Hace 29 mil años, Umo se despertó,
en su cueva con el canto de los pajaritos. Gruñó de disgusto al ver que su mujer
no se había despertado para encender el fuego. Rebuscó por el piso de la cueva y
encontró un pedazo frio de carne que devoró como desayuno, luego se desperezó,
aferró el garrote y salió a buscar una pieza de caza con que alimentar a su familia
ese día. Hoy, 200 siglos después, Jorge se, despertó con el timbre del
reloj-alarma, fue al año, se dio una ducha, se vistió y fue a la cocina a ver
si le habían preparado el desayuno. Gruñó con disgusto porque su esposa aun dormía.
Bebió un café con leche frio, agarró su portafolios de ejecutivo de Seguros, y
salió también a ganarse el pan de cada día. Quienes hablan de “esta cambiante
vida” deberían reflexionar un poco sobre las existencias de Umo y de Jorge,
como cortadas con la misma tijera. . . con veinte mil años de diferencia. Las
obligaciones del hombre moderno, de Jorge, son exactamente las mismas que las
de Umo, el troglodita: salir a buscar la pitanza, cada uno a su manera. Umo
buscando caza, Jorge cazando clientes; Umo habrá tenido que afrontar peligros,
como él con gliptodonte carnívoro o con
un tigre diente de sable, ambos dispuestos a comérselo. Pero Jorge también ha
de enfrentar peligros, como que un ómnibus cruce la luz roja y le aplaste al auto y a él adentro. De
modo que los mismos peligros acechan a ambos cazadores, y lo que cambia solo es
el decorado, la selva – selva para Umo y la selva de asfalto para Jorge. Pero
allí no termina el parecido. A Umo ya le sucedió más de una vez que después de
dejar frio de un garrotazo a un antílope tras una fatigosa persecución, se le presento
aquel grandote y abusivo de Oko que pretendió arrebatarle la presa, y Umo la
tuvo que defender a mordiscos y garrotazos. Otras veces no salió tan bien
librado porque Oko tenía la ayuda de otros tres trogloditas, y Umo tuvo que
batirse en retirada, dejando el botín. Jorge también puede quejarse de lo mismo,
y son incontables las veces en que otras Compañías de Seguros le han arrebatado
el cliente bajando deslealmente la prima y extendiendo el amparo, pero a veces
se desquitaba haciéndole la misma trampa a sus competidores, de la misma manera
que Umo se dio maña más de una vez para dejar a Oko sin carne y pateando de
rabia la tierra. En fin, que al parecer todo sigue igual, y estamos aprendiendo
a mirar con descreimiento a los que nos hablan de “progreso del género humano”
Mario Halley Mora - MHM
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