Cuando el era niño, su madre enviudo
y se casó de nuevo. Su padrastro quería tener familia suya, y lo enviaron a
vivir con una tía. Apretó los labios y no se quejó. Se hizo hombre y castigo a su
madre en todas las mujeres. No amo a ninguna y usó a todas. Cuando necesitaba compañía
femenina, la pagaba. Pagaba a sus amantes, a sus enfermeras, a sus compañeras de
excursión, a la que le cuidaba la ropa y a la que limpiaba su departamento. Murió
viejo y solo, y en la soledad del gran dormitorio, cuando sentía que se hundía
en aquella nada sin nombre, tendió las manos y susurro el llamado tierno y desesperado
que postergó desde siempre: ¡Mamá!
Mario Halley Mora – MHM
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