sábado, 14 de abril de 2012

Comentario i: La TV en un domingo de noche

El domingo de noche decidimos ser hogareños y quedamos a ver por Televisión un "clásico del Cine" y empezó la película y se veía un jugador de dados que ganaba fichas a montones y acariciaba una mano femenina y luego un poquito de la película y después una caterva de jóvenes fumaban Kuant como chimeneas y andaban en bicicleta entre todos y otro poquito de la película y aparecía una diva con el cabello como salido de una licuadora que iba a cantar en el Yacht Club y otro poquito del clásico del cine y enseguida una señora abría una alacena y ahí estaba un enanito de la "casa de junto" que enseñaba a matar cucarachas y arañas y otro poquito de la película, pero de pronto cambiaba porque se veía un machote bebedor de Whisky Golpar que saltaba en paracaídas, aterrizaba, subía a una moto aceleraba montaba un caballo y finalmente se quedaba con una rubia y entonces siguió unos segundos de la película y se cortaba porque el canal anunciaba su programa del lunes y después la película andaba otra vez pero poco porque se invitaba al televidente a vivir en el paradisiaco loteamiento de Caburé Ca'é y seguía la película y enseguida nomás el canal anunciaba el programa del martes y seguía la película pero ahí nomás aparecía una marca de vaqueros mostrando una colección de colas y seguía un poquito más la película porque el canal anunciaba el programa del miércoles y se veía otro pedacito del clásico de cine hasta que otro loteamiento nos ofrecía las delicias de vivir en la urbanización Payaguá Mascada y seguía la película y se cortaba otra vez para mostramos otra marca de vaqueros hecho con computadoras y a prueba de colas rotundas que no se descocían así nomás y seguía la película pero poquito porque el canal anunciaba el programa para el jueves y encima otra vez la cantante con el cabello de estopa coloreada para el Yacth Club y seguía la película, pero se cortaba enseguida, porque aparecía otra vez el insoportable enanito de la "casa de junto" y encima una tercera marca de vaqueros con más glúteos juveniles y seguía la película pero poquito porque por cuarta vez Arnaldo André posaba de pintón y abrazaba a una rubia al estilo RodoIfo Valentino y seguía la pelicula pero cortita porque enseguida Kuant en Sociedad nos anunciaba dinner danzant de la asociación de madres solteras y seguía la película y llegaba a la escena final en que comprendíamos la escena de por qué el protagonista destrozaba su televisor con unas ráfagas de metralleta.-
Mario Halley Mora - MHM

Comentario í: Trabajo de literatura

La jovencita nos dijo: "La profesora de Literatura nos encargó que hiciéramos un trabajo sobre una obra suya, Y me he permitido venir a verle porque necesito algunos datos para completar mi trabajo". Le preguntamos si debía hacer su trabajo sobre una obra teatral, y nos respondió que efectivamente, debía hacer un trabajo sobre una obra teatral. Seguidamente, le requerimos si ya había leído una obra teatral nuestra, como le pidiera la Profesora, a lo que respondió que todavía nó, pero que ya había conseguido el libro en una biblioteca. Le preguntamos qué libro, y respondió que "Los hombres de Celina"., y que ya empezó a leerlo. Quedamos un poco turulato!!. "En qué curso está?", le preguntamos. "En Sexto", nos informó. "De modo que está en Sexto curso y no sabe diferenciar una novela de una obra teatral?" Inquirimos consternados, a lo que ella nos replicó con inocencia digna de mejor causa: "¿y no son la misma cosa?". Nos armamos de paciencia y le explicamos a la chica las (infinitas) diferencias entre los dos géneros. No creemos que haya entendido nada, pero se fue, se hizo de un libro teatral, y volvió al tercer día, con un papelito donde estaba el cuestionario que le había dado la profesora de literatura, para responder, presumo, DESPUES DE LEER, MASTICAR Y DIGERIR la obra teatral en cuestión. Pero la pobrecita no lo entendió así, tal vez creía de buena fe que el trabajo que le dieron, era importunar al autor hasta que el autor respondiera las 10 preguntas que estaban dirigidas a ella. "Mire, señorita, le dijimos. Estoy seguro que lo que su Profesora espera es que Ud. haga el trabajo". Nos miró espantada: "V cómo yo voy a saber esto de característica de los personajes, argumento, ambiente, lenguaje Y que se yo?" "Pero no leyó la obra?". "Sí, leí" "Pues allí está todo". "Es que yo no entiendo nada de esto". Como aquello ya parecía el dialogo entre un mudo y un sordo, cortamos por lo sano. “Vaya y pregúntele claramente a su Profesora”. Y se fue. Pero ella, como otras que nos hicieron pasar la misma ordalía, nos dejo un regusto amargo cuando examinamos la calidad de una enseñanza (no solo de literatura, sino general) en la que se llega al sexto curso, a los umbrales de la Universidad, con una frustrante carga de analfabetismo mental. Como diría en su mágica interjección nuestro colaborador “Kure rai, Akai ro”
Mario Halley Mora -MHM

