La mañana del domingo fue insólitamente
luminosa y templada. Como quien dice, los domingos nos levantamos más temprano
para holgazanear más tiempo, aunque eso es nada más que un decir en periodismo,
porque para el periodista el domingo no existe. Sin embargo, estábamos ya a las
siete, sentados al sol, leyendo los diarios del día con sus atractivos
suplementos, cuando se acercó a nuestro portón un chico de no más de doce
años, que traía un grueso cuaderno. Preguntó
con madura cortesía si podíamos dedicarle un poco de nuestro tiempo, y le
dijimos que según de qué se trataba. El chico, con gran desenvoltura, nos
informó que había escrito una novela, y nos pedía nuestra opinión. Nos resultó
sorprendente semejante precocidad. Escribir una novela a los doce años es algo
insólito, por lo que nos sentimos picados en nuestra curiosidad y consentimos
en echar æ vistazo a su pieza literaria. Nos alcanzó el cuaderno que traia, de cien
hojas, donde estaba manuscrita la novela en cuestión. Abrimos en la primera página,
y alli había una dedicatoria: a mi padre y a mi madre, con amor. Buen comienzo,
pensamos, y pasamos a iniciar la lectura. La novela, empezaba asi: "Mis
padres murieron cuando yo tenia apenas un año”. Alli ya me detuve, y le hice la
primera observación: "Es un comienzo demasiado fuerte, demasiado cargado,
demasiado dramático", a lo que él me respondió: "Es que es
cierto". De golpe, me vino a la mente aquella premisa de que siempre, o
casi siempre, la novela de un primerizo tiende a ser autobiográfica "Quieres
decir que sos realmente huérfano ¿desde tan chiquito?" le pregunté, y me
contestó afirmativamente, y agregó: "he sido criado por mi abuela, porque mis
padres murieron en un accidente en el Alto Paraná". Un poco enternecidos,
porque somos incurables sentimentales, seguimos leyendo la novela. En ella,
sencillamente, el chico contaba su vida, con un buen manejo del idioma, y desde
luego sin mucho vuelo literario. Pero
recordamos algo que leímos en alguna parte la sinceridad y la espontaneidad son
también formas de belleza literaria", y volvimos a leer aquello con una nueva
perspectiva, con un resultado angustiante. Mucho hemos leido sobre la orfandad,
escrito por grandes autores, pero nunca, sobre la orfandad descrita, en ESTADO
PURO, por un huérfano de veras. Fue así que, de repente, caímos en la cuenta de
que teníamos entre manos, una pieza única. Pedimos al chico que nos dejara el
cuaderno y lo estamos leyendo con al atención y el respeto que merecería un
gran libro (continua mañana)
Mario Halley Mora - MHM
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