Llama por teléfono una culta dama, pide hablar con el
"responsable" de comentario - í y le decimos Servidor. Nos dice que
suele leer con INTERES la columna, pero leería con GUSTO, si el autor de
comentario - í no tuviera tendencia de burlarse de la gente. Le contestamos que
nos extraña semejante juicio, que jamás nos hemos burlado de nadie, a lo que
nos replica prestamente, preguntándonos si la ironia no es una forma de burla. Le
decimos a nuestra vez que su criterio es un poco erróneo, que la ironía puede
ser crítica, reproche, hasta una forma leve de agresión, pero no burla, y más,
que la burla es generalmente grosera, despiadada, hostil, pero la ironía nó, y
que haciendo un símil, la burla podría representarse como un garrotazo
primitivo y la ironia como una finta elegante de un acero al final inofensivo,
porque no llega a herir. Pero la señora no se convenció. Se ratificó en eso de
que comentario - í contiene "burla" y mediante la "burla"
destruye, o trata de destruir, los "valores éticos del lector" y su
"experiencias sobre la vida" y más aún " las convenciones que
conforman su mundo interior. Como entraba en terreno demasiado profundo, le
pedimos que por favor nos dé un ejemplo de "burla". Y entonces, ella
nos dijo que solía sacar de los comentario-í,
la conclusión de que la edad avanzada es sinónimo de deterioro mental y físico.
Le dijimos que podría tener razón, y que hayamos caído en esa irreverencia,
pero sólo es irreverencia, no burla, y que, por lo demás, nunca usamos la
palabra "deterioro" ni ningún sinónimo, porque lo que pensamos en tal
caso, en el de la edad avanzada, no es una falta de respeto a nadie, sino
resultado de la melancólica, lógica convicción de que la existencia del hombre
tiene etapas, y que la última que le toca vivir, es la del apagamiento el
fuego, la declinación del físico, el reinado de los achaques, y muchas veces en
el orden moral y hasta social, la condena expresa o tacita del hombre viejo , a
cierta forma de ostracismo. Ya sea por parte de la sociedad y en casos mas
penosos, de su propia familia. Y eso no es burla, sino preocupación, apoyada
tal vez en una anécdota, pero preocupación al fin porque aquí también en
nuestro país como en muchos otros, el viejo o el anciano, que ya no tienen sitio en sus casas, o
molesta en el sitio que ocupa, no tiene donde ir, donde refugiarse, donde pasar
sus últimos años sin la dolorosa sensación de ser una carga y una molestia.
Mario Halley Mora -
MHM