viernes, 30 de septiembre de 2016

LA PALABRA Y LOS DIAS: UN MISTERIO ANTIGUO COMO EL MUNDO

El tema de los OVNIS no pierde actualidad. En San Pablo, Brasil, se anuncio hace un tiempo un congreso internacional para ser presentadas, según sus organizadores, pruebas definitivas de la existencia de vehículos de origen extraterrestre. El señor Olavo Fuentes, uno de los integrantes del grupo brasileño, declaro que observaciones efectuadas durante 20 años permitieron verificar un reconocimiento prolijo de nuestro planeta por parte de los tripulantes de los OVNIS, para evaluar los recursos científicos y de otro orden, de la tierra.
La aparición de los “platos voladores" cobro mayor intensidad desde la explosión de la primera bomba atómica en 1945. Pero existen referencias desde hace mucho. Abundan libros sobre el enigma o fabula. Algunos son estudios serios pero otros persiguen solamente el éxito de librería. Un gobierno sudamericano no ha vacilado en dar informes oficiales sobre la aparición de cuerpos extraños en el espacio. La Argentina revelo la presencia de artefactos desconocidos sobre sus puestos de la Antártida y el Brasil anuncio oficialmente la creación de un organismo investigador dependiente de la fuerza aérea. Lo más revelador ha sido la actitud de los rusos. Estos, anteriormente, tomaban la cuestión de los OVNIS como fantasías de las "decadentes" naciones occidentales, pero resolvieron integrar un calificado grupo de sabios y técnicos para tratar de develar el misterio. Extrañas luces en forma de hoz habían aparecido fugazmente en el cielo soviético. Según los organizadores del Congreso de San Pablo, van a presentar fotografías tomadas por el malogrado cosmonauta ruso Yuri Gagarin, el primero en navegar en el espacio extraterrestre, de objetos no identificados que siguieron a la nave cósmica. Recuérdese a propósito los relatos de los astronautas norteamericanos describiendo luces y "cosas" j unto a sus capsulas, cuya identificación no ha sido posible hasta hoy, al menos en las versiones oficiales.
Se trata de un misterio de los tiempos. El profesor Juan Enrique Lerans dijo en una conferencia en el Club de Letras de Buenos Aires: "Desde hace 7 mil anos seres de otros planetas observan la tierra desde naves espaciales". En la Biblia, Capitulo Primero de Ezequiel, este relata Ia llegada de objetos con ruedas que suben y bajan en medio de nubes de fuego, y describe la cabina de control, las ventanas y las cúpulas transparentes de lo que sería una maquina. No ha podido develar la ciencia el objeto para el cual se construyo la tremenda pista de piedra más grande que cualquier aeropuerto moderno existente desde hace casi cinco mil años en El Líbano. Los rollos hallados cerca del Mar Muerto contienen relatos de la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra por efectos de "terribles explosiones".

Un sabio soviético aseguro la existencia en las minas de ambas, de radiactividad. Faltaban 1500 anos para la aparición de Cristo cuando el faraón Tucmosis III ordeno que las tropas de su reino se aprestasen a la lucha al aparecer una enorme "nave espacial” en los cielos. La gente se aterrorizo y el monarca ordeno consignar el prodigioso hecho en los anales. Escritores de la Roma de doscientos años antes de Jesús dejaron crónicas sobre el paso por el espacio de "lámparas ardientes" y “escudos llameantes". Un estudioso argentino atribuye la entrega de las primeras semillas de maíz a los indios guaraníes a un pequeño ser de forma humana, rubio, viajero de tribu en tribu en un extraño vehículo aéreo que emitía chispas... Es, sin duda, una proeza inédita para la historia de nuestro popular Yacy Yateré... La importante revista "Planeta", escrita por hombres de ciencia, publicaba hace poco asombrosas fotografías de grabados y pinturas hallados en una gruta del Sahara, semejando seres de tipo humano aparente provistos de escafandras o yelmos como los cosmonautas. Miles de años atrás era usado en China como objeto de moda un disco de jade con un agujero en el medio y dibujos extraños, y sorprende ver su semejanza con la forma de un "platillo". Una masa gelatinosa ardiente de 150 kilos de peso cayó de un cuerpo que cruzo el cielo de Massachusetts en el afro 1845 y causo terror. Cuando se enfrió, la población quemo la curiosa substancia, que así, no pudo ser examinada por personas entendidas.

