Los buenos cuentos
de ciencia ficción son el consuelo de los grandulones que tienen vergüenza de
leer cuentos de hadas, dice una chusca sentencia, y hay algo de razón en calificar
a la ciencia ficción como a cuentos de hadas para adultos. Pues bien, uno de
ellos hemos leído. Tiene por protagonista al Pioner, la nave espacial que ya ha
abandonado nuestro sistema planetario, y sigue viajando, después de pasar Plutón,
y así lo hará hasta el fin de los tiempos, después de que la tierra haya desaparecido
por vieja, o a causa de algún juguete atómico de su Humanidad "que nunca
salió de la infancia". Pues bien, el cuento nos dice que dentro de 80
millones de años, el Pioner arribará a un sistema planetario y será atraído a
la órbita de un planeta feliz, donde no se conoce la guerra, ni la enfermedad,
donde todo es música y alegría de vivir. Cae en un lago el mensajero terrestre,
es recogido, y descifrado su mensaje, la imagen de un hombre y una mujer, la
ubicación de la Tierra en el espacio, y los saludos en sesenta idiomas. Pero aquella
gente feliz no sabía que el artefacto llevaba otros pasajeros: virus humanos
que sobrevivieron al largo viaje . . . que
hacen estragos en la indefensa población e inauguran épocas de dolor, de
desesperación y de llanto. La moraleja: después de millones de años de
desaparecida la Humanidad seguía haciendo daño. Pesimista, por cierto. Pero que
no deja de tener su equivalente en nuestro propio planeta, que llegó a nuestro
conocimiento cuando en viaje a China, nos quedamos tres días en Hawai, y nos sorprendió
que los hawaíanos puros, ya casi no existen. Preguntamos la razón, y nos decía
un inteligente agente de viajes: Hawai era un reino feliz y en las islas, habían
como dos millones de habitantes, de vida sencilla y tranquila. Pero primero
llegaron los ingleses, que trajeron la sífilis, después los españoles, con su
carga de tifus, más tarde los chinos que introdujeron la lepra y por último los
norteamericanos que aficionaron a la gente al alcohol y a las drogas. El
contagio fue fácil y fulminante, porque las bellas hawaianas no andaban con
remilgos para dar cálidas bienvenidas a los visitantes. Ahora sólo quedan, de
aquellos dos millones de hawaianos, solamente 10.000, una parte ínfima de la población.
Tal la historia de aquella isla paradisiaca, a la que el cuentista de ciencia ficción,
ha encontrado un equivalente interplanetario.
Mario Halley Mora -
MHM
No hay comentarios:
Publicar un comentario