“Caminito que el tiempo ha borrado,
feliz recorría cantando mi amor"; la melancólica poesía de Juan de Dios
Filiberto, salía del combinado, poniendo un espíritu de "romanticismo"
en la reunión de amigos. Y a quien esto escribe, se le ocurrió de pronto que en
toda historia personal existe el recuerdo de un "caminito", una
senda, una calleja, un sendero, que tienen un significado especial para cada
uno. Entonces sacamos nuestra libreta y empezamos a preguntar a cada uno de los
amigos: ¿Tienes en tus recuerdos un "caminito" especial? No hizo
mucha falta que hicieran memoria. Uno rememoró como su mejor recuerdo una senda
del Parque Caballero que llamaban El Rosedal, cuando el Parque era un lugar
apartado y tranquilo, no la feria de hoy. Dijo que aquella senda era el sitio
en que los domingos por la mañana, él cadete de franco, ella "normalista",
se encontraban en castas citas de amor. Un segundo, igualmente, recordó con nostalgia
el mismo Parque Caballero, pero en la zona que llamaban "el cafetal"
(donde realmente habían plantado café, dicen que por el mismísimo General Caballero).
Era un lugar umbrío, y solitario, donde todavía se ve un león de hierro sobre
un pedestal, y a su sombra, entonces, un banco. En ese "caminito" se
encontraba él con su amada de juventud para leer poesías, un verdadero descubrimiento,
porque aquel joven romántico que leía con su doncella a Dario y a Nervo, es hoy
un poderoso y barrigón ejecutivo de seguros. Un tercero, mencionó una gran manzana baldía
donde está ahora la Iglesia de los Redentoristas, y fue antes cancha de Cerro
Porteño. Por aquella desierta manzana cruzaba un sendero, nó precisamente
"rodeado de trébol y juncos en flor" sino de yuyales, pero como la
nostalgia idealiza todo, el hombre lo recuerda con cariño, porque por aquella
época acompañaba por la tardecita a su novia que volvía del trabajo, y
aprovechaba aquel atajo solitario para dar y recibir “los mas suaves besos que
endulzaron mi vida”. Y por fin, no falto el campesino que mas que caminito,
recordaba el “tape falso” como llaman los campesinos a los senderos marcados en
el pasto, y por donde concurría a la escuela, acompañando a la niña que después
seria su esposa, y cuya soledad, también aprovechaban los dos, para acometer la
terrible audacia de tomarse las manos y caminar juntos.
Mario Halley Mora - MHM
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