Estos y otros sucesos más exponen los sostenedores de la teoría del origen extraterrestre de los OVNIS pero parecerían verse en aprietos ante preguntas tales como éstas: ¿Por qué los tripulantes de los vehículos de otros mundos no se han puesto en contacto con el hombre? Porque la Tierra es un hervidero de conflictos que ahuyenta a seres delicados de una armoniosa supercivilizacion quizás extragalactica, dicen unos.

Otros atribuyen la renuencia al contacto con la humanidad terrestre a la imposibilidad de medios de comprensión por la estructura totalmente distinta del hombre y los seres de mundos lejanos. Estos nos observarían como a un vasto hormiguero y ya se sabe la imposibilidad del hombre de penetrar en la sicología - si la tienen- de las hormigas.

Sin embargo, para el autodenominado "rey de la creación" es una llamada a la humildad el pensamiento de que nuestro mundo, en el concepto de presuntas superinteligencias cósmicas, no es sino un incomprensible hormiguero.

Gerardo Halley Mora

jueves, 29 de septiembre de 2016

LA PALABRA Y LOS DIAS: SALONES DE REMATE

Una de las profesiones con mas personalidad, sin duda, es la del rematador. El origen de esta actividad se pierde en la "noche de los tiempos", como se dice cuando uno quiere salir del paso. Pero es indudable el fuerte matiz impreso también en nuestro medio por el gremio de quienes usan al dictar su veredicto el clásico martillo. Ir a un salón de remate es siempre una experiencia interesante. Da un poco la impresión de un mercado persa con la infinita variedad de objetos allí acumulados. El antiguo mueble, quizás de las antañonas y cada vez mas demolidas casas grandes. El piano vetusto que fue en la sala de la mansión antigua como una joya, y ante el cual la niña de la casa se sentaba para extraer las notas de una romanza o de un vals, cuyas melodías se derramaban por las abiertas ventanas hacia las calles silenciosas de la armoniosa aldea asuncena de años atrás. Los anchos divanes, las viejas alfombras desteñidas sobre las cuales discurrió alguna vez el ir y venir de las pisadas señoriales. Los cuadros de borrosas firmas, los retratos familiares de marcos dorados, los espejos en cuya luna se habrán reflejado tantas escenas de la vida de personas que ya no existen o quizás sigan existiendo. En fin, los salones de remate nos parecen siempre un universo perdido y dislocado y asumen cierta atmósfera de evocaciones de gente cuya vida fue feliz en su momento.
Los salones en donde se exponen los artículos destinados a la subasta se nos antojan también playas en cuyas arenas vienen a descansar los restos de un naufragio.
Días pasados vimos en una sala de esas, en medio de la mescolanza de objetos de lo mas diversos, un busto de bronce. Una inscripción decía un nombre. El de una persona cuya trascendencia en el país fue notoria. Nos preguntamos: ¿quién comprara ese busto, a no ser algún descendiente respetuoso y provisto de dinero? Desde luego, quien lo adquiriese podría ser también alguna persona cuyo trabajo es la fundición o la metalúrgica, para aprovechar el material. Aquello de la transitoriedad de las glorias del mundo era patentemente demostrado por ese bronce con la efigie de alguien cuyo paso quedo marcado aunque mas no fuese en la pequeña historia de los teje manejes políticos. Hasta nos pareció notar en los rasgos del rostro metálico, debajo del varonil bigote retorcido, una sonrisa suave y triste.
Conocemos rematadores amenos, simpáticos, de palabra galana y afortunada, capaces de convencer al mas duro comprador para adquirir cualquier cosa. Nos agradaría oír la elocuente palabra de convicción de uno de ellos para vender el busto de ese personaje de tiempos idos.

