Ya
en una ocasión, habíamos sentado nuestra opinión de que cierta publicación que
se especializa en divulgar la lista de los que alguna vez tuvieron problemas
judiciales por razones de carácter económico, demandas o ejecuciones,
inhibiciones y embargos, por motivos éticos, y por falta de consideración con
el prójimo, se ponía al borde mismo de la delación sistematizada. Y que
semejante trabajo, aunque fuera licito a los ojos ciegos de la Justicia, no es
precisamente de aquellos que generan paz de conciencia en quien lo practica,
convertido como está en el heraldo gritón de las angustias ajenas. Sobre el
punto, hemos leído en el diario Ultima Hora, la inteligente carta de un señor,
con el seudónimo de "un lector" que da pie al diario colega para una
respuesta que en el aspecto jurídico, abona la licitud de las "informaciones
confidenciales" publicadas, cosa que no discutimos, pero que nos lleva a
pensar que no siempre lo lícito es justo ni cristiano. En ciertos países, a los
delincuentes, a los adúlteros, se les somete a la "estigmatización",
es decir, se les marca a hierro para que el testimonio de su caída les dure toda
la vida. Aún en la época moderna, en algunas naciones árabes apegadas a milenarias
tradiciones, al ladrón se le corta, si no la cabeza, la mano derecha, y esa
amputación es la mancha que le acompaña toda la vida. Y tendrá así el estigma
del mal, aunque en el correr de su vida se haya vuelto santo por arrepentimiento.
Guardando las distancias, el pobre diablo que alguna vez debió, no pudo pagar,
pasó por el juicio y sobrellevó el remate, también aparece estigmatizado por la
bendita publicación informativa confidencial, y aunque haya rehecho su capital,
satisfecho sus deudas y recuperado su buen nombre, figura en la malhadada
lista, como una certificación de que no merece la confianza implícita en el crédito
u otro tipo de operación comercial que implique compromiso de largo o corto
plazo. Nosotros mismos, hemos pasado por amargos momentos cuando solicitamos un
humilde crédito para adquirir un TV Color. En la publicación figurábamos como
demandados por el IPS, unos ocho o diez años antes, pero a pesar de ese tiempo,
el estigma no se borraba, ni tampoco se consignaba que la deuda fue pagada
hasta el último centavo, incluyendo intereses y honorarios de abogados y que
nuestro “cartón” moral y comercial quedaba, impoluto, a pesar de lo cual, la
gratuita sanción implícita continua per secula seculorum.
Mario
Halley Mora – MHM (comentario i del 21 de setiembre de 1983)
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