En los Estados
Unidos a pesar de la proclamada igualdad racial, sucede que cuando una familia
negra se muda a un barrio de blancos, los vecinos se hacen cruces de
desesperación porque la cotización de sus casas se viene abajo, tratan de desprenderse
de ellas a cualquier precio . . . y generalmente la coyuntura es aprovechada
por otras familias negras que en poco tiempo, "negrifican el barrio".
De esta manera, se nota el fenómeno en las grandes ciudades de que los
norteamericanos, de raza negra se aglutinan en los barrios céntricos, y los
blancos van a vivir en la periferia. Lo que se dice una vuelta completa de las
condiciones sociales que imperaban antes de la "igualdad". Este
ejemplo, no traemos a colación para cuestionar costumbres, modos ni leyes en
los Estados Unidos, sino para ejemplificar una cuestión que también se reproduce
en nuestra ciudad, aunque respondiendo a otras circunstancias. Así, un señor
amigo nuestro que tenía una numerosa familia, se encontró de pronto que sus
hijos, y sus hijas se habían casado y se hablan marchado a vivir en casa
propia. De este modo, el matrimonio quedó solo en la vieja casona familiar que
les quedaba ya grande a los dos. Demasiado habitaciones vacías, y de yapa, el peso
en el corazón de contemplar las piezas de los muchachos, antes vitales y
desordenadas, convertidas en silenciosas habitaciones, llenas de silencio y de
recuerdos. Entonces decidieron vender la casa y comprar una más pequeña, y al
par de publicar el aviso de venta, se pusieron a buscar otra para la compra.
Fue asi, que les llamó la atención una oferta de un completo chalecito a un
precio increíblemente bajo, fueron a verlo a la carrera y encontraron lo que se
dice un chiche: buena construcción, cañerías sólidas, sombreado patiecito con
un generoso aguacate en el medio y una modosa parralera sobre un entramado de
madera. El precio era increíblemente bajo. Y el hombre, prudente, quiso saber
la razón, y la descubrió cuando por la noche, volvió con su señora a ver la
casita, y se encontró con que a cincuenta metros de distancia, funcionaba una
"pista de baile" con una batería de cinco poderosos altavoces que
atormentaba el vecindario todos los dias desde las 19 hasta la medianoche, y
los sabados, hasta las dos de la mañana del domingo. Adios negocio, pues allí
estaba la razón- El dueño de la casita queria venderla porque los parlantes lo
tgenian al borde del delirium tremens. Y punto
Mario Halley Mora –
MHM
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