Cuando
me mudé a aquella casa que por mucho tiempo estuvo en venta, y para la cual no
apareció comprador (yo), sino cuando llenaron una zanja carcomida por la
erosión que amenazaba tragarse el patio, descubrí que en el inevitable
trascuarto, los últimos habitantes habían dejado los también inevitables
trastos inservibles. Una silla rota, un retrato con los marcos comidos y los
vidrios rotos de un personaje bigotudo y de mirada triste; un montón de libros
deshojados e incompletos etcétera.
Revisaba
aquellos libros con la esperanza de hallar alguno valioso, o por lo menos útil,
cuando encontré el cuaderno, vulgar, de "una raya” y de 20 hojas. Y
bastante manoseado. Con primitiva letra de almacenero, tenía escrito en la
tapa: Libreta de Almacén.
Después
de hojear rápidamente el cuaderno, pensando que aún tendría hojas útiles -soy
bastante avaro, lo confieso - y cuando iba a tirarlo, porque no las encontré,
se me ocurrió una idea, vaga e imprecisa al principio. ¿No estaba escrita acaso
en esa monótona lista de compras a créditos vulgares, la historia de una familia?
Al fin de cuentas, uno está hecho de lo que come.
Volví
a estudiar el cuaderno, 0 la "libreta", en la primera página, que llevaba
fecha del 20 de setiembre de 1945, en cuyo día se iniciaron las relaciones
comerciales entre los antiguos habitantes de la casa y el almacenero. Prueba de
ello es que, antes del azúcar, el arroz y el aceite, la columna correspondiente
al 20 de setiembre empezaba con esta anotación: "Un cuaderno de 20 oja de una raya -50 céntimos”; es decir,
que las compras a crédito empezaban con la adquisición del cuaderno mismo. Las
anotaciones del 20 al 30 de setiembre eran una monótona sucesión de lo mismo,
las rutinarias compras de un ama de casa bastante ahorrativa (compraba por
cuartos de kilo), por lo que se me ocurrió que había sido demasiado fantasioso
al querer adivinar a través de esa libreta cómo eran y qué hacían los
desconocidos habitantes de la casa. Sin embargo, volví a repasar la lista de
esos diez días, y me fijé en un detalle: el 21 de setiembre, estaba anotada una
compra: “crema de lustrar negra: 30 céntimos”,
y otro: cada día, religiosamente, se anotaba: "Un Alfonso XIII: 10”.
Empezaba
a tomar forma la imagen de EL. Era cuidadoso de su aspecto personal, pero
ahorrativo, pues prefería lustrarse él mismo los zapatos antes que pagar a un
lustrabotas. Además, no era viejo; como lo demostraba el hecho de fumar un
paquete por día de Alfonso XIII, de poderoso tabaco negro. Posiblemente era un
empleado, pues si hubiera sido obrero, no necesitaría lustrarse los zapatos, o
simplemente no los tendría; y ese fumar mucho hablaba de un trabajo monótono,
de oficina. ¿Y ELLA? Me desconsolé pensando que la libreta no traía una sola anotación
que diera la clave de su presencia. Posiblemente pensé ni siquiera existiese,
que EL fuera un solterón. Sin embargo, el 4 de octubre de 1945, aparecía una
compra reveladora: "Hilo Nro 16 y 3
pliegue de papel de color: 50”.
Un
barrilete, claro. Entonces, allí había un niño. Y si había un niño y un hombre
que fumaba un paquete por día y se lustraba los zapatos, también debería
aparecer una mujer: esposa, madre. Pero nada aparecía que se refiriera a ella. ¿No
existía... o se resignaba a no existir? Suele suceder: la mujer que se casa,
que se anula, que no pide nada para sí, que vive para el marido y para el hijo,
sumida, doméstica, ama de casa de cucharón y plumero. Di por sentada la
presencia de esta mujercita que hacía del amor un camino de sacrificio y
renuncia, y tuve a la familia reconstruida. Pero no tanto, debería conocer
primero la edad del hijo para deducir la de los padres. El 14 de octubre,
encontré una anotación: “Un cuaderno de
doble raya: 50". Para las tareas escolares del hijo, desde luego, y de
“doble raya"; es decir, de un tipo que sólo se usa en el primero o segundo
grado. Entonces, el chico estaría entre 6 y 7 años. Partiendo de allí, hice una
imagen mental de la familia: El, no más de treinta, flaco (compraban por
cuartos de kilo), serio y formal (nunca se anotó ni siquiera una botella de
cerveza) y amante de su hijo (le hacía barriletes. . . ). ELLA, menudita,
desdibujada, humilde, joven de cuerpo, vieja de corazón. EL NIÑO, de seis o
siete años. En fin, un trío común y corriente.
