Cuando
alguna vez viajamos concretamente el año pasado, nos encontramos de paso por Los
Ángeles, a un viejo amigo, compatriota radicado allí hace 18 años. Nos llevó a su casa, nos presentó a su esposa,
norteamericana, y a sus hijos. En conversación de sobremesa, recordamos haberle
mencionado que una de nuestras torturas personales es la dificultad para conciliar
el Sueño. Y el tema pasó, pero por lo visto, el amigo no lo olvido, a juzgar
por un reciente envío suyo: un casete grabado, con el llamativo título de “Para
llamar al sueño”, llevaba un sello de marca registrada, y una explicación en
letras chiquititas, sobre la finalidad de la grabación que es ayudar a las personas
insomnes a conciliar el sueño, y agregaba, además, que el sistema llevaba la aprobación
de las autoridades medicas norteamericanas. Curiosos, dábamos vuelta en nuestras manos el casete
preguntándonos que contendría, si música sedante, trinos de pájaros en el
bosque, tal vez los ruidos de la naturaleza en algún umbrío rincón, como grillos,
pájaros, viento, murmullo del agua, etcétera. Esa noche, para salir de dudas, pusimos en
nuestra cabecera la pequeña grabadora personal, y pusimos a andar el casete. No
había nada de misterioso: dos voces, una masculina, y otra femenina, leían
trozos escogidos de literatura castellana, y hasta reconocimos un trozo, posiblemente
de Azorín, que ya habíamos leído como ejercicio de lectura, allá en nuestros años
colegiales, de un libro de los hermanos Lezcano: “En la paz de una hondonada umbría,
dos zagales andan encorvados, segando el trébol oloroso y húmedo...". Nos sentimos algo defraudados, porque no le veíamos
propiedad hipnótica, ni sedante alguna, a aquella lectura, pero la seguimos
escuchando...y nos quedamos profundamente dormidos. 0 sea, que el sistema resultaba. A la mañana
siguiente, volvimos a escuchar la cinta, y descubrimos el secreto. Toda la
lectura contenía descripciones amables, de escenas pastorales, de paisajes idílicos.
obligando al pensamiento a abandonar tensiones y centrarse en la visualización placentera de
lo que se escuchaba. En segundo lugar, la lectura, clarísima, era sin embargo monótona,
sin matices, lineal. como el fluir sin sobresaltos de un arroyo, o, en última instancia,
de un arrorró dulce y monocorde de una canción de cuna. La real, es que el método,
al menos en nosotros, resultó, pero cometimos un error. Se lo comentamos a un amigo,
que se llevo la cinta “prestada” para regrabar y se lo contó a otro amigo, que se llevó 'la
cinta “prestada para regrabar . . . y . . .
seguimos sufriendo de insomnio.
Mario
Halley Mora - MHM
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