sábado, 8 de septiembre de 2012

Comentario í: Nuestro pekinés tuerto


Es desde todo punto de vista claro que quisieron imitar al cine o a la televisión, y de esto surge nuevamente la "influencia" que estos medios de comunicación ejercen, y que resulta negativa cuando ejemplifica y enseña cómo se realizan actos delictivos. Nos referimos a los tres ingenuos de que nos habla la crónica policial, y que "planearon" ramplonamente un secuestro nada menos que para cobrar un rescate de 200 millones. Leyendo la crónica policial publicada por los diarios, se nota la "influencia" de la TV o el cine. Ahí están los elementos clásicos, el auto con chapa robada, las máscaras, las cuerdas, las cadenas, la casa alquilada para "prisión del secuestrado"; las cartas pidiendo rescate y amenazando la vida del secuestrado y las instrucciones de que el pagador vaya en auto, "con la ventanilla baja" y cuidadito de que no vaya seguido por otro coche sospechoso, todo, copiado de los films policiales. Lástima para tan torpes personajes, que no tuvieron en cuenta una diferencia fundamental: la realidad es siempre distinta a la ficción, de modo que cometieron errores que parecen cosa de comedia desde el principio mismo de la "operación", como el "acecho de la víctima", tan poco cauteloso que bastó que una inocente ama de casa, que no sabe nada de secuestros, se diera cuenta de la actitud sospechosa e informara a la policía, que no tardó en aparecer para desbaratar el plan antes de que comenzara siquiera. Mucho más inteligente que estos tres, es un vivaracho muchachito con quien vivimos un episodio. Resulta que somos dueños de un pekinés tuerto, amable y juguetón, anciano ya, que para nuestra desesperación desapareció un día. Como el barrio está plagado de "yaguá salida" pensamos que se sintió tentado de "probar suerte" y lograr algo a pesar de su condición de enano y de lo literalmente, bravo de la competencia, pero se extravió. Hicimos correr la voz entre los muchachos del barrio de una recompensa de diez mil guaraníes y para nuestra alegría, al dia siguiente vino llegando un chiquilín flaco, y astroso, con nuestro amado pekinés tuerto en brazos. Pagamos la recompensa, y el chico se fue muy contento. Entonces se acerco una vecina nuestra y refiriéndose al chico nos pregunto “Se arrepintió el muchachito?” “ De que habría de arrepentirse?”, le preguntamos a nuestra vez, y nos contestó: “Pero si fue el mismo quien se lo llevó, yo lo ví”. Estábamos pues, en presencia de un aprendiz de secuestrador, que como Dios manda se inicia practicando con los perros. Y puede tener un buen porvenir en el oficio.
Mario Halley Mora - MHM

Comentario í: Excombatiente del Chaco


Domingo, día de contar una historia, y vamos a quitarle lo de "anodina" porque muchos lectores nos dijeron de que historias al parecer sin relieve, son mas importantes de lo que parecen. Como por ejemplo el que nos cuenta un excombatiente de la guerra del Chaco, en cuya unidad revistaba un cabo valiente y de gran iniciativa, de quien sólo recuerda el apellido, Olmedo, y que participó en una escaramuza contra los bolivianos cuando estaba de patrulla, y nunca regresó. No le dieron por prisionero, sino por muerto, porque sus compañeros sobrevivientes informaron que lo habían visto caer, herido en la cabeza. Tiempo después de terminar la guerra, y ya después de que se hicieran los intercambios de prisioneros, sin que tampoco apareciera Olmedo, nuestro informante recibió la visita de la madre del cabo, diciéndole que estaba segura que su hijo vivía, y que la ayudara a hacer las gestiones del caso, para encontrarlo en Bolivia. El ex-jefe le replicó que él estaba seguro de que Olmedo había muerto, porque en el intercambio de listas de prisioneros, nunca figuró Olmedo. Sin embargo, la madre, madre al fin, no perdía las esperanzas y enfatizó que ella "soñaba" con su hijo, y "sabía" que estaba vivo. Dos años después - nos sigue contando - él se encontraba en la cancha del Club Olimpia, mirando un partido, cuando en el descanso se le acercó un ciudadano y le saludó: "Mba'eicha pa mi Mayor". Lo miró, era Olmedo, que le contó su historia. Efectivamente, le habían herido muy malamente en la cabeza, y cayó prisionero. Inconsciente, fue llevado a un hospital de campaña, y luego, a un hospital de Cochabamba. Decía que "fue operado", pero no recordaba nada, ni siquiera su nombre, aunque en lo demás, todo era normal. Como era, vivo e inteligente, se quedó como enfermero en el Hospital, y cuando terminó la guerra, se quedó en Bolivia, porque aunque sabia que su país era el Paraguay, no tenía noción de su identidad, ni de su casa, ni de su familia, y en Bolivia tenia amigos . . y termino como chofer del mismo medico que lo había operado.La memoria le volvió de a poco. Poco a poco, su nombre, su rancho, el rostro de su madre, fueron saliendo de las profundidades . . . hasta que se aclaro todo.Su patron le ayudo con dinero, y volvió. Terminada su historia, su ex-jefe le preguntó como había reaccionado su madre ante su aparición, y el otro le cntesto con tristeza: “Murio seis meses antes que yo volviera”. Lastima, porque esta historia hubiera tenido un final feliz.
Mario Halley Mora - MHM

Comentario í: La vida y después de la vida.