Comentario i: El sosiego y la paz

El hombre se sintió mal y fue al medico. El médico le diagnosticó gastritis ¿Fumaba? Nó. ¿Bebia? No. ¿Era comilón de asados grasientos o de poderosas pastas? No. Ando con sopitas y pollo sin piel. El médico entonces pensó en los frecuentes casos de enfermedades gástricas producidas por la tensión nerviosa, le dió a su paciente unas pastillas antiácidas y le dijo que tratara de “mantenerse tranquilo" durante una semana, que no almorzara ni cenara si se sentía irritado o cansado, y en fin, que tratara de evitar todos los motivos de suIfuraciones y rabietas o fue imposible. No logró que apagaran la TV a la hora de la comida, ni logró que no le sirvieran la sopa demasiado caliente, ni impidió que alguien tocara el timbre de calle justo cuando se sentaba a la mesa, ni evitó que un señor cuya llamada esperó toda la mañana en la oficina le llamara en su casa ... justo a la hora del almuerzo, ni dejó de escuchar la eterna discusión entre la mucama y la sirvienta, ahora que la moderna arquitectura pone a la cocina cerca del comedor, y a veces dentro, y mucho menos pudo evitar que pasara justo cuando estaba comiendo, el vehículo chipero con parlante, y el otro que vendía billetes de lotería. Se dio cuenta de que no tenia poder sobre las adversas circunstancias que se traducían en la quemadura gástrica que sentía atormentarle, y volvió al médico. Y el médico le dio un poderoso tranquilizante: uno al levantarse, otro después de comer, y un tercero al acostarse. Naturalmente, le medicó también para la gastritis. Ahora ha logrado la necesaria tranquilidad, pero es ese tipo de tranquilidad envasada, dosificada en miligramos y consumible por horas, que hace que el pobre paciente se sienta como flotando en un dulce limbo de indiferencia, la mirada apagada, el paso tardo y la sonrisa medio idiota del que no comprende bien lo que pasa ni lo que se le dice, esas películas de cámara lenta que vemos en la TV cuando nos quieren mostrar que un gol fué en orsay. Pero, humorismo aparte, resulta casi trágico que siendo la tranquilidad de valor terapéutico, no se la puede "tomar" hoy en su estado natural, sino hay que comprarla por frascos y consumirla en pastillas, como si en este medio moderno donde vivimos, pagáramos el precio del progreso con la perdida de los bienes mas caros al espíritu, el sosiego y la paz.-
Mario Halley Mora - MHM

