Cuando la última de las tres hijas
de don Liborio y doña Marta se caso, no sucedió lo que suele verse en el folclore
teatrero, con la casa vacía, la mesa del comedor donde sobraban sillas, y un
airecito de tristeza anticipando la soledad de los viejos. No sucedió así,
porque don Liborio, que al perecer venia esperando su oportunidad de soltar
amarras, cambió. Se tiño las canas, se compró ropa juvenil, vendió el viejo y
servicial Chevrolet y se compró un poderoso Honda de color detonantemente rojo.
En suma, don Liborio vio abiertas las compuertas de una segunda juventud libre
ya de responsabilidades paternales. Ña Marta no quería creer las noticias que
le traían virtuosas e indignadas amigas.
Que don Liborio iba hacia San Bernardino con una rubia. Que don Liborio
comiendo empanadas en el Lido con una morena llena de curvas. Y hasta don
Liborio bailando en un discoteca con una brasilera negra llena de dientes y
minifalda pigmea.
El mazazo cayó sobre la buena de Ña
Marta cuando Liborio le pidió el divorcio, dijo que todavía era joven para
vivir su vida, y se casaba con una señora divorciada 30 años menor que él. ¿
Lloro, pataleo, fue a quejarse a sus hijas doña Marta?. No, no hizo nada de eso.
Se limito a escribir una carta a la futura esposa de su esposo.“Mi querida señora. No le escribo para quejarme
ni para reprocharle. Mi marido tiene razón. Debe vivir su vida y si Ud. le
ofrece algo mejor que yo, en buena hora. No le guardo rencor, señora, y en
prueba de ello quiero facilitarle la tarea de hacerlo feliz. Nuestro Liborio no
es joven, sino ya va para viejo, y eso supone para Ud. algunas responsabilidades.
Por ejemplo, por su colesterol, no debe comer frituras, ni pastas ni pan ni
masitas por su azúcar alta y Ud. sabe lo terrible que son los hidratos de
carbono. Como buena esposa Ud. debe acompañarle en su dieta de carne magra (por
la urea), pescado flaco ( por las lípidos) y pollo hervido sin sal,
preferentemente (por la presión). No se escandalice mucho si cuando se acuesta,
aunque sea verano, se ponga una faja de indio, porque sufre de frialdad de
vientre y si se enfría amanece con diarrea y malhumor. Recuérdele que tiene que
hacer su radiografía del colon. Como el pobrecito tiene problemas de circulación
en las piernas (creo que también varices pera él niega), debe ponerle una
botella de agua caliente todas las noches en los pies de la cama. Y en cuanto a
la sinusitis alérgica que sufre, es mejor que ya no use nada de frazadas de lana,
sino de algodón. También debe descartar de su tocador todo lo que tenga talco,
porque cuando el aspira talco estornuda como loco y entonces tiene que tener
listo el aparatito inhalador cargado con Esencia de Eucaliptus, y después haga
que se acueste, póngale en la nariz sus gotas de Nafazolina y caliente sus senos nasales con Mentholatum.
El muy coqueto capaz que lo niegue, pero cuando le agarra la sinusitis debe
dormir con una boina de liña cubriendo bien la frente. Un baño de asiento antes
de ir a la cama ayuda mucho a aliviar los síntomas. A propósito del tocador,
solo soporta el jabón nacional de coco y ni le ocurra regalarle uno de esos
antisudorales a bolilla que le provocan unas reacciones en el sobaco que se
llena de granos y se pasa días rascándose como un mono. Use alumbre y limón.
Por el bien de nuestro Liborio, simule dormir cuando él se levanta de noche por
sexta o séptima vez a hacer pis, porque sucede que tiene riñones de
funcionamiento nocturno, pero tenga cuidado que al levantarse se ponga las
zapatillas porque si camina descalzo en el piso frio, amanece con dolores en la
pantorrilla y punzadas de garganta y oído, de modo que en el botiquín Ud. debe
tener listo alcohol alcanforado para friccionarle la pierna, y Azul de Metileno
para aliviar sus amígdalas irritadas y taponcitos de algodón con aceite de
oliva paro los oídos. Nunca le de antibióticos porque le produce ictericia, ni
aspirina porque le produce acidez. Si tiene fiebre, hiérvale una horchata de
semilla de sandia y dele con limón. Acostúmbrese a ponerle las medias y atarle los cordones del
zapato, porque padece de un lumbago latente y de repente queda doblado en dos
durante días y con un humor insoportables, reclamando a cada momento su bolsa
de agua caliente. Yo pienso que Ud., porque es mas joven y más vigorosa que yo,
sabrá disciplinarlo en sus costumbres, como cuando entra al baño y usa el
primer cepillo de dientes que encuentra, que generalmente es el mío, y resulta
algo desagradable saberlo especialmente porque él tiene paladar postizo. Espero
de todo corazón que Ud. no pase el calvario mío de encontrar su cepillo de
cabello y su peine llenos de caspa de Liborio, que es muy descuidado en estas
cosas pobrecito anga.
Descubrirá
también Ud., mi querida señora, que Liborio ronca mucho cuando duerme. Sus
ronquidos empiezan con un zumbido piano piano y termina con un estruendo de
cuerdas bronces como al final de la
opera. El Crepúsculo de los Dioses. Sinceramente, nunca pude acostumbrarme a
esos ronquidos, y espero que Ud. si, por la tranquilidad y la felicidad de la
nueva pareja. A propósito, cuando ronca y no le deja dormir, no se le ocurra despertarlo,
porque despierta de golpe y pega una patada en cualquier dirección. Yo no le desperté
mas desde que me rompió una costilla. Bien, mi querida señora, como ve, he
aceptado mi derrota ante una mujer más joven y linda. Es lo natural. No le
deseo mal y espero sean muy felices. Atentamente. Marta."
No fue nada raro que cierto tiempo después,
don Liborio anulo el juicio de divorcio, y dijo a ña Marta que lo pensó mejor,
y se quedaba en casa. Ña Marta no dijo nada, pero estaba segura que quien lo pensó mejor fue la otra.
Mario Halley Mora - MHM
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