Gerardo Halley Mora

LA PALABRA Y LOS DIAS: LOS MITOS DE LA LLUVIA

Bajo el ardiente sol de la mañana la procesión pasaba por el camino sobre la alfombra seca de mullida arena. La imagen, centro de una fe humilde y diáfana era conducida, pequeña y grácil, en sus también pequeñas andas.
El espectáculo presenciado en estos días se hace frecuente durante las épocas de sequia, como la actual. Pocas veces el verano fue no solamente tan intenso y constante en elevadas temperaturas, y también caracterizado por la falta de lluvia.
Es entonces cuando el campesino eleva sus ojos al cielo azul y diáfano o con algunos vellones de blancas nubes, bañado ese cielo por el resplandor solar casi deslumbrante, esperando ver asomar la mota oscura precursora del agua.
En estos casos, en la campiña, la fe sencilla busca la solución del problema de la falta de lluvia en la impetración de los poderes de lo alto o en ciertos rituales paganos. Y se efectúan las procesiones como las que acabamos de describir.
Pero existen otros métodos usados por algunas personas versadas en los grandes misterios, para convocar al espíritu de las aguas y hacer que el líquido se derrame desde las altas nubes. Entre estas prácticas hay una de carácter extraño. El oficiante del insólito rito toma un crucifijo y lo sumerge en agua, pronunciando oraciones cuyo contenido no esta exactamente ajustado a la ortodoxia.
Una señora de los alrededores de la ciudad practico esta ceremonia hará unos días. Lavo el sagrado símbolo en una palangana y luego lo expuso de cara al sol. Esto traerá lluvia, dijo muy convencida. Los vestigios de la magia traída a América por los esclavos africanos suelen surgir en ciertas formas de invocación para atraer aquella, costumbres persistentes aun como una fase del folclore. Cuando hay sequia, la maga campesina 0 suburbana, la "pruebera" o "prebera", habil para echar cartas y adivinar la suerte o en recetas de amor, ata de una pata con un cordel un sapo y lo tiene asi hasta que se produce lluvia. De lo contrario condena al pobre animal a quedarse panza arriba bajo el ardiente sol en la caliente arena. Esto tiene algo de siniestro sacrificio u ofrenda, dirigido vaya a saber a qué tenebrosa divinidad del Olimpo misterioso del vudú.
Las recetas para hacer llover son de una infinita variedad. Y que en nuestro país el folclore se nutra con esta clase de prácticas no sorprende, porque la historia de la humanidad es la historia de sus esperanzas depositadas en último término en los poderes de la divinidad. Desde la antigüedad mas remota el agua y el fuego fueron considerados elementos capitales de la vida y dieron origen a cultos y rituales. Los indios guaraníes creían en el espíritu de las aguas, un genio, duende o ser fantástico generalmente benigno, el "ypora".
En estas cosas, sin embargo, la connotación humorística suele hacerse presente. El buen humor es una de las características de la sociedad evolucionada. Nosotros, por ejemplo, tenemos un amigo para quien la falta de lluvia ofrece una formula de solución. Este amigo es dirigente de un club social de los alrededores y suele afirmar que le basta organizar una fiesta para que el cielo envíe cataratas de agua.
Con buen humor pues, este amigo confía que cuando se anuncie la próxima fiesta de su club, va a llover a cantaros.