Comentario i: Andamos demasiado politizados

“Che - nos dijo aquel buen amigo - por qué no aprovechás la popularidad de tu columna y hacés un poco de política". Pensé un poquito y le contesté: "Che, ¿no te parece que ya andamos un poco demasiado politizados y es conveniente dar al lector un poco de respiro? ¡Hasta los diarios "independientes" hacen política!". Y asi también damos una respuesta indirecta: a muchos que dicen que el autor de Comentario – í, le saca, salve sea la cosa a la jeringa. Por lo demás, tradicionalmente, nuestra página 24 pretende presentar una "diagramación equilibrada", es decir, una página donde quepa en lo posible, todo y para todos. Desde la bella estampa de la joven paraguaya, hasta Comentario - í, pasando por los chistes asuncenos de Valé, las enérgicas arremetidas de Poncho Pytá y los breves pero sustanciosos comentarios de Saguier Guanes. En esa página, cada sección cumple su función, y la de Comentario - í no es otra que distraer un poco la mente del lector de los problemas acuciantes, las tensiones del día, con una amable invitación a discurrir por otros caminos v con el ánimo de dar respuesta a aquella sentencia que dice a los preocupados y a los obsesionados que "la mejor forma de dar reposo a la mente no es nó pensar, sino pensar en otra cosa, si agradable, mejor". Un gran amigo y benefactor de quien esto escribe, hombre apasionadamente sumergido en múltiples problemas, ubicado en el centro de un verdadero remolino de intereses y codicias en el cual hay que mantener la mente alerta las 24 horas del día para no confundir amigos con especuladores de la amistad, nos ha confesado que conserva el equilibrio del espíritu y la salud mental recurriendo a los misteriosos, ritos del Yoga, y por esa vía ha encontrado el camino hacia un mundo interior, intocado y profundo, donde no llegan los ruidos y las fanfarrias del mundo "real". Pero nos ha contado también, que "lee Comentario - í como postre", y eso literalmente, porque realmente después de almorzar, cuando la buena digestión llama a un breve estado de pacifica modorra, encuentra como una "siesta intelectual" en nuestras a veces insulsas divagaciones periodística - literarias. Cosa que nos hace felices, porque nos dice que nuestra columnita en el rincón de la página no está demás. Cumple una función que es cierto, no es política, pero en el fondo es humana, porque es capaz de generar la misma sonrisa, y alguna vez la misma pena, del colorado, el liberal o el febrerista.-
Mario Halley Mora - MHM

Comentario i: El síndrome del deudor

En un banco norteamericano, el solicitante de un crédito se presenta a pedirlo. El gerente le pregunta para qué. El solicitante se lo dice, explica sus planes, muestra su estudio de mercados, exhibe los cálculos de rentabilidad. El gerente se entusiasma y el crédito sale como por un tubo. El mismo solicitante se presenta en Asunción ante un banco o una financiera. Apenas le preguntan para qué, no se interesan mucho en los planes, estudios ni factibilidades ni perspectivas de mercados, porque la cuestión central es ... " Qué garantías ofrece Ud?". Son dos filosofías distintas. Un banco norteamericano piensa que toda idea bien estructurada para ganar dinero, merece el riesgo, y que la garantía está en la factibilidad de la idea misma. Así se hizo potentado el astroso inventor de la punta metálica para los cordones de zapatos. La idea valía la pena, le dieron el préstamo, por la idea y los cordones de punta metálica cubrieron el planeta. Entre nosotros, la idea, la audacia, el rompimiento de la rutina, valen poco. Lo que vale es la garantía, la bendita garantía, es decir, la certeza de que si el negocio resulta se recupera la inversión, y si no resulta, están las "prendas" para recuperarla ... dos veces, por lo menos, o sea, que llegamos a la extraña paradoja de que para merecer un crédito, hay que demostrar que no se lo necesita. Quizás esas sean las razones por las cuales las ideas brillantes (valga el contrasentido) brillan por su ausencia, y que no hay pioneros ricos, como aquel que nos salvó de la fatigosa tarea de ensartar un cordón con punta de pelusas en el ojal del zapato. Además, nuestro sistema, que se refiere a bancos privados y financieras, provoca lo que podríamos llamar el "síndrome del deudor', un estado de ánimo caracterizado por la duda, el temor de ser acosado sin misericordia, de pagar la audacia de deber plata con el castigo de perder la casa, de quedar en la calle por una pura cuestión aritmética de vencimientos, aun cuando se demuestre que con un poco mas de tiempo, la empresa empezará a rendir ganancias. Sin embargo, no faltan algunos audaces que se sobreponen a este síndrome del deudor, y se lanzan a la aventura, y quizás triunfen, pero como la duda es corrosiva, el temor es stressante, el vencimiento terminante como un hito una fuente de agudas tensiones, el éxito vale poco y quizás se celebre sentado en un sillón de ruedas, o acostado en una cama de terapia intensiva
Mario Halley Mora – MHM

