Leemos en las páginas deportivas de un
diario colega, un comentario que sugiere algunas reflexiones. Un jugador de fútbol, de primera línea
(Alfredo Mendoza, que juega en Cerro) no puede integrar la selección porque el
DUEÑO de su pase no quiere. Dejemos de lado lo estrictamente deportivo, y la
pena de que se prive a la selección nacional de un buen jugador, y consideremos
nuevamente, porque ya lo hicimos otras veces, el grado de redención que ha
alcanzado el hombre paraguayo. porque se ha desterrado ya aquello tan brutal de
la explotación del hombre por el hombre, porque hay leyes laborales justas y
oportunas, porque el trabajador ha tomado conciencia de sus derechos y de su
dignidad humana, y otros valores incorporados al devenir nacional que han
desterrado males y han sentado fórmulas más justas para la relación entre el
Capital y el trabajo, o si se quiere, entre. el patrón y el trabajador. Sin
embargo, en esta plena euforia primaveral de los derechos humanos que es tamos
viviendo, se soporta todavía un sistema
contractual anacrónico, medieval, mediante el cual, un hombre puede ser DUEÑO
de otro, a través de la posesión de su “pase”. El “pase” viene a ser asi, como
la marca a hierro ardiente que el estanciero pone en los flancos del animal
para certificar su posesión y proclamar su derecho a hacer con él lo que
quisiera. Que es lo que sucede cuando un ricacho cualquiera, de los que han
comercializado el futbol, es "dueño" del pase de un jugador. Este
jugara donde el “dueño” quiera que juegue, por el tiempo que dicho “dueño” fije
y percibiendo por su trabajo lo que el “dueño” haya aceptado. De esta forma, en
plenos umbrales del siglo XXI, todavía asistimos a este espectáculo, digno de
la Edad Media, en que un hombre, por dinero, enajena su libertad, su persona,
su trabajo, sus perspectivas y su destino, a quien le “compró su pase", es
decir, le compro a él, sin vuelta de hojas. Por contraposición, se suele
admirar estúpidamente al jugador que es “dueño de su pase”, como si el disponer
de de si mismo, fuera un privilegio. ¿Qué es un futbolista? ¿Profesional?
¿Obrero? ¿Empleado? El profesionalismo dice que sí. Entonces. . ¿Por qué no
tiene la protección de las leyes y el amparo de las conquistas sociales a que
tienen derecho todos los habitantes de la República?. El “mensu” hace rato ha
desaparecido de los montes . . . para reaparecer vistiendo una camiseta. Lo que
viene a ser desde ya, un notorio olvido de los señores legisladores. O jueces.
O abogados.
Mario Halley Mora - MHM
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