Apoya tu cabecita en mi hombro y
llora". Alguna vez nos empalagamos con la letra de esa canción que como
todas, pasó de moda. Sin embargo, quedó la frase de nuestro encabezamiento como
pintura fiel de una costumbre vieja como la Humanidad, por la cual la debilidad
femenina cuando se veía agredida por las circunstancias de la vida o del amor, podía
encontrar un robusto, o por lo menos huesudo hombro masculino, para reclinar la
cabeza en tácita actitud de entrega, y adobar el dulce instante con algunas
cristalinas gotas de lágrimas que resbalaban sobre las tersas mejillas como
diría el poeta. Aquella pintura, o aquella doble imagen de una grácil dama
reclinando la sedosa testa en el vigoroso hombro masculino, representaba mejor
que cualquier otra escena, aquello de la milenaria división entre "sexo
fuerte" y "sexo débil" que hacía que el hombre y la mujer
aparecieron fijados para siempre en sus liricos escalones de valoración. Sin embargo,
es posible que las cosas hayan cambiado, y mucho. Algunos dicen que la mujer se
ha "masculinizado". Nosotros no queremos ir tan lejos, y nos inclinamos
a admitir que ha renunciado voluntariamente a algo, a lo más lirico, de su feminidad.
Por lo demás, el hombre también ha perdido bastante de su espíritu
"romántico" y lo pensara dos veces antes de prestar su hombro a una
dama, ocupado como está en llevar, o sobrellevar el peso de sus propias angustias.
Ya parece pues, cosa de otro tiempo, o de otro mundo, el gesto femenino de
apoyar la cabecita en el hombro viril y llorar, salvo en el teleteatro, que
trata de hacer sobrevivir el "romanticismo" de otros tiempos y no
logra sino una caricatura de él.De todos modos si todavía existe un caballero
de viejo cuño, que dice a la dama en aflicción "apoya tu cabecita en mi
hombro y llora", posiblemente se encuentre con que ésta le contesta:
"salí, pajaron, que yo me basto sola con mis problemas” Lo que vendría a ser
el certificado de defunción de toda una época, de una costumbre milenaria que
la igualdad de derechos civiles y políticos ha condenado al desván de las cosas
en desuso, no sabemos si para bien o para mal, a pesar de que para nuestro
gusto personal, las cosas no debieran cambiar tanto, y que todavía fuera
posible en este mundo prestarle el hombro protector a una dama, y que sus
cálidas lagrimas nos mojen la camisa, como en el tiempo mas inocente y mucho
menos igualitario de vuestros felices abuelos.
Mario Halley Mora - MHM
No hay comentarios:
Publicar un comentario