Gerardo Halley Mora

martes, 27 de septiembre de 2016

LA PALABRA Y LOS DIAS: FANTASMAS

Quien diga no creer en fantasmas no dice la verdad. Por mas evolucionada, culta y bien informada que sea una persona, en el fondo, en el hondo atavismo del ser humano que llega desde la prehistoria, allí late la superstición en cualquiera de sus formas. La verdad es que existen fenómenos hasta ahora inexplicables para el hombre, y hay una ciencia nueva, que se llama parapsicología, para estudiarlos. Significa la investigación de los procesos intelectuales y afectivos, sin base determinada o de oscuro origen. Comprende la telepatía o clarividencia, la llamada transmisión del pensamiento, hipnotismo, espiritismo y otros fenómenos.
La mayoría de estas cosas están bastante desacreditadas porque sirven a muchos pillos para engañar a la gente. Sin embargo, la telepatía ha llegado a ser tema de estudios en laboratorios y existen fundadas sospechas de que hay personas capaces de recibir mensajes mentales de otras, a distancia. Fenómeno que es calificado como consecuencia de una potencialidad de ciertos cerebros.
Pero lo que decíamos al principio es el tema central. Y el tema viene porque cierto amigo nos relata muy emocionado las andanzas misteriosas que efectúa en su casa algo, o alguien, o alguna cosa, que él cree es un fantasma. De ahí la pregunta: ¿existen los fantasmas? Y la consecuencia: quien diga que no, no dice la verdad, porque todos, absolutamente todos, en una noche oscura y en lugar desierto 0 en una antigua casa, sentimos que el duende de la inquietud salta y salta en nuestro interior y nos erizamos ante cualquier bulto 0 ruido, o lo que sea. Y eso es porque el hombre, en su evolución, no se ha liberado todavía de sus atávicos temores, de aquel tiempo en que refugiado en su cueva temblaba de pavor ante el silbido del viento o el brillo del relámpago.
En Inglaterra hay viejos castillos ruinosos cuyos dueños, aristócratas venidos a menos, han industrializado al fantasma y cobran la entrada a los turistas que quieren verlos, pasando una noche en tenebrosos dormitorios. Si usted desea disfrutar de maravillosas historias de fantasmas, lea, si ya no lo hizo, los libros de Walter Scott que en la literatura aprovecho muy bien el filón de los castillos ingleses y los espíritus que ubica en sus pasadizos y mazmorras. No se arrepentirá, y más que nunca quedara pensando, como nosotros, que no ocultamos nuestra sospecha de que, a lo mejor, los fantasmas existen.
Esto de los fantasmas tiene en nuestro medio su particular magia y encanto. El pora es un personaje del folclore que ha ganado su lugar en una mitología cautivante que nos habla también del duende de las siestas campesinas, erótico y huidizo, que es el Yacy Yateré, o del hirsuto y ubicuo pombero, y tantos otros seres irreales -¿o no?- pero de cuya existencia atrévase a dudar delante de cierta gente o en una noche oscura.