Comentario i: Leyendas urbanas

Yo no sé si es cierto, pero de repente empezó a circular una historia que se va repitiendo y repitiendo en distintas versiones, y uno las oye una y otra vez como aquella famosa del impermeables que el hombre le prestó en una noche de lluvia a una señorita desabrigada, y volvió a encontrarlo pulcramente doblado, en el nicho de una tumba. Esta es más reciente, y habla de una joven señora que fue a un sanatario a dar a luz a su bebé. Entró en la sala de partos, y el joven marido, haciendo la clásica figura del papá primerizo " fumando como una chimenea, y paseando una y otra vez por el pasillo, esperando el acontecimiento. De pronto, el hombre se ha puesto tenso, porque oye llorar un bebé. El chico ha nacido!. Se enciende la luz roja sobre la puerta: ¡Varón!. Poco despues, asoma el medico, con ese aire cansado con que salen todos los medicos, se quita la mascara, tiene una expresión extraña, pero no vacila en dar al joven padre la mala noticia: "mi querido amigo, siento informarle que .. . en fin, el chico es, .. digamos ... mogólico ". La sorpresa y la consternación enmudecen al joven padre. pero reacciona, su primer deber es con su querida esposa. Suplica al médico que espere antes de dar la noticia a la madre, es más, pide ser él quien le informe del desgraciado acontecimiento. Entretanto, alla adentro han estado aseando al bebé, sacandole del trauma de nacimiento, limpiándole, tomando con el, y con la madre, las providencias médicas del caso .Asoma una enfermera, que le susurra al doctor que le llama su colega, el pediatra que está con el niño. El medico partero vuelve a entrar. El joven padre no sabe qué hacer, ante la infausta nueva que le han dado, y rumiando está su desconcierto, cuando reaparece el médico: "Mire mi amigo, le dice, 'ha habido un error, no hay tal mala noticia. el chico no es mogólico ". El. padre primerizo suspira aliviado, vuelve a poner los pies sobre la tierra, pero el médico sigue ceñudo, y continúa: "no es mogolico ,. claro, pero ... bueno, es el caso que el chico tiene rasgos definida mente orientales". El padre traga saliva, piensa, reflexiona, suma dos mas dos y le dan cuatro, y ese exacto y aritmético cuatro, es el hecho de que su joven esposa trabaja, de secretaria ... con un empresario japonés. En fin, esta es la nueva historia que se incorporó al folclore asunceno desde hace poco, y que no morirá de vieja nunca, porque se irá repitiendo con los adornos y agregados de que le ponga la imaginación de cada uno
Mario Halley Mora - MHM

Comentario í: Los peligros de la TV

En una revista de los Estados Unidos, leemos un artículo que pasamos a resumir. En el canal de televisión de una ciudad del Este del país, se pasaba todas las tardes una serie para niños, cuyos protagonistas eran cinco muchachos, dos chicas que se hablan salvado de un naufragio, y habían logrado alcanzar una isla donde se refugiaron. La tarde de un jueves, se pasó un episodio en el que los chicos descubrían que en una isla cercana, existían habitantes que podían ayudarlos a volver a la civilización, Pero no había modo de llegar a la otra isla. Entonces, uno de ellos, el más inteligente, concibió que si tuvieran un "ala delta" (esa especie de pandorga en la que vuelan algunos audaces) podría llegar a la otra isla. Construyeron pues, con cañas de bambú y trozos de camisas, un rudimentario "ala delta", y el más audaz trepó a la cumbre de la montaña, se lanzó al vacío y voló hasta la otra isla, aprovechando las corrientes de aire. Desde luego, la escena en que el chico se lanzaba desde la altura y "Volaba" en el rústico artefacto, era nada más que un truco de laboratorio, o un "efecto especial" como se llaman a estas cosas. Pero Ned Harrison no lo sabía. Televidente de 13 años, creyó que aquello era real, que era posible construir un "ala delta" que volara, con cualquier tipo de material. Se decidió a construir su propio "ala delta", con la fantasía estimulada por lo que había visto en TV, y lo hizo con caños de plástico y algunas sábanas birladas a la madre. Lo hizo a escondidas, en la azotea de la casa de Departamentos en que vivía. Cuando terminó el artefacto, lo sujetó a sus espaldas, y se lanzó al vado desde una altura de siete pisos. Salvó milagrosamente la vida, pero quedó lisiado para siempre. El episodio, es narrado por la revista, como un caso arquetípico de los "peligros de la Televisión", especialmente para la mente infantil, que todavía no esta entrenada ni tiene la suficiente experiencia para diferenciar lo real de lo fantástico, lo posible de lo imposible, y es llevada a planos existenciales en que "pierde paulatinamente contacto con la realidad que lo rodea" según dice la revista, e incluso, la empuja a una suerte de emulación, como ocurriera recientemente en Inglaterra, donde una banda de chiquillas de 12 años, inspiradas en "Los ángeles de Charlie", asaltó un supermercado. Armadas sus integrantes, con cuchillos y caños de plomo.-
Mario Halley Mora - MHM

