Un
lector, estudioso del pasado asunceno,
que leyó nuestro comentario-i sobre el santero, nos llamó y nos dice que
tiene setenta años, que conoce mucho la ciudad donde ha nacido, y que la única
"santería" que conoce, ya desaparecida, estaba en la actual esquina
de 25 de mayo y Estados Unidos, y por más que trata de recordar, no recuerda
otro negocio del ramo en la calle Pettirossi. Nosotros sí le aseguramos que
existía, y la trataremos de ubicar lo más exactamente posible, porque esa calle
cambió mucho. Anteriormente, a una cuadra de Perú, yendo al centro, desembocaba
en Pettirossi una calle corta, llamada "Porvenir". (después se cerró
la bocacalle). En esa esquina, tenía su residencia una familia distinguida, la
familia Taboada. y frente a esa casa, en la otra acera, en una casa humilde con
frente de tablas, estaban la santería y el santero de nuestro comentario. Era
en la misma época en que sobre esa calle, campeaban los grandes comercios de
Casa Terol, Juan Roca, Almacén El Aviador (del padre de la famosa Edith Nunes)
que creemos hasta hoy subsiste, Tienda Gastón y Cía., los depósitos de don
Andrés González (al parecer hermano de Natalicio) Y otras grandes casas. De
modo que nuestra crónica sobre el santero aquel no es imaginación, sino
recuerdos difusos de la infancia. Es más, pensando más en el asunto, recordamos
el hecho insólito de que aquel santero masón, ateo, ácrata y nihilista, como él
mismo se confesaba, a parte de ser imaginero, pintor y escultor, escribía y
tenía en un grueso cuaderno de contabilidad, oraciones inventadas por él, y según
él, infalibles. Oraciones a San Cristóbal para viajar sin sobresaltos, oraciones
a Santa Catalina para salirse de casos desesperados, oraciones a San Jorge para
derrotar a los enemigos, oraciones a "San Pascual Bailon" para encontrar
objetos perdidos (si mal no recordamos, había que recitarlas bailando) y desde
luego, oraciones a San Antonio para las damas desesperadas de conseguir pareja.
Como esas, había redactado cientos de oraciones a determinados santos, santas,
mártires y vírgenes que eran “abogados” para determinadas circunstancias de la
vida. Y el negocio anexo, era vender copias de esas oraciones inventadas por
el. Como dijimos en anterior comentario-i, el negocio cerro, y a él lo vimos
convertido y muy devoto, ya viejo. Pero lo que no sabemos es si conversión y
arrepentimiento llego hasta el punto de hacerle renunciar a su medio de vida:
la inofensiva simonía con que desconcertaba los valores prístinos de nuestra
niñez.
Mario
Halley Mora - MHM