En
nuestra diaria tarea periodística, suelen ser muchas y variadas las experiencias
que ganamos, muy especialmente en el conocimiento de la gente. Existen personas
que tienen un gran sentido del humor, y aceptan con elegancia de buena ley, el
chiste que les concierne, como en el caso de las caricaturas y las secciones
específicamente humorísticas. Otras se ofenden. Y hacen mal, porque deberían
comprender que cuando uno está en la actividad pública, su persona está bajo la
lupa del periodismo, así como la naturaleza política, económica, cultural,
social, artística de sus actividades. Entonces, de la misma manera que el
periodismo en general le dedica a él, a su pensamiento, a sus acciones, a sus
pronunciamientos, el espacio para la noticia, la crítica, el comentario o el
elogio, también el periodismo humorístico, que ejercitan todos los diarios
menos ABC, también le toma como motivo de la chacota amable e inofensiva, y esto
de inofensivo hay que remarcar, porque en mucho tiempo no hemos visto jamás en
ningún diario local que el humor haya rebasado sus fronteras y se haya vuelto
burla u ofensa. Si la caricatura es un arte, aunque menor, ser caricaturizado no
es una ofensa, como no lo es ser pintado por un pintor. A lo sumo la caricatura
remarca con gracia alguna mala jugada que nos hizo la madre Natura, como una
cabeza pelada, una nariz tipo cebolla, unos mofletes de querubín o un cuello de
cigüeña, por no decir un físico que recuerda levemente a un símil zoológico,
pero si allí hay chanza, es una chanza de la naturaleza, nó del dibujante, cuya
"visión zahorí" ha captado las características más resaltantes de
nuestro ser físico, y por qué no también, en el caso de los grandes caricaturistas,
de nuestro ser moral. De ahí que siguiendo este orden de ideas, el objeto de un
chiste o de una caricatura, si es maduro, juicioso, y sobre todo si tiene el
sentido del humor, no tiene por qué ofenderse, como tampoco tiene razón aquél
cuyas actividades haya sido objeto de la chanza periodística, sea el político
que "metió la pata" en un discurso, el industrial a quien se le va la
mano en esto de pedir privilegios y mostrar poca contribución, o el ganadero
que se queja de sus "grandes pérdidas" pero no vacila en poner sus
vacas fuera del alcance del consumidor. Cosas que desde luego, llaman a la
reflexión seria, pero que también son objetos de la risa, que es mejor que
tomar las cosas por el lado dramático.
Mario
Halley Mora - MHM
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