Ella
se acerca corriendo, con ansiedad en la mirada y en el paso El le tiende las manos y toma las de ella. Se
besan y se marchan juntos.
Episodio
feliz, pero algo rompe la armonía: ella tiene el esplendor casi infantil de sus
veinte años y él, aunque sobre el rostro todavía joven ya peina canas.
Por
eso, ese amor urgente, de pasos apresurados, de miradas encendidas y nervioso
entrelazarse de manos tiene algo de triste de, de plazo fijo, de final
aritmético, porque ella avanza hacia el amanecer y él hacia el ocaso.
Todo
es presente, tan presente que la palabra futuro es prohibida, enemiga. Pero aun
así hay cierta felicidad. Y seguirán
felices. . . mientras puedan.
Mario
Halley Mora - MHM
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