Una noticia venida de Hollywood, la
antaño rutilante Meca del Cine hoy deslucida, nos pone al corriente de un acto
realizado en un cementerio. Pero esta vez no ha sido para rendir homenaje a la
memoria de una persona sino para otro fin.
Recordaban a una monita cuyas
travesuras hicieron las delicias de tantos seres humanos de la más variada
edad. O sea, aquella chimpancé llamada Chita, infaltable en los filmes de
Tarzan. Por aquel entonces, el apolíneo
Johnny Weismuller era el héroe de las mas o menos descabelladas y, al mismo
tiempo, simples aventuras del teórico personaje creado por la fecunda imaginación
de Edgar Rice Burrough. De paso, digamos que Tarzan, según opinan algunos críticos,
fue una creación novelesca inspirada en
la lectura de los relatos de Rudyard Kipling, como "Cuentos de la
Selva" y otros.
Pero este es otro tema y hoy nos
ocupa la mención de Chita. De cuando en cuando, en algún cine de barrio se la
puede ver todavía en la pantalla para delicia de la gente menuda y de nosotros
los grandes, porqué no reconocerlo. La simpática monita murió en octubre de
1962, hace siete años, pero por mucho tiempo estará en el recuerdo. No será el
primer animal cuyo paso entre los humanos quedara grabado para siempre en la
memoria de éstos. Los famosos gansos del Capitolio de Roma cuyo alboroto advirtió
del peligro que en ese momento se cernía sobre la ciudad. Ni qué decir del
perro de Alcibíades. Erase este un político muy célebre por sus notables rasgos
de ingenio. El mas recordado de todos éstos ocurrió cuando dispuso cortarle la
cola a su perro, para que los atenienses al hablar de esta humorada cruel
dejasen de repetir los rumores poco edificantes que circulaban sobre el amo del
animal. Es fácil comprender la tristeza del pobre can a mas de su dolor físico
al serle extirpada la cola. Sin embargo, nada quizás debió haber sido peor para
el animalito que la siguiente ocurrencia de Alcibíades, consistente en
disfrazar al perro con la piel de un león para hacer una broma a quienes decían
de todo de el. En el paraíso reservado a los animales virtuosos, seguramente estará
también la perrita Laika. Porque en la conquista espacial, y aunque esto hiera
el orgullo de los seres humanos, fueron los llamados irracionales los pioneros.
Monos, porros, insectos fueron lanzados al frio o inhospitalario cosmos como
chivos emisarios, antes de que el hombro adelantase sus cautelosos pies en el
desconocido pantano sideral. Otros habitantes de ese Olimpo de los animales
seria Babieca, el caballo de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, caudillo español
en la lucha contra la civilización árabe en España. Y ni qué decir de
Rocinante, que si bien fue un mito como su gran jinete Don Quijote, merece los
honores de un "yvaga" zoológico.
La información traída en estos días
por un despacho de prensa actualiza también la presencia en un comentario de
Hollywood de los restos de aquel otro maravilloso actor perruno llamado Rin Tin
Tin, el notable animal cuyas aventuras deleitaron a muchos hombros hoy maduros
o ya viejos. Alguna desvaída película aparece de pronto por ahí y no deja de
causar una indefinible emoción en los adultos verificar que los niños de hoy
sienten el mismo encanto y exaltación que aquellos otros niños, frente a las
andanzas de ese Rin Tin Tin posiblemente inspirado en la inolvidable novela de
Jack London, "Colmillo Blanco".
Este perro notorio os predecesor de
ese otro animal célebre que exploro el mundo sideral atado con arneses en el
interior de una cabina hermética, o sea Laika, la perrita cósmica. Sobre la
tumba de Rin Tin Tin hay una lapida con este texto aproximado: "Aquí
descansa Rin Tin Tin, héroe de mil películas. Como actor fue menos perro que
mas de uno.." Laika tiene como tumba el universo entero y su lapida está
escrita con las estrellas en el inmenso pizarrón del infinito.
Atila decía que donde su caballo
pisaba el pasto ya no crecería nunca. El bárbaro quo aterrorizo a Roma dejo una
injusta impresión del noble bruto que montaba. Pero el caballo de Atila naturalmente
esta absuelto de las atrocidades de su amo. También hubo una voz en la antigua
Italia, hace unos 700 años, un hombro buenísimo, manso y pacifico, amigo de las
aves y de los lirios. Se llamaba Francisco de Asís. Decía que los animales eran
nuestros hermanitos menores y cierta vez apaciguo a un lobo que asolaba la
comarca acariciando al feroz animal mientras le decía: "Paz, hermano
lobo". Francisco de Asís exalto la amistad del hombre y los seres llamados
irracionales.
Todos tenemos un amigo así, algunos
ya idos para siempre. Los niños sienten la tristeza del perrito que murió
envenenado por la maldad de una vecina neurótica. O añoran al compañerito de
juegos capturado por la perrera.
Los animales superan las hazañas de
los hombres, a veces como Rin Tin Tin, eximio actor, y Chita, inimitable actriz
cómica. O Laika, heroica aventurera espacial.
Por eso, entre nuestros amigos idos
a quienes recordamos emocionados están estos seres humildes de la Creación.
Ellos nos dieron horas de alegría, compañía y protección. Deseamos por eso que
exista para ellos un Olimpo feliz, un Paraíso, un "yvaga".
·
Yvaga, en guaraní, el Paraiso
Gerardo Halley Mora