Bajo el ardiente sol de la mañana la procesión pasaba por el camino
sobre la alfombra seca de mullida arena. La imagen, centro de una fe humilde y diáfana
era conducida, pequeña y grácil, en sus también pequeñas andas.
El espectáculo presenciado en estos días se hace frecuente durante las
épocas de sequia, como la actual. Pocas veces el verano fue no solamente tan
intenso y constante en elevadas temperaturas, y también caracterizado por la
falta de lluvia.
Es entonces cuando el campesino eleva sus ojos al cielo azul y diáfano
o con algunos vellones de blancas nubes, bañado ese cielo por el resplandor
solar casi deslumbrante, esperando ver asomar la mota oscura precursora del
agua.
En estos casos, en la campiña, la fe sencilla busca la solución del problema
de la falta de lluvia en la impetración de los poderes de lo alto o en ciertos
rituales paganos. Y se efectúan las procesiones como las que acabamos de
describir.
Pero existen otros métodos usados por algunas personas versadas en los
grandes misterios, para convocar al espíritu de las aguas y hacer que el líquido
se derrame desde las altas nubes. Entre estas prácticas hay una de carácter extraño.
El oficiante del insólito rito toma un crucifijo y lo sumerge en agua,
pronunciando oraciones cuyo contenido no esta exactamente ajustado a la
ortodoxia.
Una señora de los alrededores de la ciudad practico esta ceremonia hará
unos días. Lavo el sagrado símbolo en una palangana y luego lo expuso de cara
al sol. Esto traerá lluvia, dijo muy convencida. Los vestigios de la magia traída
a América por los esclavos africanos suelen surgir en ciertas formas de invocación
para atraer aquella, costumbres persistentes aun como una fase del folclore.
Cuando hay sequia, la maga campesina 0 suburbana, la "pruebera" o
"prebera", habil para echar cartas y adivinar la suerte o en recetas
de amor, ata de una pata con un cordel un sapo y lo tiene asi hasta que se
produce lluvia. De lo contrario condena al pobre animal a quedarse panza arriba
bajo el ardiente sol en la caliente arena. Esto tiene algo de siniestro
sacrificio u ofrenda, dirigido vaya a saber a qué tenebrosa divinidad del
Olimpo misterioso del vudú.
Las recetas para hacer llover son de una infinita variedad. Y que en
nuestro país el folclore se nutra con esta clase de prácticas no sorprende,
porque la historia de la humanidad es la historia de sus esperanzas depositadas
en último término en los poderes de la divinidad. Desde la antigüedad mas
remota el agua y el fuego fueron considerados elementos capitales de la vida y
dieron origen a cultos y rituales. Los indios guaraníes creían en el espíritu
de las aguas, un genio, duende o ser fantástico generalmente benigno, el
"ypora".
En estas cosas, sin embargo, la connotación humorística suele hacerse
presente. El buen humor es una de las características de la sociedad
evolucionada. Nosotros, por ejemplo, tenemos un amigo para quien la falta de
lluvia ofrece una formula de solución. Este amigo es dirigente de un club
social de los alrededores y suele afirmar que le basta organizar una fiesta
para que el cielo envíe cataratas de agua.
Con buen humor pues, este amigo confía que cuando se anuncie la próxima
fiesta de su club, va a llover a cantaros.
Gerardo Halley
Mora
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