sábado, 21 de junio de 2014

Microcuentos: Castigo

Cuando era niño, cazaba pajaritos con un rifle de aire comprimido. La carne casi inmaterial de los canarios y gorriones, se desgarraba al impacto de sus municiones. Plumajes azules, verdes, amarillos, rojos, se manchaban con el púrpura de la sangre. Creció, se hizo hombre, v ya no mataba pajarillos sino jabalíes asustados, tapires bonachones, tigres acosados, venados que aún en la muerte tenían en los ojos el pánico y la angustia. Llego a viejo y murió. En el Infierno, inventaron un castigo nuevo para él: pasear por un bosque encantado, iluminado de trinos y lleno de piezas de caza. Y el iba desarmado. 
Mario Halley Mora - MHM


Microcuentos: Diferencia

El viejecito estaba sentado en un banco de la plaza. La viejecita en otro. Pasó una jovencita y el viejecito la miro con lujuria. Pasó un jovencito y la viejecita lo miró con ternura. EI viejecito soñaba con volver a ser joven, para Vivir. La viejecita estaba contenta de seguir siendo abuela, antes de Morir.

Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: 50 años

Cuando cumplió 50 años, decidió celebrarlo con los amigos de cuando tenia 25. Eduardo, el bailarín incansable; Federico, el seductor; Arsenio, el infatigable contador de chistes; Juan Carlos el prodigioso bebedor de cerveza. La idea era rememorar tiempos felices y vinieron todos, pero los recuerdos habían ido quedando a pedazos en el itinerario de los años. Además, el bailarín tenía reuma. y el seductor miraba su reloj con angustia, deseoso de irse a casa, y el contador de chistes se los había olvidado todos , enterrada su alegría bajo los escombros de una jubilación mísera, v el bebedor de cerveza sólo tomaba Coca Cola, por su hígado. Cuando se fueron todos. se dijo desconsolado: “Los 50 años no se cumplen. Se nos vienen encima".

Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: Ministro

Se pasaba murmurando “Si yo fuera Ministro". Y un buen día, lo fue. Le abrumaron los problemas, tanto que olvidó las formulas milagrosas que pensaba cuando quería ser Ministro. Entonces, salió a la calle, y encarándose con un ciudadano con aire de infeliz, le preguntó: “Qué haría Ud. si fuera Ministro'?".

Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: Vivlr...?

Carlos murió a los 76 años. A ios 20, había entrado a trabajar de dependiente en un gran almacén, se jubiló a los 50. Joven aún, volvió a emplearse en otro almacén, y se jubilo a los 75, muriendo un año después, casi sin gozar de su doble jubilación. Por su parte, Raúl murió a los 32 años. A los 15 años, se había fugado de su hogar y viajo como ayudante de cocinero en un barco de ultramar. Fue mozo en París, músico en Atenas, soldado en África, croupier en Montecarlo y gondolero en Venecia. Cuando tenía 32 años, lo mató un marido celoso. Carlos vivió mucho, pero vivió poco. Raúl vivió poco, pero vivió mucho.

Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: Locuras

La loca me miró a través de las rejas y sonrió. Era joven y hermosa y soñé con hacer mia a aquella mujer después de rescatarla de la obscuridad. Volví una y otra vez, pero el médico me dijo: “Es incurable”. La miraba y me dolía su hermosura y su sonrisa de niña confiada. Mi sueño de curarla y tenerla se hizo trizas, pues ella nunca sería cuerda. Sin embargo, ahora somos felices. Yo me volví loco, estamos juntos.

Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: AMOR Y CELOS

Fue el primer amor, v como siempre sucede, ella se casó con otro, y él permaneció soltero, un poco por desengaño y otro poco por comodidad. Ella tuvo una hija que era su vivo retrato. El maduro ya, conoció a la hija de su antiguo amor, y la amo como había amada a la madre, y la muchacha amó al galán maduro como no lo había amado su madre. La madre siente unos celos ardientes, pero todavía no está segura de quien.

Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: SEXO Y H.P.

