que tiene la
mente, se nos quedó grabada. “Hay que juzgar con perspectiva”, tan pocas
palabras y tan sabio contenido, sobre todo, si tenemos en cuenta que el hombre,
según se dice, es hijo de sus circunstancias, pero lo que no se dice, pero es
cierto, es que también muchas veces, es prisionero, y juguete, de sus
circunstancias. De modo que la conducta, el gesto, la acción de un hombre, susceptible
de ser juzgado y evaluado, no son un hecho aislado, responde a una serie infinita
de factores condicionantes, está inmerso en las características de su época y
en el clima del ambiente social, cultural, político, económico en que aquel hombre
se desempeñaba. El tiempo, el espacio y el medio, entonces, contribuyen a
forjar la conducta, y en función de juzgarla, con buen juicio, con equidad y
con buena voluntad, no hay otro camino que considerar esos factores externos.
Ejemplificando, lo que en el siglo pasado podía ser llamado un "buen padre”.
porque imponía disciplina, respeto, veneración, formalidad, obediencia a su familia,
hoy, en este siglo, ejercitando esa misma autoridad, sería considerado un padre
tirano, un padre alienante, un padre castrador de la voluntad, el libre
albedrío y la libertad de los que dependen de él. De ahí, que los
historiadores, se han preocupado siempre de "juzgar a los grandes
personajes con el criterio de la época en que vivieron" y no con las normas qué con el tiempo han
evolucionado, o han involucionado, según se mire las cosas. Pero no todo termina
ahí, porque aun dentro del mismo tiempo, una conducta dada puede tener dos o tres
calificaciones distintas, según la óptica del
juzgador, que cuando tiene estrechez de miras, o cree ser dueño de la
verdad absoluta, ya está descalificado para juzgar, porque la miopía que le aflige
le impide mirar el conjunto de circunstancias, y mucho menos, le impide
identificar y analizar las motivaciones que llevaron al hombre juzgado, a hacer
lo que hizo. Por lo tanto, aquel que pretende juzgar acciones ajenas, y es
incapaz de "juzgar con perspectiva", no resulta al final sino como un
vulgar entremetido cuya opinión no tiene ni siquiera el valor del papel en que está
escrita.
Mario Halley Mora -
MHM
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