Resulta hasta insólito que tengamos en nuestro país un
inmigrante... norteamericano. Pero nuestro interlocutor lo es. Visito el
Paraguay, le gusto. Vendió una granja allá por Ohio y vino a instalarse en
ltapua. Es dueño de una empresa que cuenta con maquinaria agrícola y trabaja en
la prospera zona, con buenos resultados. Esta feliz, tiene hijos paraguayos y
no piensa volver a su país.
Porque está entusiasmado con el nuestro. Dice que no debemos
preocupamos mucho del petróleo, porque nuestro porvenir esté en la producción
de alimentos, y para eso hay tierras hasta el año 2050, según dice. Y agrega en
tono escandalizado: “Pero Uds. ni se dan
cuenta en el paraíso en que viven. En países
del Asia la gente se mantiene con una ración de arroz al día, en África hay
hambre terrible y desertificación. Y aquí en el Paraguay no sabemos dónde poner
el trigo y la soja, y estamos pidiendo a gritos más silos y más transportes.
Este país "sufre" de abundancia,
y están en camino de ser un inmenso granero".
Su entusiasmo es evidente y apelamos a nuestros flacos
conocimientos de economía para decirle algo como que, claro, cuando entremos en
la industrialización... “¡Alto ahí! — nos
replica — está bien una industrialización
para aprovechar toda la energía que el país dispone y va a disponer. Para
fabricar fertilizantes que en cinco años más vamos a necesitar en enormes
cantidades, algo de acero y alcohol combustible. Y pequeñas industrias para
darle valor agregado a nuestras materias primas y exportar manufacturas, pero
en el resto. .. jamás van a competir con el coloso industrial brasileño y
tampoco con la Argentina, con todas sus dificultades. Dejen que ellos fabriquen
sus automóviles y sus electrodomésticos, y vamos a preocuparnos nosotros los
paraguayos de producir Io que más necesita el mundo: alimentos".
Me llevo mucho tiempo comprender su punto de vista, y al
final me incline a darle la razón. El niño africano necesita más comer una
banana que licuarla. Entonces vamos a ponernos a cultivar bananas y dejar que otros
fabriquen las licuadoras . . . que posiblemente el niño africano no pueda
comprar jamás. Por lo demás, ya estamos en eso. Estamos realizando un sostenido
esfuerzo agrícola con buenos resultados, y no me parece que el nivel de vida
haya bajado porque importamos las manufacturas que no producimos.
De hecho, miro a mí alrededor, mi heladera, mi coche, sus
cubiertas, el ventilador, el televisor. son brasileros. Hay una máquina de
coser, una licuadora y una cocina argentinas, mi cámara fotográfica es alemana
y la de escribir norteamericana. Pero mi pan es paraguayo, y la mandioca, y la carne,
y las verduras, y el aceite, las frutas y hasta el arroz con leche. ¿Salgo o no
ganando? ¿Vivo mejor o peor que un hombre de mi nivel en un país
industrializado como Venezuela, digamos, que importa verduras de California? No
sé.
Lo cierto es que entre tanto reflexionar por culpa del gringo
aquél, se me ha pasado el tiempo, miro mi reloj japonés y me voy volando a la
oficina.
Mario Halley Mora - MHM (5/03/1985)
No hay comentarios:
Publicar un comentario