En un interludio un
tanto fúnebre estábamos leyendo una antología de poemas sobre la muerte,
lectura no muy propicia para un luminoso fin de semana pero que de hacerla, la hicimos.
Y allí, en uno de los poemas, leímos que "sólo a los muertos les cabe
escuchar la música del Tiempo". Aquello, nos hizo recordar algo de Tagore
que decía más o menos en un poema que "el silencio es la música de la Eternidad”
variando un poco la idea anterior. De todos modos, nos quedamos reflexionando
sobre esa idea tan bellamente expresada, de que el Tiempo o la Eternidad,
tienen música. Desde luego, una concepción poética, fantasiosa o lírica que debe
sobrepasar los límites del absurdo, y llevarnos a una aceptación completa, para
envolvernos en toda su belleza, que ha sido descubierta por otros escritores y
poetas, a quienes creímos alguna vez cuando descubrieron, la "música del
Tiempo" (o de la Eternidad) en el murmullo del agua al correr, o en el
susurro del viento, y hasta otros más tremendista en el rugido del volcán “surgido
con ardiente furia desde el seno de las edades primordiales de la Tierra".
Sin embargo, un antiguo recuerdo nos trajo a ejemplos más realistas, cuando
hace muchísimo tiempo, fuimos de visita a un pueblo que ya no recordamos, que
quedaba, eso sí, sobre las vías del ferrocarril. Allí, conocimos al cura
párroco de entonces .... que tenía un "hobby": coleccionar relojes
con carrillón, antiguos, de pie o de pared, y componerlos. En una pieza de la
casa parroquial, tenía como 40 o cincuenta relojes, todos funcionando, y para
nosotros, resultó toda una experiencia sentarnos con él a esperar que dieran
los relojes la hora, específicamente, las doce del mediodía. Aquello si que fue
un sobrecogedor concierto de bronces de todos los tonos y matices, con medio centenar
de relojes dando doce campanas, todos al mismo tiempo. Fue tan mágico aquel momento
que nos pareció que perdíamos contacto con la tierra y con la realidad, e
íbamos flotando sobre sonoras ondas por "el inmenso Mar del Infinito",
como dice Camilo Flammarión. Y hoy, en cuanto a la "música del Tiempo, o
de la Eternidad" nos inclinamos a soslayar todo lo leído, para remitirnos
a la colección de un humilde cura de campaña (que ojala siga completa) de
relojes que al dar la hora, despiertan una emocionante sinfonía que, esa sí, en
“vivo y en directo” como se dice hoy, nos ofrece la magia estremecedora de la “música
del Tiempo”
Mario Halley Mora -
MHM
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