No queremos ser iconoclastas ni desmerecer
esfuerzos honrados y voluntariosos, como tampoco desconocer buenas intenciones,
pero creemos que en ciertos emprendimientos, lo lógico, lo prudente y lo justo,
es hacerse asesorar por los que saben o no soslayar el trabajo de profesionales
cuando estos son necesarios. Esta
reflexión viene a cuento, como consecuencia de haber visto por televisión,
días, atrás, la inauguración de un monumento en una progresista ciudad del
interior, realizado con una noble intención pero lastimosamente con poco
criterio artístico. La obra en sí, no refleja el contenido histórico del hecho
que se quiere rememorar, y sumado a ese defecto
tiene detalles infantiles de una gran vulgaridad, como la presencia
gratuita de unos desubicados cisnes de yeso, del tipo que se vende en plaza y que muchos nuevos ricos
gustan instalar en sus jardines, junto a pintados gnomos y otras simplezas de
la misma laya. Desde todo punto de vista, loable es perpetuar las grandes
fechas y los grandes, hombres de nuestra Historia, pero ese mismo compromiso debe
ir acompañado de la intención de que en el orden estético, el diseño y la estructura del monumento
adquieran el decoro, la galanura, las bellas proporciones y la imaginación
creadora que son capaces de darles los profesionales y artistas, que tenemos en
abundancia en nuestro país y a los cuales debe recurrirse. Tenemos arquitectos
que se han preocupado, en sus últimos cursos universitarios, de peregrinar por
Europa y los Estados Unidos para enriquecer sus conocimientos; y que ahora,
por, cierto, deben estar en óptimas condiciones para colaborar con quienes, les
soliciten. Tenemos artistas plásticos de renombre internacional que, no dudamos,
se han de prestar gratuitamente a contribuir con ideas, con bocetos, con
dirección, asesoramiento y hasta ornamentación
adecuada de las piezas recordatorios que se quieren instalar. Ellos conocen su profesión,
practican su arte, se ejercitan en la búsqueda
de lo bello, y dentro de lo bello, tienen la habilidad para expresar lo simbólico,
lo permanente o lo eterno. Desperdiciar su aporte o sencillamente olvidarlos,
revela poca inquietud y cierta forma de
soberbia, sobre todo cuando se cree que un “monumento” puede ser diseñado y
construido con un oficial albañil (sin desmerecer al oficial albañil) lleno de
voluntad, pero huérfano de riqueza cultural y de imaginación.-
Mario Halley Mora - MHM
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