La
“historia anodina” de este domingo, corresponde a un humilde ciudadano que ya
se va aproximando a los sesenta años, pero como no espera ninguna jubilación ni
tiene ahorros que digamos, debe seguir trabajando para vivir. Felizmente, con su
vieja señora, guapa y hogareña, solo son dos. A él, lo conocemos desde hace muchísimo
tiempo, desde cuando allá por los años 40, era chofer, de una cierta "línea
14" que se caracterizaba precisamente por una "virtud” opuesta a los ómnibus
modernos: se arrastraba a paso de tortuga, ocasionando las permanentes
protestas del público usuario. Después, para él, pasaron los años, y ya no pudo
ser chofer profesional por una evidente pérdida de la vista, consecuencia ya de
la edad. Pero él no se dejo arredrar por esta desgracia. Hoy, lo solemos ver portando
un gran bolsón donde lleva una serie de herramientas, caminando en busca de trabajo,
y se ha formado una clientela para lo que hace de todo: corta el pasto, suelda
canaleta, libera cañerías tupidas, poda rosales, quema hojas secas, limpia
piscinas, pinta murallas, cambia tejas rotas en el techo, arregla veredas, lava
y pule automóviles, compone canillas que gotean, limpia de malezas los patios,
arregla planchas eléctricas, ventiladores, lavadoras, y la última vez, hasta le
vimos instalando en el vecindario, una antena de televisión. Con tantas
habilidades como las que tiene, hace de todo, y no es nada exigente en sus tarifas.
Si le pagan en dinero, en buena hora, pero igual recibe un traje viejo para sí
o unos vestidos para la esposa, o alimentos, o zapatos o cualquier cosa que le
pueda ser útil. Por lo demás, tiene una manía, que consiste en que cuando hace
la limpieza de un patio, se lleva a su casa todo lo inútil que encuentra:
bombas que no funcionan, máquinas de picar carne, algunas llantas olvidadas de
un auto ya vendido, cocinas que fueron substituidas. De esta manera, nos
cuentan que el patio de su casa, allá, por Ysaty es un impresionante museo de
cosas inútiles, incluso un viejo camión, de dónde saca ciertas utilidades
vendiendo hierro por kilos o alguna rara pieza de repuesto para algún molinillo
de carne. A este amasijo de hierros y de chapas, él le llama “su negocio” y se
declara con cierto sentido del humor “sucesor de Cachero Pulgar", que
fuera en el pasado uno de los más famosos comerciantes en hierros viejos del
país. De esta manera, haciendo de todo, y haciéndolo con alegría, con
conformidad, vive y trabaja este hombre que no le pide a la vida más que
trabajo, pues su orgullo y su lema es “no hay nada que no sepa hacer".
Mario
Halley Mora - MHM
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