No hay
teatro arcaico, pasado, presente, antiguo, ni futurista o moderno. Simplemente
hay teatro. Bien hecho o mal hecho porque todo libro teatral, todo autor consagrado,
son en sí mismos, un desafío actoral y autoral.
Un Calderón
mal montado, mal actuado y peor dirigido es menos valido como fenómeno teatral
que un Julio Correa bien realizado y actuado. Obras ni autores envejecen, son
siempre actuales en la medida que el talento los revive. Los vigoriza y la dan
contenidos actuales, y si un autor como Shakespeare sigue vigente, es sencillamente
porque el genio no se agota con el tiempo y todo consiste en saber expresarlo.
Miguel
Mihura, desde luego, esté lejos de Shakespeare, en el tiempo y en el genio, pero
es un autor representativo de España, y si se dio a la comedia ligera, es
porque en esa cuerda daba su talento. Que existe, que es real, que se ve, se
palpa, se goza desde la platea, especialmente cuando le sirven con buen
montaje, con buena dirección y con un desborde de talento que surge de una actriz
como Pilar Civera.
De Mihura,
vi en el Municipal "A media luz los tres". Y me felicité porque como miembro
de la comisión interna, nos jugamos por la Compañía Hispano - Paraguaya para
que abriera la temporada. Primero, porque estaba dispuesta a enfrentar la
sequia teatral de marzo, segundo porque era la única compañía con obra montada
y ensayada, y tercero, porque Mihura es digno de iniciar una temporada, y
porque surgía una nueva compañía dispuesta a amalgamar lo paraguayo con lo español.
Y no estuvimos equivocados. Hubo aplausos, hubo elogios, hubo la satisfacción
del descubrimiento de una figura femenina que, de seguir aquí, va a contribuir
mucho, haciendo lo que sabe, sin hacer sombra, sin competir, con humildad y con
talento.
En Pablo
Villamar, actor - director, también tenía fe. Porque sabía que sabía de teatro.
Sin importarme que fuera fascista, anarquista nihilista o Rosacruz, que es
cosa, privativa de él. Ni me impresiono qua le consideraran "antipático",
“petulante" y qua le hicieran reportajes con trampa. Lo importante era qué
podría hacer, y como de bien, sobre el escenario. Y lo hizo bien. Monto dignamente
una obra. No hubo claques para inventarle aplausos, sino aplausos sinceros, que
es al menos lo que yo oí.
Y me felicito
por este resultado que obtuvo. Al vapuleo respondió con su trabajo, y su
trabajo resulto bueno. Puede que la crítica diga que no, todo depende del punto
de vista o del prejuicio, o de la inesperada xenofobia que agarro a algunos
como un resfrío de moda. Pero en última instancia todo se reduce a la actitud
de un hombre que responde con trabajo al cuestionamiento, que se debe reconocer
como noble, la actitud, digo.
Un hombre
de teatro puede ser argel, resistido y mal interpretado. Es cuestión de un carácter
o de nuestros resquemores. Pero lo que se debe evaluar es su valía profesional,
y en ese sentido, Villamar vale.
Puede
aprender y enseñar, y tiene títulos para participar en este renacimiento
teatral que todos queremos, que no es tarea de uno solo, ni de un grupo, ni de
un sector, sino de todos, de paraguayos y extranjeros, cuya carta de presentación
sea la capacidad.
Mario
Halley Mora - MHM
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