Gerardo Halley Mora

LA PALABRA Y LOS DIAS: MEDICOS

La profesión médica estuvo siempre rodeada do prestigio. Y en nuestro país, en épocas pasadas todavía cercanas, el médico do la familia constituía una consular figura que gozaba del respeto y de la amistad del clan al que prodigaba sus cuidados.
Ese médico de la familia do estampa clásica era un caballero correctamente vestido, con reloj en el chaleco cruzado por una cadena de oro, bastón de puño do plata y un señorío sin igual. El abarcaba toda la ciencia médica posible, era clínico y era cirujano, pues no existía la especialización que hoy día hace mucho mas eficaz, mas compleja y algo menos consular la profesión de los discípulos de Hipócrates.
El médico de la familia operaba cuando había necesidad, asistía a los nacimientos y trataba las mas diversas enfermedades. De paso, era un consejero, se interesaba por los niños que eran como sus hijos en la ciencia, vivía los dramas grandes o menudos de la familia y daba sus buenas y severas observaciones que, desde luego, eran respetuosamente aceptadas.
Era algo así como un sacerdocio laico ejercido con dignidad y autoridad. Alguna vez se ha de trazar la semblanza de los antiguos médicos paraguayos. Constituye una galería de personajes llenos do humanidad y simpatía cálida y generosa.
En la sociedad moderna el médico sigue siendo un elemento que actúa en los primeros planos del drama y de la felicidad humanos. Una filosofía moderna incorporada a la ciencia, la posesión de maravillosas armas para luchar por la salud del prójimo y una cultivada sicología hacen hoy dia del médico un valor social positivo que sigue gozando de la confianza do la humanidad. Hasta cierto punto, la profesión ha cobrado agilidad y una mayor dispersión de la personalidad del médico al ocurrir la especialización, pero es indudable que los profesionales paraguayos han logrado conservar esa esencial tradición de simpatía, que en el pasado fue un hecho que rodeo al servicial doctor de la familia. Se dice que la ingratitud y la critica suelen perseguir a los hombres que se dedican a curar. Cristo, que fue también a su manera, médico, curo una vez a diez leprosos, como se consigna en el libro de San Lucas. De ellos solamente uno se volvió a agradecerle al Maestro. Grandes escritores se han complacido en formular las mas hirientes burlas sobre los médicos. Les ocurre a éstos lo que al periodismo le ha pasado también. Según el eminente escritor católico Hilaire Belloc, el periodismo es la profesión mas ruin y soez que pueda pedirse. Moliere, el gran dramaturgo francés recibió un día el consejo de su médico de que no bebiera mas café, porque era un veneno lento. A lo que el genial escritor replico “Muy lento, pues hace 80 afios que lo tomo...” Bernard Shaw fue todavía mas mordaz al decir que si todos los libros de medicina fuesen arrojados al mar seria una felicidad para la humanidad, pero una tremenda calamidad para los peces. Y el emperador Adriano hizo inscribir sobre su tumba esta leyenda insólita: “Morí a manos de una multitud de médicos”
Pero la cosa tiene su contraparte. También la sátira se ha referido al enfermo y su manera de actuar frente al médico al cual a veces ridiculiza. Cuando la persona se encuentra en peligro de perder la vida ve en el discípulo de Hipócrates que lo va a tratar, una especie de ser divino. Cuando el paciente se cura, el médico baja un peldaño en la clasificacion. Ya no es un dios, sino un ángel.
De acuerdo a la hiriente fabula, el médico llega a ser para el paciente un simple ser humano durante el periodo de la convalecencia. Y cuando el hombre ya esta curado y pasado un tiempo el médico le envía discretamente la cuenta de sus justos honorarios, entonces el doctor asume la figura de Satanás para aquel.
Se dirá a qué viene todo esto. Es simplemente para destacar en el tinglado de la vida a un personaje central, que es el médico. Luego iremos enfocando otras figuras y su papel en la existencia.
El hombre dedicado a curar es eso, el hombre con todas sus perfecciones y sus imperfecciones. Lucha, se esfuerza, triunfa y a veces no. Necesita comprensión. El médico tiene grabado en su mente el lema de Hipócrates, que dice así: “Si podéis curar, curad. Si no podéis curar, calmad. Si no podéis calmar, consolad...” que él, quizás melancólicamente, quizás irónicamente, analiza en sus momentos de reflexión.

