Gran curiosidad e interés han despertado las anunciadas
“apariciones de la Virgen” en los alrededores de Lambaré, y los diarios
publican las declaraciones de niños y de adultos que afirman haberla visto, y
hasta haber “conversado” con la Madre de Dios que, al parecer, estaría
“apareciendo” con el tamaño y los rasgos de la Virgen de Caacupé. Leyendo
atentamente los diarios colegas donde constan estos testimonios se advierte denominadores
comunes a todos ellos: sinceridad, buena fe. Es decir, no son testimonios de personas
que por ganar notoriedad mienten sino de personas cuyas retinas han recogido imágenes,
y cuyos oídos han captado sonidos y están dispuestas a jurar la veracidad de lo
que afirman. Sin embargo, por otro lado, aparecen los prudentes, los
racionalistas, los espíritus científicos que piden, como mínimo, estudios e
investigaciones serios para determinar la existencia o no de las “apariciones”,
y lo notorio es que en cuanto a prudencia en estas cosas, la propia iglesia es
la primera en exhibir una cautelosa duda y de requerir complicadas certidumbres
antes de admitir los “milagros” como el que se ventila en Lambaré. En cuanto a
los “testigos” que dicen haber visto y oído el milagro, repetimos que el
testimonio dado puede ser de buena fe, pero la buena fe solamente no significa
que lo que vieron y oyeron fuera REAL. Y en este punto, entramos en el
resbaladizo terreno de los fenómenos síquicos y paranormales, a ciertas
tendencias de la mente colectiva a caer en alucinaciones también colectivas,
cuando la gente está sujeta a condiciones de pasión, emoción, mística,
fanatismo e hipersensibilidad y a la “lnfluencia" a veces deliberada, a
veces involuntaria, de individuos de más fuerte personalidad capaces de
canalizar aquellas energías humanas. Como se ve, nosotros solamente presentamos
ciertos aspectos de una cuestión, sin descartar que lo sobrenatural sea en este
caso lo real, y lo científico lo errado. Las "apariciones" de Lourdes
y de Fátima, han sido aceptadas v consagradas por la Iglesia después de
profundos estudios, y las “curas milagrosas”, especialmente en Lourdes, no han
podido ser explicadas por la ciencia. De modo que más allá de nuestro
racionalismo, incomprensión, o descreimiento, hay “algo” superior a nuestro
entendimiento, que se produjo en tiempos pasados, y no tiene porqué no
reproducirse en nuestro tiempo, por otra parte, bastante necesitado de milagros
y de mensajes reconfortantes.
Mario Halley Mora – MHM –
Este artículo fue publicado
el 24 de enero 1983
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