Cuando un alto personero del
Departamento de Estado, y por añadidura, asesor del Presidente Reagan, estuvo
en Chile en el curso de una gira de información, se rumoreó en el país andino
que la presencia del dignatario constituía una forma sutil de
"injerencia", es decir, constituía su presencia, un factor de presión
para orientar la política interna del país hacia determinados rumbos. Más
tarde, el mismo dignatario estuvo en el Paraguay y tuvo una conversación
informal con periodistas paraguayo s, de todos los medios de comunicación,
afectos y desafectos al Gobierno. Admitió el hombre que se le hicieran
preguntas, y de todas las respuestas que diera, no apareció asomo alguna de la
mentada "injerencia", por más de que algunas de las preguntas que se
le formularan, parecían querer inducirle a hacer definiciones y calificaciones
que colisionaran contra la soberana voluntad de nuestro país. En ese sentido,
el misionado por el Departamento de Estado se mostró hábil, prudente, y hasta
si se quiere escurridizo, pero supo dejar sentado que" primero, no venía
con prejuicios establecidos”, no venía como juez, ni mucho menos como
consejero, papel éste que él mismo calificó de "presuntuoso". En todo caso, dejó entrever en sus respuestas,
que no formaba parte del sector radicalizado de su país que considera la única
democracia válida, a la que sigue el modelo norteamericano. Especificó las
características propias de la democracia en su país, pero admitió implícitamente
que en muchos otros países las
condiciones son distintas, las situaciones económicas más peculiares, el
universo social y cultural más diferenciado, y las circunstancias modeladoras
de la vivencia nacional con toques existenciales propios, y que dentro de esas
características podrían ser válidas otras formas de democracia que no se
miraran precisamente en el espejo del Tio Sam. Si ese es el espíritu del Gobierno del
Presidente Reagan con respecto a América Latina, suponemos que esta en un
camino realista. Si el mismo Reagan se opone hoy con tanta fiereza a que Cuba
exporte su marxismo, con la misma razón ha de privarse de la tentación de
exportar “su” democracia, y el mínimo de flexibilidad que se permita al
respecto, lo llevaría a respetar y comprender el “camino a la Democracia” que
se fije cada país, o los medios de “defender su democracia” que adopte para
legitimar su permanencia en el mundo libre y fortalecer sus Instituciones.
Mario Halley Mora - MHM
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