Nunca faltan lenguaraces, especialmente en los círculos
del arte y de la bohemia, donde, contra todo lo que se puede pensar, las envidias
son más turbias, las competencias más feroces, las autoestimaciones más infladas,
los resentimientos más letales y las enemistades más agudas ....pero mejor
disfrazadas, que en cualquier otra parte. Y precisamente fué un lenguaraz el
que nos vino con la noticia, o el chisme, o lo que sea, que el poeta que más
admiramos (y que seguiremos admirando pese a todo) el amigo que dos veces se
jugó por nosotros asi como nosotros nos jugamos por él sosteniendo su
excelsitud poética insuperada ...en una reunión de intelectuales, echó pestes
contra nosotros, diciendo algo así como que es más saludable tenernos bien
lejos que cerca, como si padeciéramos alguna forma de lepra moral. Al
principio, no quisimos creer aquello, pero el lenguaraz insistió y repitió algo
que dijera nuestro gran poeta, que sólo podíamos conocer él y nosotros, y no podía
ser invento de ningún chismoso, de modo que no tuvimos más remedio que creerle.
Y sentimos una pena inmensa y por qué
no, esa especie de anonadamiento que debe sentir quien siente caer el rayo
sobre su cabeza. Pero aún así, hicimos examen de conciencia, tratando de
descubrir algún gesto nuestro, alguna conducta, algunas palabras dichas en mala
hora, que podían haber ofendido a nuestro amigo. Y no encontramos nada. En
realidad, no nos une una amistad muy cercana, con un trato diario, íntimo, sino
más bien (hasta hace poco, claro) un alto sentimiento de ida y vuelta, de admiración,
de estima, de confianza en la inteligencia de uno y del otro. Por otra parte,
con nuestro carácter "avá" (como dice Ernesto Báez) nuestros amigos
son pocos y escogidos, y no tenemos con nuestro admirado poeta amigos comunes,
a lo que es igual, enemigos comunes que pudieran llevarle un chisme, esta vez
de aqui para allá. De tal suerte que a la maligna información, correspondió de
nuestra parte una profunda extrañeza. De ciertos espíritus selectos no
esperamos nunca golpes bajos, y cuando ellos se producen, nuestro propio mundo
interior, sostenido por creencias de delicado equilibrio se tambalea y
erosiona. Pero precisamente en homenaje a ese equilibrio interior nuestro, y de
nuestra fe en los hombres de riqueza de alma, preferimos pensar que el mal
recuerdo con que nos fulminó, no fue sino resultado de un momento de ofuscación
o de un chisme. Otra explicación no cabe.
Mario Halley Mora - MHM
No hay comentarios:
Publicar un comentario