Gerardo Halley Mora

LA PALABRA Y LOS DIAS: EL HOMBRE Y SUS AMIGOS

Miembros de una entidad dedicada en nuestro país al vuelo sin motor, cosa por cierto para gente de temple bien probado, organizaron una curiosa competencia entre un caballo, una motocicleta, un automóvil y un avión. Naturalmente, este último debía carretear sobre la pista. El animal se asusto del ruido de los motores y no pudo participar.
Actualiza esto el tema del caballo, abordado alguna vez en el curso de nuestros comentarios. En el folclore y en la literatura del Paraguay campea constantemente el noble bruto. En los cuentos de aparecidos se mencionan caballos blancos o negros y jinetes cruzando al galope los desiertos, rumbo a las batallas del pasado. Son los guardianes de los tesoros ocultos, integrantes de otra veta del folclore nativo, tan rico en leyendas sombrías dignas de la pluma de un Allan Poe o Ambrose Bierce.
Por desventura, nuestro país parece tender al olvido de sus más bellas tradiciones, muchas de las cuales están entroncadas con el caballo. La Argentina, nación cosmopolita creada por el aluvión de las razas más dispares, conserva con casi religioso fervor la tradición del jinete de las pampas y practica el llamado juego del pato, del que participan dos equipos montados. Los mexicanos hacen deslumbrantes desfiles de charros para delicia y atracción de los turistas. Otro pueblo cosmopolita, el norteamericano, cultiva con amor entrañable las tradiciones de sus rodeos y domas, espectáculos llevados alas grandes ciudades. El cowboy y el caballo integran en la literatura norteamericana un enorme volumen hasta ahora no agotado. La leyenda del vaquero defensor de la justicia se parece mucho a las historias quijotescas del caballero andante de Europa, defensor de huérfanos y viudas, fiel a su palabra y leal adversario. De paso, los filmes del oeste tienen una irresistible atracción para niños y grandes. El caballo de Tom Mix, “Malacara”, hizo las delicias de la infancia de muchos. Llena, pues, el caballo, toda una literatura trasladada intensamente al filme.
Mientras nosotros abandonamos la tradición ecuestre de nuestro pueblo, y aún en el campo la motorización del transporte es el anhelo de todos, pueblos mucho más evolucionados se aferran a la afición caballista en forma rayana en cierta exageración, creando mitos en los que el animal y el hombre que lo jinetea son los ejes. El cowboy, por ejemplo, que el cine nos presenta como hombre típico norteamericano, no era exactamente así. El cowboy era por lo general un inmigrante europeo: alemán, polaco, frecuentemente español o simplemente indio. Nada de esto quita a los repetidos romances del oeste ese sabor cautivante para millones de personas. Muchos paraguayos vibran de emoción al presenciar las domas de potros o toros en la pantalla, pero ignoran la emoción auténtica ofrecida en las estancias de nuestro país por los intrépidos vaqueros paraguayos cuyo arrojo y temeridad son insuperables y dejarían bizcos a los productores de películas.
Mientras olvidamos nuestra tradición de pueblo caballista, en cambio, siguen siendo frecuentes los desfiles militares de caballería. El jinete, el caballo y la lanza, tres símbolos de un pasado heroico se presentan de pronto ante los ojos de la multitud. Hay como una visión remota de las cargas de caballería de los gigantes de nuestra historia. En la época del tanque, del vehículo blindado y del helicóptero sigue teniendo vigencia, de esta forma, la estampa ágil del caballito criollo, descendiente de aquellos primeros equinos traídos por los españoles, animales que causaban pavor a los indios al confundir a jinete y cabalgadura en una sola entidad mítica y terrible.
Así, Hernán Cortes no necesito sino unos pequeños cañones primitivos y un escuadrón de caballería para someter al imperio azteca. Pizarro, el mozo criador de cerdos en España, se apodero del vasto feudo Inca gracias a su implacable y cruel valor y al temor inspirado por sus jinetes. Por algo Germán Arciniegas menciona dos cosas cuya influencia permitió a los españoles la conquista de América. Dios y el caballo. Arciniegas agrega la dureza y temple de la estirpe ibérica, influida también por la ruda raza conquistadora de Tarik, el moro.
La ternura del hombre hacia sus animales favoritos es también notoria. Van Loon, hace arrancar la civilización humana del momento cuando el primer perro se aproximo a la hoguera del hombre y luego troto detrás de él. Perro y hombre son seres históricamente ligados en una simbiosis curiosa. Hay quien sostiene que la ciencia humana transformara al perro para hacerlo más apto, ¿Fantasías? Puede ser. Pero el mutuo afecto del hombre y el canido asume formas a veces extravagantes, como Ios cementerios de perros de Estados Unidos, los alimentos para perros, los hospitales para ellos, las herencias dejadas a los fieles amigos del hombre. Rin Tin Tin, un animal adorado por los niños de varias generaciones, tiene su tumba en Hollywood. Y un epitafio así más o menos: “Como perro, fue el mejor de los perros. Como actor, fue mejor que muchos hombres...” El caballo, factor en las luchas de la libertad americana, pudiera merecer también, alguna vez, un homenaje tan conmovedor.

