PÁRAMO
Llego a viejo. Y
nunca se emocionó con los colores de un amanecer ni sintió una dulce tristeza
mirando un crepúsculo. Tampoco gusto el azúcar de una pomarrosa ni tuvo en sus
manos un panal de miel rebosante de dulzura dorada. De niño no se quemo los
pies descalzos en la arena ardiente del verano hasta alcanzar el arroyo Fresco.
No aprendió nunca a ver en la mirada de un perro el amor en estado puro. No se cayó
de un caballo ni trepo al árbol mas alto ni fue corsario en el mandarina! de
una quinta. No aprendió a bailar en su juventud y por tanto no alcanzo a
preguntarse si aquello era la música o el corazón de ella contra su corazón. Tuvo
novia, pero no llego a pasear con ella por un rosedal ni escribió y recibió
cartas de amor . . Jamás olió a leche y pan cuando dormía con la cabeza apoyada
contra el pecho de su madre ni esperó ansioso 19 días para ver salir el primer
pollito, pompón dorado, entre las plumas de la clueca gruñona. No exploró el
nido del gorrión ni fabricó una casita en el árbol ni caminó bajo la lluvia ni
gozó de la complicidad del viento cuando jugaba con una falda adolescente. No
recordaba el sabor de néctar de estrellas del primer beso de amor ni conserva
aquella primera carta que le aceleró el corazón, encendió una fogata en sus
entrañas y le puso un par de alas de colibrí a cada poro de su piel. Murió al
fin, su alma llego al Paraíso y quiso entrar. Dios le miro malhumorado y le
preguntó: ¿Para qué? -
Mario Halley Mora - MHM
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