Un
motor a explosión se pasa de revoluciones y se funde, es decir, gira a una
velocidad mayor de la que es capaz de soportar pistones y cojinetes, y, se
desbarata. Por eso, algunos automóviles están equipados con un cuadrante que
marca el número de revoluciones por minuto que está efectuando el motor, y
dentro de ese cuadrante hay una zona marcada en rojo, entre los 5 y 7 mil
revoluciones, que indica peligro. Pero nuestra intención no es dar una clase de
mecánica, sino de señalar que no sólo los motores se "pasan de revoluciones"
sino también los seres humanos. Naturalmente, el hombre no tiene la misma
estructura de un motor, pero si tiene el equivalente de pasarse de revoluciones.
Por ejemplo, el exceso de ambición hace que el hombre entre en un ritmo a veces
demente de actividad: trata de conservar
a viejos amigos, trata de ganarse nuevos, trata de halagar a ciertas personas
claves que ayudarán a su ascenso, concurre a cenas, conferencias, lanzamientos,
organiza asados con una cuidadosa lista de invitados, no vacila hasta en instrumentar
a la esposa para "hacerse amiga" -de la esposa de un personaje de
relevancia capaz de darle una palanquita, calcula, especula, tantea, averigua,
sondea, escucha, pesca, se informa, investiga, husmea, se acerca a unos, se
aleja de otros, halaga al grande, menosprecia al chico, cuando hay que aplaudir
lo hace cuidando que la cámara fotográfica documente su aplauso, y cuando hay
que criticar es el más severo; está siempre con el oído atento para percibir
qué voz sobresale y no pierde tiempo en hacerle coro, es especialista en determinar
de qué lado sopla el viento y en izar sus velas en el momento más oportuno.
Asi, pasado de revoluciones, su vida no parece vida, sino una carrera desesperada,
su casa ya no es su casa, sino el lugar donde llega a prisa, se cambia de ropa
y se va. La ansiedad le hace comer mucho y dormir poco, el exceso de
cumplimientos sociales le hace abusar del alcohol, el deseo de estar en todas
partes al mismo tiempo le somete a una tensión nerviosa constante, el miedo de
dejar pasar la oportunidad le va minando el buen humor, le va empujando al
stress, le va quitando la paciencia, y no es raro que al terminar el día le
duela la nuca, sienta una opresión en el pecho, la cena le sienta mal. Viviendo
así, sencillamente se ha pasado de revoluciones, acumula más energía de lo que
el organismo pueda soportar y usar . . . y como el motor, puede desbaratarse en
cualquier momento.
Mario
Halley Mora - MHM
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