Comentario í: La palabra más corta con el significado más largo

La palabra más corta con el significado más largo, dice Jardiel Poncela. Se refiere a la palabra "si", pero no en su acepción de afirmación, sino de condicional. "Si" yo tuviera un espacio más largo que este rincón de la pagina ... ", suelo quejarme a veces. Y en ese "si", se encierra tal vez una intención, tal vez una disculpa anticipada por saber que allá en el fondo que "si" tuviera un espacio más largo, no sabría cómo llenarlo. El bendito condicional "si" es de tan ancho significado, que un gran poeta y escritor como Rudyard Kipling, aquel que creó en "El Libro de La Selva" a Mowgli, un ser humano criado por una madre Loba, en el que se inspiró Burrougs para su "Tarzán", Kipling, decimos, escribió su poema "IP' que es nuestro "si" condicional traducido al inglés. Recordamos con respecto a este "si" liberador a veces, tramposo a veces, que allá en nuestras épocas de cuartel había un ceñudo ofícial que nos prohibía usar el "si". ¡No me digan "si"! - rugía - "las cosas se hacen o no se hacen!". Esto, porque toda disculpa empieza con la palabra "si" ("si "mi fusil no estaba descalibrado .... "Si" mi zapatón no me apretara tanto .... ) Pero así como en el cuartel, el ajetreado "si" tiene innúmeras aplicaciones. Recordamos nuestro fallido y florido primer romance amoroso de nuestra juventud, y suspiramos ("si" no hubiera sido tan joven) y tal vez en nuestro futuro llegue otra instancia similar, aunque postrera, en la que también suspiremos, pero la razón contraria ("si" no estuviera ya tan viejo .... ). ¡Cuántas situaciones en la vida atrae día a día, hora a hora, el a Veces dulce, a veces agrio, a veces amargo, condicional!. Pasamos por aquella propiedad que alguna vez fue nuestra y la vendimos en un momento de apuro por una miseria ("si" no la hubiese vendido .... ) y nos ré muerde la riqueza que nos resbala entre los dedos. Algunos dicen con aire contrito: "Si" hubiera atendido mejor a mi vieja .... , pero ya en vano, porque hace rato la madre ha muerto. "Si" aquella vez hubiéramos sido más vivos .... "si" aquella otra vez hubiéramos sido menos sonzos .... "si" hubiera tenido a mano un buen amigo ... "si" no hubiera estado rodeado de serruchadores de sillas "si" esto, "si" aquello al final, descubrimos que a lo largo de nuestra existencia, posiblemente la palabra más usada, fuera ese "bendito si", disculpa, autocensura, atenuante, agravante, todo un repertorio de lo que fue posible y no fue, o de lo que parecía imposible, pero no lo fue.
Mario Halley Mora - MHM