El manejaba un traqueteante 2 CV. Ella lo paso como una centella al volante del Alfa Romeo Super Sport. El no tuvo mas remedio que sentirse menos masculino, pero se consoló en lo menos femenina que era la chica al volante de aquella bestia mecánica. Y al final, dedujo filosóficamente que la igualdad de sexos, también puede ser una cuestión de H.P.

Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: Defensa

La viuda joven y la divorciada hermosa iban siempre juntas, pero no eran amigas, sino aliadas, como soldados de infantería que se ponen espalda contra espalda para combatir mejor.
Mario Halley Mora - MHM

Microcuentos: El Jardinero

El tenía 55 años y ella 20. Ella quiso diseñar un nuevo jardín y el esposo consintió. Se dividieron el trabajo y mientras el compraba las semillas, ella contrato al jardinero. Las rosas florecen y resplandecen. Y ella, más.
Mario Halley Mora - MHM

ANTICUENTOS: DEL FUEGO

La persecución ya dura demasiado. Lo vengo persiguiendo a lo largo de una pesadilla que empezó cuando alguien, no sé quién, bajó corriendo con sus pies descalzos, con su crinada y sucia cabellera al viento, con su vestido de pieles podridas tremolando en torno a su cuerpo flaco, de la cima humeante de la montaña, y trayendo un leño encendido, un trozo de fuego nuevo robado al fuego viejo del volcán. Y entonces miró la inocencia, que fue asesinada por el fuego no por la manzana. Y empezó la pesadilla que dura hasta hoy, porque el fuego proyectó una sombra en la pared pedregosa de la cueva, y la sombra danzaba, y nadie podía acercarse a ella, porque desaparecía, chupada por la piedra reseca. Fue entonces que empecé a entrever el principio de esta persecución sin fin: uno era uno, y era otro. Uno, integro, solido, real, y otro, huidizo, vago, que el fuego esboza siempre a un milímetro más lejos del alcance de nuestras manos. Y tiene nuestro contorno, y es como un mapa en blanco de nuestra geografía personal donde quisiéramos transferir los ríos y los mares, los cielos y los vientos que sólo podrán caber en ese gemelo elástico con que el fuego nos maldice y nos bendice al mismo tiempo. Yo empecé a perseguirlo, porque por la boca de mi inocencia herida brotaba a borbollones la convicción rebelde de que no se puede ser dos, sino uno, que en un instante uno no puede ser Abel corriendo tras Caín pidiendo Venganza y al siguiente, Caín corriendo detrás de Abel, pidiendo Perdón. La herida dolía y urgía, y manaba de los costados por veinte bocas escalonadas y simétricas, como si por la carne hubiera rodado el circulo dentado de una espuela, doliendo siempre, con un dolor que se calmaba cuando la persecución era más fatigosa y desesperada, pero el otro siempre estaba delante, a veces al alcance de la mano, a veces como un puntito perdido en la lejanía, pero siempre el mismo, el que yo debía capturar para ser realmente yo; es decir, un continente soleado con ríos cristalinos y mares tranquilos, de cielo amplio y de vientos mansos, que iría caminando hasta la cima de todas las montañas, después de dejar en el camino la chatarra del otro, que pronto moriría de sed y se volvería ceniza y se esparciría por el paisaje como una nube de polvo, tenue testimonio de algo que no tuvo por qué existir. Una vez, solo una vez, lo alcancé. Se había detenido a esperarme en la sombra suave de una colina, tersa y comba como un seno lleno de leche. Y fuimos uno. Y por primera vez desde aquel día perdido en el milenio de la cueva, mi nombre sonaba a noble, porque ya no era más una atemorizada máquina de perseguir. Pero todo duró poco, porque el tumulto crecía al pie de la colina, donde una multitud se agitaba y arañaba la tierra y el cielo con una furia indecible. Y todos me miraban a mí, y tuve miedo, y el miedo corrió por mis venas y abrió en mi pecho un ancho ventanal hacia la angustia, y por allí escapo el otro, que fue rodando colina abajo, hasta caer en la vorágine de esa hambre de mil bocas ansiosas que se agitaba abajo, como cae una abeja entre hormigas voraces. Y la multitud se lo llevó valle abajo, hasta alcanzar otra colina, donde le clavaron en cruz. Después vinieron a buscarme, y me acusaron de todos los horrores, y los ancianos que guardan la tradición me miraban con severidad y con miedo, y Torquemada se lavaba la boca con agua bendita después de pronunciar mi nombre, y me metían en una celda donde para respirar un poco de aire tenía que apoyar la boca ansiosa en un agujero del piso, sorbiendo con gratitud humillante un resto de oxígeno sumergido en el olor agrio de los sudores de los que odian y temen al mismo tiempo. No sé si merecía aquel sentimiento, pero la magnitud de mi crimen, que a veces me daba pavor a mí mismo, y a veces me hacía entrever en el fondo de mi carne un leve resplandor de orgullo rebelde, me aplastaba, porque yo había desatado el miedo, yo había pecado capturando el secreto del fuego, y por mi culpa la gota de agua empezó a gotear sobre la testa empalada, rompiendo el hueso gota a gota, hasta perforar el cerebro, y por mi culpa se alzó la guillotina, y el garrote atornilló sobre el grito rebelde su cuerda nudosa, y la verdad se despedazó en mil mentiras que se erigieron en mitos por cuya grandeza vacía morían los hombres y se quemaban ciudades. Finalmente, se olvidaron de mí, y me condenaron a ser libre sin ser yo mismo.

