Unos chicos estaban jugando el fútbol
en la calle con una pelota de cuero. Un automóvil dobló en la esquina y pasó
entre los jugadores, a velocidad prudencial, pero la pelota habia rebotado en una
pared, y rodando fue a parar bajo las ruedas del automóvil. La pelota estalló.
El conductor, un hombre joven, se detuvo, preguntó quién era el dueño de la
pelota, éste se identificó, y le dió dinero para comprar una pelota nueva y
todos en paz. Episodio sencillo y sin aristas, pero del que se puede extraer
una moraleja, como aquella que diga que la bondad no está desterrada de este
mundo. La misma moraleja, se le puede aplicar a un señor, de aspecto extranjero,
que mas o menos a las 6 de la tarde, detiene su automóvil cerca de la
Costanera, y de inmediato, se ve rodeado por numerosos perros callejeros que ya
conocen su horario y presumimos, hasta el ruido característico de su coche. De
la valijera, el hombre extrae una bolsa de restos de comida y alimenta a los
perros. Otro gesto de bondad por la bondad misma, y ni qué decir de tanta
cantidad de gente, pudiente o nó que actualmente, en la medida de sus
posibilidades, con aportes grandes o pequeños, concurre permanentemente en
socorro de los damnificados por la creciente, proveyendo así a las beneméritas
comisiones de ayuda, con lo necesario para que el prójimo se vaya sosteniendo
en su grave situación, sin pasar por las angustias del frío, el hambre y la
enfermedad. Todas estas observaciones sobre la conducta personal o colectiva en
nuestra Sociedad nos reconforta en la medida en que aprendemos a rechazar los
juicios amargos, o amargantes, de quienes piensan que el excesivo espíritu
materialista de la Sociedad moderna destierra el altruismo, y la bondad, y los
substituye por el egoísmo y la indiferencia. No hay tal, nuestro pueblo al
menos, es sensible al dolor y a la necesidad del semejante, y como el caso de
los agricultores del campo que fletan camiones para acarrear hasta los centros
de socorro los "bastimentos" que producen, la generosidad alcanza límites
de genuino espíritu solidario y cristiano. De ahí que podamos decir que tanto
individual como colectivamente, el paraguayo sigue siendo un hombre, o una
mujer, de corazón generoso y hospitalario. Que en nuestra Sociedad paraguaya
hay esa robusta salud moral que se refleja en esa palabra de honda connotación
cristiana que motoriza tantas acciones nobles: la “projimidad”
Mario Halley Mora - MHM
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