 El compromiso de contar una “historia anodina”, nos resulta difícil incluso nos inclina al, plagio, como vamos, á  hacer ahora, confesadamente. Y la que vamos a plagiar, no es precisamente una historia anodina, sino uno de esos "casos" reales que nos hacen reflexionar sobre los misterios de la muerte. Ocurre que escuchábamos Radio Ñanduti, cuando llamó una señora a contar un caso extraño. Que ella (la señora) tiene un taller de costura, y una empleada que ella y su anciana madre, apreciaban mucho con un amor que tenía algo, de lástima, porque la empleada, al parecer, era muy desgraciada en su matrimonio, y sufría mucho. La anciana madre de la señora, alentaba a la joven empleada, la consolaba, y le enseñó que en la devoción del Corazón de Jesús encontraría confortamiento, paciencia y consuelo para sus males. La joven siguió el consejo, y efectivamente, en el amparo de la re, encontró la forma de hacer más llevadera sus desdichas. Pasó el tiempo, la anciana señora, después de soportar una enfermedad paralizante, murió. Al cabo de tres años, la joven mujer, que seguía trabajando en el taller de costura, concibió un hijo, y cuando estaba embarazada soñó a la anciana señora en su lecho de enferma. Tal como sucedía en la realidad, la enferma se le apareció imposibilitada de hablar, tendida en su lecho. Sin embargo, en sueños, ella elevaba una y otra vez sus manos señalando hacia arriba, quizás el cielo, y luego, con los dedos, le expresaba, siempre en sueños, la cifra seis. La joven mujer se lo contó a su patrona, es decir, a la hija de la anciana fallecida, e interpretaron que la difunta estaba pidiendo que como todos los años, hicieran oficiar por ella una misa, el dia 6 de setiembre. Breve tiempo después, el embarazo de la joven empleada llegó a su término, nació una nena el 5 de setiembre, y el 6, al dia siguiente, por complicaciones post-Parto, murió la madre. La Moraleja que la señora saca de esta extraña serie de acontecimientos, es que desde el Más Allá, su anciana madre "le estaba diciendo a su protegida espiritual, que justamente el 6 de setiembre, se encontrarían para toda la eternidad en las luminosas vastedades del cielo, y que ambas gozarían de la vida eterna, quizás a la sombra consoladora del Corazón de Jesús, objeto de la devoción de las dos  . . . en la vida y en la muerte. Caso un poco trágico, pero que en esta mañana de domingo, como dijimos, nos lleva a esas reflexiones siempre necesarias al espíritu, de una vida y después de la vida.
Mario Halley Mora - MHM

Comentario í: Cosas de animales


Como juega el gato maula con el mísero ratón", dice la letra lacrimosa de un viejo tango, cuando el dolorido y rechazado amante reprocha a la "mina" su crueldad gatuna, y desde luego, su soberbia de convertirse en un ratón al que "ayer nomás amaba", lo que por otra parte no es una novedad, porque foro mas de convertir en ratón al hombre, en el repertorio de las mañas femeniles existen muchas. Pero el tema nuestro es otro, o quiere serlo, pues en un libro de curiosidades que trata de explicar todo científicamente, y de paso, liquidar fantasías y leyendas, leímos que el perverso juego del gato que atrapa a una laucha, de tenerla apretada, dejarla ir unos metros, atraparla de nuevo, tenerla clavada contra el piso, etcétera; no es de parte del gato una forma de crueldad, sino una receta culinaria, si así puede decirse; porque ocurre que mientras más dure el terror de la pobre laucha, más adrenalina segrega su organismo y a su vez, la adrenalina, vuelve más tierna la carne que el minino se apresta a consumir. Al leer semejante cosa inmediatamente ponemos cara de descreídos y nos decimos a otro perro con ese hueso, vaya pretensión de hacernos creer que el gato tiene semejantes conocimientos científicos. Pero después reflexionamos sobre el misterio de la capacidad de orientación de las palomas mensajeras, como las golondrina del Paraguay, se aleja en invierno para ir pasar el verano, nó en Camboriú ni en Punta del Este, sino en  Australia, nos inclinamos a dar también al "gato maula" su cuota de genial instinto animal y a pensar que todo depende de la interpretación que demos a las cosas, . . . como cuando nos admiramos que la comadreja "lava" en agua cuanto alimento va a consumir, y luego nos explican que el tal lavado no existe, sin que la comadreja no sabe beber agua y beberla con su alimento es el único recurso. De todas maneras, el "gato maula que juega con el mísero ratón", ha pasado a ser una figura literaria - clisé que solemos usar para expresa la idea de la crueldad no solamente de las "minas" caprichosas sino también del usurero que nos chupa la sangre, el patrón que nos explota, el jefazo tiránico que nos atormenta, y otras muestras de "crueldad inteligente" que pone muy debajo en la escala de vida al hombre, el comparación con el gato que sólo es cruel por instinto, aunque la laucha piense distinto. De modo, amigo lector que cuando se sobrecoja ante el espectáculo de un gato atormentando al ratón, respételo, está adobando su comida.
Mario Halley Mora - MHM