Mario Halley Mora - MHM

jueves, 19 de junio de 2014

ANTICUENTOS: DE LA FURIA

Siempre que quería decir algo, estallaba un infernal ruido de cadenas, y mi voz quedaba ahogada, y las palabras y las ideas se hundían en un mar de hierro sonoro, denso, como que gorgoteaba con júbilo grosero cada vez que tragaba una palabra, una frase. Quería gritar más fuerte que el ruido, pero no podía, porque el ruido tenía un poder de marejada, capaz de hincharse de pesada furia y reventar en un estruendo que me dejaba parado, ridículo, moviendo la boca para modular silencios. Pero uno tiene una reserva de rebeldía, y una dignidad, y un orgullo que me impedía a pelearme a aquella mudez impuesta. Entonces, me ponía a correr corno loco a lo largo de los médanos de mi soledad buscando al enemigo, hasta caer agotado y furioso, arañando la arena que se deslizaba entre mis dedos con un ruidito que parecía la contenida risa maligna del mundo. Y todo seguía igual, durante horas y horas, con mi cuerpo convertido en la lisa superficie de un campo donde bullía el torneo entre mi voz que quería hacerse oír y el ruido de chatarra que la aplastaba contra el piso, una y otra vez, hasta que la fatiga lo anulaba todo, menos la desesperada ansiedad de aire. Lo terrible es que todo seguirá así, hasta que el Capitán muera, o se canse. No me persigue, pero me acecha. Y eso es lo peor. En el que nos persigue hay algo tristemente heroico, pero en el que nos acecha, algo de deliberada maldad de zarpa, el salto inesperado, la risa cortada en el gorgoteo de una yugular abierta. Tenían que habérmelo dicho, avisármelo. Uno no tiene la culpa de haber nacido con un millón de ideas vírgenes en las células, ni de haber escogido unas cuantas para ir puliéndolas a lo largo de los años, y llevarlas colgadas del pensamiento y exhibirlas, fecundas y poderosas, como testículos del alma que guardan el secreto de nuestra inmortalidad auténtica, o por lo menos, de nuestra supervivencia. Pero del otro lado está el Capitán, recio como un tronco reseco y duro que nutre sus raíces en el arenal, y está orgulloso de eso, con un orgullo que integra la frialdad de su mirada disciplinada y fija, que tiene filo de guadaña, ansioso de castrar.
Recordarle produce un temor enfermizo, pero ya lo dije, uno tiene su orgullo, y amor propio que substituye al coraje, y una conciencia vaga que parece agarrada al espinazo y nos induce a pensar y a creer que uno está-aquí- para algo más importante que correr sobre los médanos calientes y arañar la arena. Entonces, de la misma manera que salía a desafiar al ruido salía a desafiar al Capitán. Pero el ruido no estaba en ninguna parte y el Capitán estaba en todas, de modo que debía soportar la condena de quedarme quieto, incapaz de someter a mi alma a la indignidad de hacer la figura ridícula del pugilista que pega puñetazos a su sombra.
Mario Halley Mora - MHM

lunes, 16 de junio de 2014

TEATRO BREVE - ESPERANDO EL OMNIBUS

Personajes
Ella: 20
El:    25
Decorado: la acera. Una parada de ómnibus.

