Generalmente,
solemos huir de los cumpleaños infantiles como de la peste, porque en rigor,
hay que tener bien templados los nervios para soportar los gritos de las mamás,
las trompetas, las matracas, el llanto de los que se bañan en chocolate, los
nenes que le pegan a las nenas y las nenas que arañan a los nenes, el
invitadito que apenas camina y se hace caca en la alfombra, el otro de tipo
"insoportable" que sube sobre los muebles dejando en el tapizado una
huella de barro, en fin, algo parecido, en escala infantil, al infierno del
Dante. Por eso, cuando tuve que llevar a
mi nieto a uno de ellos, le llevé hasta el portón, le dije portate bien, y me fui rogando de que realmente se portara bien y
que no viniera a recogerlo más tarde con la cabeza rota. Pero no hubo tal cosa,
pero si otra más espeluznante. Cuando volví a buscarlo, salió con la ropa hecha
jirones, la cara manchada de crema, los cabellos revueltos y . . un pollito
agonizante en las manos. ¿Que es eso?
le pregunté. - Nos regalaron pollitos,
me contestó. Miré al pollito que tenía en las manos y vi que boqueaba en
agonía, y como soy un enfermo de sensiblería, me espanté. Ocurre que en el transcurso
de la fiesta, se habían regalado cincuenta pollitos recién nacidos a los
asistentes. ¿Se da cuenta el lector de la verdadera masacre que eso significó
en manos de niñitos inocentes que creen que, un pollito vivo es un Juguete, y
no esa cosita dorada y delicada que es?. Me contaron después que hasta los
perros sueltos del barrio y los gatos de la vecindad se dieron un banquete de
pollitos vivos y muertos, y que casi todos murieron asfixiados en los bolsillos,
aplastados, con las patas arrancadas, etc. etc. Ojalá que semejante "moda”
no prenda, Y esto si que no es por sensiblería que decimos, sino que en la
cuestión hay un elemento más importante que los pollitos: los niños. Los niños
a quienes hay que darles desde el mismo momento que toman conciencia, el
respeto por la vida, cualquiera sea sus formas, porque la vida es un milagro, y
un pollito de amarilla pelusa y tenue cuerpecito, es tanto como el símbolo de
la vida que se debe respetar, como el símbolo de la debilidad que el niño debe
aprender a proteger, o de la inocencia que amparar, de la belleza que mirar,
admirar y cuidar. Y toda oportunidad para educar así a nuestros niños, en esta
era de violencia que puede atraparlos en cualquier momento, es válida.
Mario
Halley Mora - MHM
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