Es indudable que América devolvió a la vieja Europa por
cada fruto que de allí trajeron los conquistadores un producto de su vasta geografía.
Los españoles aportaron las naranjas y limones. Los españoles los recibieron
como herencia de la refinada civilización árabe que permaneció ochocientos años
en su país. El limón que conocemos es uno de los frutos mas maravillosos.
En nuestro medio, algunos derivan el nombre popular que se
le da, de "lima suti", para sacar la definición equivocada de "limón
sutil”. Lo cual no es exacto. Es limón ceutí, es decir, de Ceuta, ciudad
morisca ubicada en África frente a las costas de España. Ceutí es gentilicio de
Ceuta.
América dio a Europa la papa, o patata, que cultivaban los
incas en su imperio. Allá por el siglo 18, un francés la llevo a Europa pero no
como producto comestible sino para vender sus flores. Se puso de moda entre los
nobles europeos usar flores de papa. Pero descubrieron que era riquísima como
alimento. La papa se ha extendido por toda Europa. Algo parecido le paso a los
europeos con el jabón, que inventado en Alemania en el siglo seis de la era
cristiana se lo usaba solamente como remedio para darse fricciones.
Pero sin duda, una de las cosas más sensacionales que
América dio a Europa a cambio de los productos que ella nos mandé, ha sido el
tabaco que, según los botánicos, es una planta del género de las nicotianas, de
la familia de las solanáceas. Es nuestro fuerte y antaño cotizado pety.
De niños, admirábamos la tarea habilidosa de las manilleras
que seleccionaban las hojas y formaban pequeños haces. Luego nos admirábamos
aun mas viendo el trabajo de los enfardadores que apretaban los grandes atados
con fajas de metal: "zunchos" que les decían. Después las carretas
enormes, con toldos, venían chirriando con tres yuntas de bueyes y una larga y
emplumada picana llena de cencerros resonantes que ponían en la campiña de
Coronel Oviedo, entonces Ajos, una sinfonía bulliciosa. Las carretas dejaban el
tabaco a cargo del tren en Villarrica. Nuestro padre comerciante hablaba del
tabaco como de un tema apasionante.
Cuando los españoles llegaron a nuestra tierra, los indios
fumaban, y no poco asombro sufrieron aquellos rudos conquistadores al ver que
la gente echaba humo por la boca y la nariz.
En nuestra tierra, después de las doncellas indígenas, el
tabaco fue la cosa que mas gusto a los blancos recién llegados. El nombre guaraní
del tabaco, pety, era también el nombre que le daban los indios del Brasil y de
la Florida, en la después Norteamérica. Se estima que Juan Ponce de León,
marino en la escuadra de Colon, en el segundo viaje, en 1496, llevo semillas de
la planta a Portugal y Hernán Cortes también las remitió a Carlos V.
El tabaco se puso de moda en Europa después que el
embajador francés en Portugal lo envió a Francia y a otras cortes. Los hombres
sabios dicen que el embajador se llamaba Nicot, de ahí nicotina. Sir Walter Raleigh,
uno de los famosos piratas ingleses, y Drake, otro filibustero de campanillas,
llevaron el tabaco a lnglaterra. Dicen que Sir Walter Raleigh estaba fumando un
día al pie de un árbol, en Inglaterra, y echaba humo por boca y nariz. Su
criado que nunca había visto semejante cosa creyó que su señor se incendiaba y
vino corriendo con un balde de agua que derramo sobre este. ,
Bueno. Todo esto viene al caso ante un anuncio de que el
señor Enrique Chaij, una persona muy simpática, dice que puede curar el hábito de
fumar en únicamente cinco días. Desde luego, al señor Chaij no le dispensaran
su afecto las fábricas de cigarrillos y cigarros.
Los
humoristas han explotado hasta el cansancio el tema del dejar de fumar. Las
mujeres coquetas fuman para adelgazar. Los intelectuales a la moda fuman, o
hacen que fuman en pipa, y luciendo barbas. Todos los fumadores han dejado de
hacerlo para siempre por lo menos diez veces. Hay un tango sensual en que una
mujer canta, también sensualmente, que espera fumando a su prometido.
Finalmente, con todo el respeto que nos merece el señor
Chaij, podemos decir que existe una sentencia del escritor chino Lin Yu Tan,
autor de la"Imp0rtancia de vivir" y otros libros difundidos, que
refiriéndose al tema del tabaco afirma que quien alardea de haber abandonado el
vicio, miente. Porque, dice el filosofo chino, el gremio de fumadores no pierde
nada cuando alguien dice haber dejado el vicie de fumar, pues el verdadero
fumador jamás abandona el placer del tabaco.
Gerardo
Halley Mora
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