Ella: Dígame... señor.,. ¿pasa realmente por acá el 27...? Porque hace más de media hora que espero y...
El:    Si, pasa.
Ella: Gracias.
El:    De nada.
(Pausa)
Este... señorita... ¿cuánto tiempo hace que espera...?
Ella: 20 minutos.
El:    Mucho tiempo.
Ella: Aja.
El:    Y... si no viene enseguida va a ser 25, claro... ¿Verdad?
Ella: No, después de 20 viene 21... pero oiga, señor. Le salen de Ud. por todos los poros las ganas de conversar. Pues no-me-gusta.
El:    ¡Pero si Ud. primero me dirigió la palabra!
Ella: Le hice a una pregunta impersonal.
El:    ¿Y cómo es eso...?
Ella: Sencillo, es como leer un poste indicador.
El:    Gracias. No sabía ya que era un poste.
Ella: Ahora ya lo sabe. Y basta, señor. No acostumbro a hablar con extraños.
El:    Eso es fácil, je je je. ¡Nos presentamos y ya está!
Ella: Mire, eso es más viejo que... ¡Ud. lo sabe....!
El:    ¡Charlar no es pecado!
Ella: ¡Por favoooor!
El:    ¿Casada?
Ella:  Ufff, mire que Ud. es impertinente, ¿eh? Bueno, acabemos, señor. Yo le diré: No, soy soltera. Luego, Ud. me contestara una estupidez como por ejemplo: "¿Sera posible que nadie se haya fijado en una dama tan bella?; y yo, a mi vez, bajare los ojos, ruborizada, y le diré: Oh, señor, es Ud. muy amable", y patatin, patatán, Ud. terminará pidiéndome una cita. ¡Aire, plis!
El:    ¡Bueno, por lo visto Ud., las sabe todas!
Ella:  ¡Conozco las mañas de los hombres!
El:    ¡Lo dice como si odiara a los hombres!
Ella: ¡No los odio, me son indiferentes!
El:    Pero vaya...
Ella: Ya sé, ya sé, no siga, hombre. Ahora viene lo siguiente: Ud. me dirá: “Pero señorita, es Ud. mujer, tiene una misión y un destino, y en el fondo de ese destino, está el amor..." ¿Acerté?
El:    ¡Acertó!
Ella: ¡Bueno, entonces, déjeme en paz!
El:    Pero... y la respuesta, ¿eh? ¿Ia respuesta?
Ella: ¿Qué respuesta?
El:    Para que Ud. sea tan descreída, tan desafecta, ¡tiene que haber una razon!
Ella: ¡A ver si me pongo a contarle la historia de mi vida!
El:    No aspiro a tanto, cuénteme solo la historia de su rencor.
Ella: ¿Y cómo sabe que lo tengo?
El:    Pero si se ve a la legua. Ud. respira rencor por todos sus poros, le endurece la mirada, le hace apretar los labios. En una palabra, señorita, ¡la afea!
Ella: ¡Grosero! ¿Quiere dejarme en paz?
El:    ¡Con muchísimo gusto!
[Pausa]
Ella: Oiga... señor.
El:    ¿Me habla a mí?
Ella: Sí... eso de que el rencor me sale por los poros y me afea... ¿es verdad o un desquite...?
El:    Es... una verdad. ¡Y un desquite!
Ella: Oh, mire... ¿cómo se llama Ud.?
El:    ¡Carlos Robles!
Ella: Mire... señor Robles... ¡no siempre soy así! Es que... acabo de pasar por un momento que... Oh... ¡Ud. es un extraño para hacerle confidencias...!
El:    ¿Extraño? Soy Carlos Robles. Además, tengo vocación de buen tipo. No tengo los hombros anchos, pero le presto para que llore. ¡No hay mejor remedio que llorar!
Ella: Si yo pudiera... (Lloriquea) iDios! ¡Me voy a echar a llorar en la calle...i
El:    ¿Pero qué le hicieron...?
Ella: Un hombre... crei que me quería. Hoy me invitó a tomar el té y...
El:    Ya ya ya ya... ¿No era un té en casa de su tía...!
Ella: ¿Y cómo lo sabe?
El:    iOh, suponía, suponía...i
Ella: ¡Qué canalla!
El:    ¿La tia?
Ella: ¡No, él!
El:    Esto si que está buena.. Porque existe un sinvergüenza suelto, todos los hombres somos iguales. ¿No es un poco injusto...?
Ella: Realmente...
El:    Buena, borrón v cuenta nueva. ¿Quiere que sea su amigo..,?
Ella: ¿Sinceramente...?
El:    De roda corazón. Trataré de hacerle reconciliar con el sexo fuerte. La invitará a pasear... a tomar el te y... .
Ella:  ¡Y a presentarme a su tía...!
El:    ¡Si, pero legitima! Se da el Caso de que soy huérfano y me crio una tia solterona. ¡Es como mi mama!
Ella: Muy bueno todo, pero... ¿por qué?
El:    ¿Por qué qué...?
Ella: ¿Por que quiere ser mi amigo?
El:    Esto no es piropo. ¡Porque Ud. me gusta!
Ella: Uhhh... ¡A cuántas le habrá dicho eso!
El:    ¡A muchas!
Ella: ¡Qué cínico!
El:    Pero esta vez lo digo con sinceridad.
Ella: ¿Y a las otras...?
El:    ¿A las otras? digamos que para ir entrenándome para el momento de decirlo de veras.
Ella: ¿Y no le habrá dicho eso también a las otras?
El:    Ah... ¡eso lo tiene que averiguar Ud.!
Ella: ¿Pero cómo?
El:    Muy fácil... Dejándome ser su amigo...
Ella: Oh, oh... mire, mi camión... ¡allá viene i
El:    ¡NUESTRO camión!
Ella: ¿Ud. también toma el 27?
El:    No... el 41  pero... ¡me parece oportuno cambiar de itínerario! iGuarda, altooooppp!
T E L O N



