Se llamaba Rosana
Falasca. Cantaba tangos con una voz de plata y cristal. Tenía una rubia
cabellera y unos ojos celestes que encandilaban con su mirada franca y abierta.
Alguna vez vino a Asunción y actuó en el Yguazú, donde fuímos a verla y a
oirla, gustando la pasión que ponía en las letras quejumbrosas de los tangos, y
admirándola como un ser humano joven, vibrante, tocada por la belleza y el
éxito estando aún en la primavera de los 20 años. Después, una revista
argentina que solemos leer, nos aturdió con la noticia: Rosana está enferma.
Semanas después, Rosana agoniza, y por fin: Murió Rosana. Nos invadió esa
sensación de pérdida personal, y también de íntima rebeldía cuando asistimos al
brusco final de un ser joven, vital y bello. En su país, muchos lloraron por la
artista que se iba tan joven y por aquella voz, que se apagaba en la plenitud
de su juvenil potencia. Poco después, en otra revista, encontramos un artículo
con el título de "Rosana podía haberse salvado", y nos contaba que la
causa de la muerte, fue un cáncer del tipo que ataca los órganos femeninos; y
reproducía la declaración de varios médicos que afirmaban que dicho tipo de
enfermedad es de fácil detección temprana, a poco que la mujer haga un examen
periódico, y que tiene completa cura, química, quirurgica o por radiación, una
vez detectada. Después de estas declaraciones, la investigación del periodista
había llegado a la conclusión de que hasta el final, la pobre chica prefirió
ponerse en manos de su "médico naturalista", una de las mil formas de
la charlatanería médica, y mientras aquel le hacía el "tratamiento"
el peligroso mal fue avanzando hasta corromper todo el organismo y volverse
fatal, sin remedio. Recordamos este episodio, cuando escuchamos por radio, hace
poco, a un médico compatriota que decía que nunca se cansaría de recomendar a.
las mujeres a que se sometieran periódicamente a un examen para detectar
precisamente, los comienzos del mal que se llevó finalmente a Rosana, y
aclaraba que ese llamado no era precisamente destinado a mujeres maduras o,
señoras de edad, sino a todas las mujeres, a partir de los 14 o 15 años, porque
el mal no es selectivo por edad, sino ataca en cualquier etapa de la vida.
Lamentablemente, la linda Rosana no tuvo oportunidad de escuchar un consejo asi,
o lo escucho y lo paso por alto. Y lo pago, pobrecita, con su vida.-
Mario Halley Mora -
MHM
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