Gerardo Halley Mora

LA PALABRA Y LOS DIAS: IMAGENES DE UN TIEMPO EN FUGA

Extramuros de la ciudad. Sobre la abrupta topografía de una vieja calle empedrada con toscos pedazos de basalto, pasa bajo el sol del verano y en el alma de la siesta asuncena, un antiguo carro de llantas de hierro. El ruido que produce sobre el áspero pavimento es acompañado por el isócrono repique de las herraduras de un cansino caballo. Es sin duda una estampa cada vez menos frecuente y como un rezago del tiempo no ido del todo, pero en retirada cada vez más veloz.
Y también allá por la periferia del suburbio, en la cintura humilde de la ciudad expandida, discurre por las sendas arenosas, de esa arena roja y fina de las antiguas calles asuncenas, un minúsculo vehículo de dos ruedas y también de tracción animal. Sobre el eje va montado un redondo depósito que fue tambor de gasolina y en cuyo interior ahora hay agua. Es un rezago de aquellos "aguateros" (aguador, como quería la maestrita de cuarto grado). Es una imagen con sabor a antaño cuya fugitiva presencia se refugia en su constante retirada hacia las zonas en cuyas superficies subterráneas aun no ha extendido sus intrincadas madejas la red de tubos del servicio de agua, con su linfa depurada.
De todas estas estampas del tiempo añejo que aún persisten, sin embargos, para sugerirnos nostalgias y añoranzas, es, sin duda, la de la burrerita  las más nítida y sugestiva.
La aparición de los desvencijados pero serviciales mixtos motorizo a la legión de laboriosas de las mujeres trabajadoras, con su invasión diaria a la ciudad y aquellas "burujhacas" o árganas, como se dice en la dulce y nostálgica poesía de Ortiz Mayans
El mixto desvencijado pero puntual hoy recorre la campiña muy temprano y recoge a la mujer trabajadora sostén de su hogar, para traerla a los extendidos y caóticos mercados ciudadanos en donde se borra cada vez mas esa imagen melancólica de la burrerita paraguaya. Sin duda, cada día menos frecuente, pero vivida aun como figura tal vez patética, un tanto transida y un poco triste pero llena de la evocación de nuestro espíritu, de un tiempo mágico asociado a la maravilla de la infancia, cuando cada puerta tenia temprano su burrera diligente con los frutos sabrosos de la huerta asuncena, entonces circundante y próxima. O la mujer del canasto en equilibrio portentoso sobre la cabeza. Quizás de esta gimnasia secular de las campesinas de nuestra tierra devenga esa esbeltez airosa transferida al tipo de mujer paraguaya en una atávica traslación de causas.
Una regla de oro infatigablemente practicada en países foraneos para lograr siluetas femeninas capaces de caminar con garbo, incluye un ejercicio en que ellas se ponen un libro sobre la cabeza y andan tratando de no dejarlo caer. Quizás un remedo sofisticado de una antigua dedicación autóctona. Pero esa imagen de mujer, morena y de ojos melancólicos y profundos cuya gran canasta circular, aureola rustica de sacrificio, delinea su personalidad hecha de tipismo, es aun mucho más evocadora y hermosa cuando, como ocurre a menudo, lleva en sus brazos a un pequeñín prendido al seno nutricio púdicamente cubierto. Un pequeñín con el color de las figuritas de barro cocido de los pesebres.
Y otra imagen, la del tranvía defendiéndose con gallarda entereza en sus últimos reductos, ante el avance arrollador de los rodados con motor de explosión cuyas emanaciones siguen empañando de nubes toxicas el aire todavía puro de nuestra ciudad, a expensas y en escarnio de los reglamentos. El tranvía cuyos industriosos trabajadores lo calafatean, repintan y ajustan para realizar diariamente el mandato de la conquista del pan. Ese vehículo vetusto y ruidoso pero inodoro y seguro preferido hoy por tantos viajeros. Lo que es un caso único, pues las ciudades del mundo vieron morir al tranvía de inanición y abandono.
Y así, imágenes queridas de un tiempo en fuga. Ilustraciones ciudadanas algunas prendidas aun tercamente, y también felizmente, al cambiante panorama de una urbe que abulta su cintura, y hasta va adoptando el ceño adusto de las ciudades laboriosas.

Gerardo Halley Mora