viernes, 6 de junio de 2014

TEATRO BREVE: ELLA Y EL


Personaje:
Carlos:         El esposo
Luisa:           La esposa

En la casa

Luisa:           Carlitos...
Carlos:         (Que lee) ¿Jum...?
Luisa:          ¡Carlitos!
Carlos:         ¿0ué...?
Luisa:          ¿Estás leyendo...?
Carlos:         NO. Estoy contando cuantas letras hay en esta página. ¿No ves que estoy leyendo...?
Luisa:           Pero hombre... no es para ponerse nervioso...
Carlos:         (Sigue leyendo) ¡Jummmm!
Luisa:           ¿Cómo se llama...?
Carlos:         ¿Jhum?
Luisa:           ¡Que cómo se llama la novela!
Carlos:         "La Muerte del Prestamista”, y ahora dejame leer...
Luisa:           Oh... oh... Carlitos... Carlos... ¡Carlitos!
Carlos:         ¿Qué...?
Luisa:           Esa novela no vale la pena...
Carlos:         A mí me gusta. Dejame leer, ¿querés...?
Luisa:           ¡Pero si desde el principio se nota que el mayordomo es el asesino!
Carlos:         Pero qué vas a saber vos... Dejame leer, ¿queres...?
Luisa:           ¡Es el mayordomo!
Carlos:         ¡No puede ser!
Luisa:           Claro que s, ¡Es al mayordomo! Lee en la última página...
Carlos:         ¿Así que vos ya lo leíste...?
Luisa:           No... Yo llego hasta donde se comete el crimen. ¡y después
paso a la última página, sin andar con tantas vueltas para saber quién es el asesino...i
Carlos:         ¡Asesino quisiera ser yo!
Luisa:           ¿Y por qué...?
Carlos:         iPara matarte, para retorcerte al pescuezo. . .! ¿Sabes? Has cometido un pecado imperdonable ¡Contar quién es el asesino!