Pensé
que ya debería darme por satisfecho. Que ya nada me diría de aquellas vidas
antiguas la sucia libreta de almacén. Hasta que el 12 de noviembre encontré dos
anotaciones que salían de la rutina:”2
cafiaspirina -medio litro de alcohol rectificado: 180”. Uno de los tres había
enfermado. Pero ¿quién? La respuesta estaba en las anotaciones del día
siguientes 13 de noviembre: “Un trompo,
metro y medio de liña de pescar: 25". El enfermo era el chico. Lo
estaba sobornando para tomarse el jarabe. No podía ser de otra manera, pues si
uno de los padres estuviera en cama, no sería el momento de comprarle un chiche
al nene. ¿Se habría repuesto? Examiné las compras de los días siguientes, 14,
15, 16, 17 de noviembre, y eran las de rutina. Pero el 18, a éste se sumaba un
artículo que nunca apareció: "Un jabón
Palmolive: 1.50”. Volví atrás, y comprobé que todas las compras anteriores
de jabón se referían al vulgar jabón de coco, de 20 céntimos. ¿Por qué de
repente un jabón de lujo? Quedé desconcertado y examiné la hoja del 18 de
noviembre, más cafiaspirina. El chico seguía enfermo. Entonces, surgió la
respuesta: visitas. Visitas que iban al baño a lavarse las manos. Visitas a
quienes se tenía vergüenza de mostrar miseria: un médico, tal vez un médico
amigo y generoso, a quien por lo menos se le debía el homenaje de un jabón
perfumado para las manos. Entre el 18 y el 30 de noviembre, a primera vista, la
libreta no ofrecía nada sobre el curso de la enfermedad del chico. Sin embargo,
un detalle surgió, sutil y peligroso. El padre ya no compraba un paquete diario
de Alfonso XIII, sino cada dos días. Además, sumando las compras, se notaba que
se habían reducido. Se estaban limitando a lo esencial. Ahorraban. Lo del chico
debió ser grave. Y más adelante, esto pareció confirmarse. Estaba anotado el 6
de diciembre, con la letra primitiva, pero tan plena de vitalidad de aquel
obscuro almacenero que, por lo visto, tenía corazón: "Efectivo: 50.00 guaraní'”. Habían tenido que recurrir a un préstamo.
Del
7 al 15 de diciembre, no aparecía absolutamente nada, ni siquiera la sacrosanta
compra de cigarrillos, ni lo más elemental para comer. ¿Habrían llevado al
chico al Hospital?.
Con
ansiedad, miré la página siguiente, que era la última que fuera utilizada.
Llevaba fecha del 22 de diciembre, y la letra del almacenero aparecía un poco más
temblorosa:
“2 paquete vela esperma,
larga. Medio metro cinta negra. Efectivo: 50.00 (obsequio de la casa)”
Mario Halley Mora – MHM
(del libro Cuentos,
Microcuentos y Anticuentos)
excelente
ResponderEliminarplasmaste justo lo que yo hubiera querido hacer,(si fuera escritora....)tengo 2 libretas de almacen 1937/1940 y siempre trate de imaginar como seria la vida de estas personas.....gracias,muy bueno tu cuento
ResponderEliminarCierto me encantó
EliminarBrillante!
ResponderEliminarMe pueden mandar unos recursos literarios
ResponderEliminarMi vidaaa
ResponderEliminarMi vidaaa
ResponderEliminarExelente
ResponderEliminarExelente
ResponderEliminarExelente
ResponderEliminarNo entendí un choto
ResponderEliminarEstamos igual jajajaj
Eliminaryo literal
EliminarSOS esquizofrénico
EliminarTriste y emocionante en su sencillez!
ResponderEliminarlul esta shido
ResponderEliminarʍʊʏ ɦɛʀʍօso
ResponderEliminarThe story was very good
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarNo logré entender el final, que pasó con el niño?
ResponderEliminarmurio
EliminarSe murio xd
Eliminarno murio
EliminarSencillo, murió el niño, por eso las velas y la tela puesto que en esa época los familiares y vecinos fabricaban los ataúdes para los difuntos
EliminarSe presume que falleció.
ResponderEliminarQuien podria decirme si el tema es real o imaginacion del autor?
ResponderEliminarEso es lo más interesante. Fácilmente puede ser una historia real. Pero al mismo tiempo producto de la imaginación del autor que es un genio de la literatura
EliminarSu genero
ResponderEliminarY sus respuestas
ResponderEliminarExcelente..
ResponderEliminarInteresante relato, muy bien llevado.
ResponderEliminarUna parte de Paraguay morirá, si mueren esos almacenes...
ResponderEliminarEs un asco, es muy largo putos
ResponderEliminarTu mamá
EliminarTu mamá
EliminarMuy bueno me gusta mucho ❤️❤️
ResponderEliminarCual seria el argumento
ResponderEliminarMe pueden decir decir de que se entera el comprador atraves de la libreta de almacén porfaa
ResponderEliminarHola ya tenes la respuesta?
EliminarAYUDA NO
ResponderEliminarAmbiente ayuda
ResponderEliminarMetáfora del texto porfa
ResponderEliminarNo murió el niño ,generalmente a los niños no se le pone listón negro ,murió el señor ,era un padre soltero
ResponderEliminarLegal
EliminarY quien hizo la compra el niño
Eliminaroima
ResponderEliminarMbaepio sjsjsjjssjs xddddd
EliminarMe falta en el trabajo practico de la libreta de almacén Anexó porfa
ResponderEliminarMe gusto el cuento
ResponderEliminarPero me gusta mas rodrigo
Yo pensé que fue la madre lo q falleció me gustó mucho aunque un poco melancólico mi hijo trajo como trabajo práctico y la leí todita está excelente gracias
ResponderEliminarCuando se publicó la libreta de almacen
ResponderEliminarNo entendí un carajo
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