REGRESO
Quiso
que le cremaran y arrojaran las cenizas al viento. Y así lo hicieron. Una
pequeña mota de ceniza quedó presa en la mantilla de la viuda, que volvió a
casa y cuando cruzaba el jardín, la mota cayo a tierra, se mezclo, se sintió
atraída por una raíz que la llamaba y se entregó a ella. Sintió que se
convertía en savia, que ascendía por la obscuridad del tronco y de repente,
asomó a la luz convertida en átomo de color y de perfume en la explosión gentil
de una rosa. Vio la ventana abierta de su casa y por ella salía una música
triste. "!He vuelto!" quiso gritar. Pero no pudo. Las rosas no
hablan.
Mario Halley Mora - MHM
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