Desde días atrás había venido observando
que mi amigo Mateo tenía el rostro adusto, preocupado, como de insomne, tanto
que el hombre, que se a afeitaba pulcramente a diario, tenía una barba de tres
días cuando me encontré con él en la calle.
Yo - Hola, viejo, perdoname, pero te
veo algo desmejorado.
Mateo - ¿Se me nota?
Yo - A la legua, hermano.
Mateo - Es que las cosas no van bien
por casa.
Yo - Bueno, si es una versión domestica.
Mateo - No, no. Puedo contarte, así
pierdo un poco de presión.
Yo - Claro, si hay problemas, hay
que hablarlos. ¿Qué pasa?
Mateo --Es mi señora, Miriam. Ha
comprado una tijera de podar. Así de grande.
Yo - ¿Y qué tiene de malo que Miriam
haya comprado una tijera de podar?
Mateo - Es que en nuestro jardín
apenas tenemos un croto raquítico. También ha comprado un cuchillo de trinchar
Tramontina, grande como para destripar un buey.
Yo - Cosa de mujer . . de su casa . . .
Mateo - Es que ella no cocina nunca.
Cocino yo. Y Dios sabe que no necesito semejante cuchillo en la cocina. Y está
también la tijera de podar . . .
Yo - Para algo le servirá la tijera
de podar. Las mujeres son imaginativas.
Mateo - Ahí está el asunto. Es que
ella estuvo viendo la tele un día. Yo estaba preparando mi cena en la cocina, y
de pronto ella pegó un aullido de alegría, saltó como un hincha de Cerro cuando
su equipo mete un gol, y llorando y riendo fue abrazarse con la vecina.
Yo - Habrá visto una noticia importante.
Mateo - ¡ Horrible!
Yo - ¿Pero que noticia?
Mateo - Que absolvieron a la chica
que le cortó el pájaro al marido. Nunca le vi tan feliz.
Yo - Y dejala...!
Mateo - Es que después nomás compró
la tijerota de podar, y sólo tenemos un croto. Y el cuchillo ese que parece una
espada de Samurai.
Yo - ¿De modo que...?
Mateo -No duermo desde entonces.
Yo - ¡ Por favor, esperar eso de Miriam!
Mateo - ¿Viste la carita de pollito
mojado de la corta-pene?
Yo - Creo que estás paranoico.
Mateo - ¿Por que compró la tijera de
podar si sólo tenemos un croto? ¿Para qué el cuchillo de acero especial que
nunca pierde su lo según la propaganda?
Yo - ¡Y eso te produce insomnio y
angustia! Es increíble!
Mateo - Te voy a confesar. Me compré
cuatro calzoncillos anatómicos de invierno, tipo esquimal. Para dormir me pongo
los cuatro. Por si acaso, el cuarto al
revés, así se confunde en la oscuridad.
Yo - ¿Temés que te corte el . . .?
Mateo - Exactamente. Después del juicio
de la chica, ya van cuatro penicidios. ¿No lees los diarios?
Yo _- Un momento. Vamos a poner en
claro. La chica esa, Bobbit creo, sufría mucho. Su vida sexual era terrible. Su
marido la violaba. ¿Haces vos lo mismo con Miriam?
Mateo - No, es al revés. Yo no violo
a Miriam, más bien la desviolo. Voy al otro extremo, caí en la rutina matrimonial,
o sea casi no le doy pelota, literalmente. ¿Ves que es al revés?
Yo - ¿Cómo al revés?
Mateo - Según leí, un sicólogo dijo que
la chica le cortó el pene al marido, destruyendo casi simbólicamente un
instrumento de tortura.
Yo - ¿Y bien?
Mateo - En el caso especial de las
relaciones sexuales, la tortura puede ser tanto por exceso como por carencia.
Preguntale a Alicia.
Yo - De modo que vos... con ella...?
Mateo --Muy de vez en cuando, te
repito. Además, no sé cómo ella siempre se entera de algunas aventuritas. Y eso
también convierte al pájaro en instrumento de tortura sicológica. Ella es moderna
y lee mucho, che.
Yo - ¡Pero Mateo! Vamos a racionalizar.
Supongamos que Miriam soporte un déficit penal, de pene, no de pena. ¿Porque va
a hacer semejante barbaridad y quedarse sin nada?
Mateo - ¿Y vos le llamas a eso racionalizar?
Es cuestión de aritmética, hermano. Si me corta y lo arroja a la basura yo ya no
tengo repuesto, ella se puede conseguir otro, más activo.
Yo - Bueno, en última instancia te
lo pueden volver a implantar, como al marido de la ecuatoriana.
Mateo - ¿Con la cantidad de perros
hambrientos y gatos vagabundos que hay en el barrio? ¡Por favor! Ya me veo
sangrando y destripando gato en rescate de mi héroe de cien batallas.
Yo - Me parece que está exagerando,
Mateo -¡ Si te cuento!
Yo -¿Hay más?
Mateo - Ella sacó el cuadro de San
Miguel Arcángel de nuestro dormitorio
Yo - ¿Puso otro santo?
Mateo - No, puso la foto de la Bobbit.
Este . . . decime. ¿Puedo dormir esta noche en tu casa?
Le dije que no, que no tenía espacio
para alojarlo, con cierto sentimiento de culpa, porque . . . ¿Para que compró Miriam una tijerota
de podar si sólo tienen un croto, y un cuchillo de trinchar si no cocina?
Además, Mateo., de ser cabezudito, lo es.
Mario Halley Mora - MHM
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