El
afligido papá, sentado en el salón de espera del sanatorio mientras su hijo
estaba siendo operado en el quirófano, no cesaba de mesarse los cabellos y repetir
una y otra vez ¿Cómo me salió así este muchacho si yo le doy todo lo que
quiere? Lo que sucedía, era que su hijo, muchacho de 18 años, había mandado fabricar
un duplicado de la llave del automóvil del padre, esperó a que este durmiera por
la noche, sacó silenciosamente el vehículo, y salió de farra con unos amigotes.
Para su desgracia, chocó contra una columna, se lastimó seriamente, y el auto
quedó destrozado, en medio de un mar de latitas de cerveza que habían caído del
vehículo al chocar. Otros dos muchachos, salieron mejor librados, pero el hijo
de aquel señor tenía doble fractura en las piernas, y posiblemente una lesión
en la cadera. De ahí la desesperación del padre, y su amargo .reproche al hijo:
"a quien no le negaba nada y se portaba así". No somos ni de lejos
pedagogos, pero sí padres y se nos ocurre que aquello de "le doy todo lo
que quiere" o "no le niego nada", no es una fórmula de relación
padre hijo precisamente muy prudente, y quizás el afligido señor pertenezca a esa clase de
hombres débiles de carácter que para evitarse problemas consiente cualquier exigencia
del hijo, como si esperar a que el hijo, en respuesta a su generosidad, le
pagara con buena conducta. Lamentablemente, las cosas no suceden así. En primer
lugar, generalmente el hijo no dice "papá es generoso" sino piensa
que "papa es flojo", Y hecho ese descubrimiento, ya le resulta fácil
ceder a la tentación de la farra, y a las incitaciones de los cada vez más
numerosos jóvenes parásitos que viven y farrean a costa de los que tienen
medios. Pensamos en este sentido, que un buen padre no es el que "le da
todo " o "no le niega nada" al hijo, sino el que regula la relación,
sin soslayar el cariño, sobre la base de la autoridad. Claro que es mucho más
fácil decir sí que no, pero siempre o, casi
siempre, es más prudente y juicioso decir no que sí. Mucha gente, padres, cree
que la buena voluntad y la buena conducta del hijo se compran No es así, la
buena voluntad y la buena conducta se imponen, con amor y con autoridad. Muchos
hijos que solían decir que el “viejo es formidable”, porque les daba todo,
están ahora en silla de ruedas o en el cementerio. Muchos hijos a quienes sus
padres no le aflojaron las riendas, son hoy jóvenes abogados o médicos. Ahí
esta la diferencia
Mario Halley Mora -
MHM
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