En el cine.
Carlos:         Ahora te callás, que empieza la película...
Luisa:           Yo sólo espero la otra. Esta ya la vi.,.
Carlos:         ¿Y me trajiste al cine para ver una película que ya viste?
Luisa:           Bueno, quería ver el modelito que usa Claudia Cardinale en la escena del cabaret, es divino...
Carlos:         Bueno, y ahora te callas, ¿eh...? Que esta se pone interesante...
Luisa:           Mirá, Carlos, no te engañes. Lo que ella dice es mentira. El hijo que va a tener es del otro, ¿sabés?
Carlos:         ¡Callate! .
Luisa:           Es que no quiero que pases por tonto, querido. Después viene la escena del accidente, Resulta que el coche cae al agua, ¿sabes? Pero ella no estaba dentro del coche.
Carlos:         ¡Pero Luisa,..!
Luisa:           La cabeza que se ve por la ventanilla es la de la mucama, fijate bien...
Carlos:         Pero querida... ¡Ya sé que viste la película, pero yo no!
Luisa:           Y bueno, mirá... iqué tanto!
Carlos:         (Goloso) iJummmmmu,..!
Luisa:           ¿Qué dijiste?
Carlos:         ¡Nada! Shissst...
Luisa:           ¡Nada de chissst! ¡Hiciste Jummmmmmu, cuando la Claudia Cardinale se desnudaba...!
Carlos:         Y bueno.., es por admiración estética y...
Luisa:           Si te conocere yo. Te la comías con los ojos, ¡a esa gorda!
Carlos:         ¿Te querés callar...?
Luisa:           Claro, yo me callo y mi marido hace pública ostentación de su... de su...
Carlos:         ¡No lo digas..,!
Luisa:           Sí, es fea, es gorda y tiene el cuello largo. Además, se muere al final... ¡le pasa por encima un tren.,.!

En la Calle.
Luisa:           ¿Dónde vamos a cenar?
Carlos:         Donde vos quieras,
Luisa:           No, donde vos quieras.
Carlos:         Mejor donde vos quieras.
Luisa:           Llevame donde más te guste...
Carlos:         Oh.,. no, no. Resulta que cada vez que te llevo donde me gusta, a vos empieza a no gustarte al empezar a comer. Y al final, te plageás hasta mañana de que la comida es una porquería, es cara, y que yo soy un caído del catre por cenar en ese lugar...
Luisa:           Esta vez, te prometo no protestar. Vos mandas, ¿adónde vamos?
Carlos:         ¡A una parrillada!
Luisa:           Ay... la carne me pesa de noche...
Carlos:         ¿Vamos a los japoneses a comer pescado...?
Luisa:           No le quitan el olor para cocinarlo, querido...
Carlos:         Entonces... a “La Gastronómica".
Luisa:           Le ponen a todas las comidas esa salsa horrible que huele a zapato... Después me pasa tres días viendo zapatos en mis pesadillas.
Carlos:         Entonces... ¿qué te parece si vamos al "Parnaso"?
Luisa:           En ese saloncito cerrado y lleno de humo, me ahogo...
Carlos:         Entonces, querida mía, ¿adónde demonios quieres ir a cenar?
Luisa:           ¡Pero si hace rato te estoy diciendo...! Donde quieras, mi vida... ¡donde quieras...!

En la casa. Acostados,
Luisa:           Carlos... Carlitos...
Carlos:         ¿Jhe...?
Luisa:           ¿Sos feliz, amor mío...?
Carlos:         (Con falsa, satírica convicción) Siii . . . Uhhhhhh...
Luisa:           ¿No te arrepientes de haberte casado conmigo...?
Carlos:         No.,. Uhhhhhhhhhh.
Luisa:           Si fueras soltero... ¿Te volverías a casar conmigo...?
Carlos:         ¡Si, uhhhhhhhhh!
Luisa:           Ya lo sabia... pero... ¡hasta mañana, mi amor!
Carlos:         Si, uhhhhhh... ¿eh? ¡ah!... hasta mañana, querida...

T E L O N