Comentario i: Dejarse morir

En una revista Española, leemos la crónica de un caso curioso, ocurrido en Asturias. El protagonista es don Jesús Paradeda, un Jubilado de 81 años. El Caso es que el hombre se jubiló a los 65 años, de un cargo de cajero de Banco. Desde el día en que dejó de concurrir a la oficina, o a la Caja, inició un trabajo que le llevó nada menos que 16 años. Dicho trabajo, consistía en copiar a mano, con prolija letra de bancario, el texto completo de la novela "Don Quijote de la Mancha", de Cervantes. Acaba de terminar tan ímprobo como inútil trabajo, que donó a la Municipalidad de su pueblo, y los 23 cuadernos que llenó, son exhibidos hoy en una vitrina especial, como la curiosidad que realmente es. En el reportaje que le hicieron, confesó que cuando se jubiló, se sintió despavorido por las horas vacías y la soledad que le esperaban como jubilado, y que su experiencia le decía que quien dejaba de tener trabajo y responsabilidad cuando ya es viejo, se deja estar y empieza a acariciar una malsana predisposición a "dejarse morir". Entonces - decía a los periodistas ­ concibió un trabajo que conllevaba, una responsabilidad, un fin, una meta, una preocupación diaria, y de paso, esa enorme distracción de seguir paso a paso, las aventuras y desventuras del inmortal personaje creado por Cervantes. Empezó a copiar los dos tomos de la novela, se fijó horarios de trabajo y de descanso y se ciñó estrictamente a ellos, y en esa tarea, allá en el extremo inútil, encontró sin embargo el incentivo para seguir sosteniendo sus "ganas de vivir", que de algo le han valido, porque ha llegado a los 81 años, y se apresta a seguir su trabajo de copista manual, con la novela "Crimen y Castigo" de Dostoievsky. El periodista que hizo el reportaje al extraño anciano, nos ofrece al final sus inteligentes reflexiones sobre el caso. Confiesa este periodista que él, como nadie, nunca sabrá discernir ciertas zonas fronterizas entre la razón y la locura. Que este es un caso típico donde esas fronteras se borran y se confunden, porque por un lado, el emprendimiento de copiar a mano semejante libraco, es una locura, pero cuando una locura sirve para dar razón a una vida y aliento a una existencia, la cosa oscila entre una suprema y desesperada sabiduría y una descontrolada, monumental tontería. De todos modos, concluye, este hombre que temía "dejarse morir" y buscó combustible para sus "ganas de vivir" dió con la fórmula, cuyo valor quizás comprendamos nosotros cuando lleguemos a viejos, y nuestros patrones nos "manden a casa a descansar.
Mario Halley Mora- MHM

Comentario i: El hombre moderno

El tema que relatamos ayer, nos trae a la memoria lo que puede ser, el tema para hoy. Una novela reciente que está en las librerías asuncenas, de autor francés, que se titula La Gran Muralla. Recordamos haberla comprado pensando que se trataba de la Gran Muralla China, la única obra humana, según dícen que puede ser observada desde Marte, tan grande es, y suponiendo que en Marte existan observadores con telescopio. Pero no se trataba de aquella frontera inmensa contra los mongoles que habían erigido los chinos, sino de una historia en cierto modo surrealista. Un joven, cuyo padrastro muere, recibe de él una herencia que, más que un caudal material, es una burla: un gran terreno pedregoso, mientras sus hermanastros, hijos verdaderos del difunto, reciben ricas tierras de labranza. Sin embargo, el joven no se amarga. Por primera vez en su vida es propietario de algo, aunque sea algo inservible. Un día, pasea por el árido paraje que ha heredado, la tierra reseca bajo enormes, innumerables piedras, sin una gota de humedad, sin una promesa de verde. Concibe de que allí está el desafío a su destino y la razón de su vida. Convertirá ese páramo en un vergel. Y empieza, solo, la penosa tarea, liberar la tierra de las piedras, y construir con estas una gran muralla alrededor de la heredad. Pasan los años y el aspecto del terreno ha cambiado un poco y la gran muralla se insinúa en el vasto perímetro. Empiezan a crecer retoños de árboles frutales, de sombra, de vides. Llega la primera guerra mundial, va a la guerra, regresa con condecorado por su valor, pero apenas se despoja del uniforme y guarda sus medallas, reinicia la tarea. En su ausencia, los arboles han crecido, las rosas han florecido, recoge ya algunos frutos. Sigue su tarea incansable de construir su muralla, y en la aldea le llaman loco, pero, ajeno a todo lo que no sea su objetivo, persiste en su esfuerzo, y mientras pasa el tiempo y él envejece, la heredad resplandece de vida nueva, y la muralla aun está sin terminar. Llega la segunda guerra mundial. El ya es un anciano, y ajeno a todo, sigue su infatigable tarea. En ese pedregal dejó su juventud, sus sueños, todo, y finalmente, entrega su propia vida, cuando muere mansa mente y feliz, después de haber colocado la última piedra de su muralla. Parece ser, esta novela, una en la que "no pasa nada". Sin embargo, a poco que se reflexione, allí pasa todo, porque allí está simbolizando el hombre moderno, cuya vida no es sino una permanente construcción de murallas, en un vasto sentido de la frase.
Mario Halley Mora - MHM