jueves, 13 de febrero de 2014

Comentario i: Hay que juzgar con perspectiva . .

"Hay que juzgar con perspectiva”. Esta simple frase, la leímos en una novela de Víctor Hugo, en labios de un personaje pintado en la obra, con carácter contemplativo, moderador y juicioso. Ya no recordamos a qué episodio o a qué circunstancia se refería el autor, pero la frase, por una de esas razones misteriosas que tiene la mente, se nos quedó grabada. “Hay que juzgar con perspectiva”, tan pocas palabras y tan sabio contenido, sobre todo, si tenemos en cuenta que el hombre, según se dice, es hijo de sus circunstancias, pero lo que no se dice, pero es cierto, es que también muchas veces, es prisionero, y juguete, de sus circunstancias. De modo que la conducta, el gesto, la acción de un hombre, susceptible de ser juzgado y evaluado, no son un hecho aislado, responde a una serie infinita de factores condicionantes, está inmerso en las características de su época y en el clima del ambiente social, cultural, político, económico en que aquel hombre se desempeñaba. El tiempo, el espacio y el medio, entonces, contribuyen a forjar la conducta, y en función de juzgarla, con buen juicio, con equidad y con buena voluntad, no hay otro camino que considerar esos factores externos. Ejemplificando, lo que en el siglo pasado podía ser llamado un "buen padre”. porque imponía disciplina, respeto, veneración, formalidad, obediencia a su familia, hoy, en este siglo, ejercitando esa misma autoridad, sería considerado un padre tirano, un padre alienante, un padre castrador de la voluntad, el libre albedrío y la libertad de los que dependen de él. De ahí, que los historiadores, se han preocupado siempre de "juzgar a los grandes personajes con el criterio de la época en que vivieron"  y no con las normas qué con el tiempo han evolucionado, o han involucionado, según se mire las cosas. Pero no todo termina ahí, porque aun dentro del mismo tiempo, una conducta dada puede tener dos o tres calificaciones distintas, según la óptica del  juzgador, que cuando tiene estrechez de miras, o cree ser dueño de la verdad absoluta, ya está descalificado para juzgar, porque la miopía que le aflige le impide mirar el conjunto de circunstancias, y mucho menos, le impide identificar y analizar las motivaciones que llevaron al hombre juzgado, a hacer lo que hizo. Por lo tanto, aquel que pretende juzgar acciones ajenas, y es incapaz de "juzgar con perspectiva", no resulta al final sino como un vulgar entremetido cuya opinión no tiene ni siquiera el valor del papel en que está escrita.
Mario Halley Mora - MHM

sábado, 8 de febrero de 2014

Comentario i: La certidumbre de tener cáncer


Como todos los domingos, queremos recordar hoy lo que estamos dando en llamar una “Historia anodina”, es decir, nada más que un episodio en la vida de un hombre. En este caso, de un señor cuyo apellido no podemos dar, pero a quien llamaremos Eusebio, dueño de un próspero “corralón”, de materiales de construcción, casado felizmente, y padre de dos hijos varones, ya adultos, que le ayudan en el negocio. Todas las condiciones para un buen pasar y hasta para una modesta felicidad, se dan pues en la vida de don Eusebio, hombre muy trabajador, enérgico, y que solía blasonar de “que nunca estuvo enfermo”. Sin embargo, justamente por ahí, por la enfermedad,  empezó las angustias de don Eusebio. Empezó a sentir ciertas molestias a las que no dio importancia, pero aquellas se acentuaron y fue por fin al médico. Le descubrieron un principio de cáncer, el terrible mal, en estado no muy avanzado y como don Eusebio está  en buenas condiciones económicas, puede pagarse el tratamiento más adecuado para detener el mal con los medios más modernos con que cuenta la ciencia. Sin embargo, la sensación de llevar en su organismo el sello de una enfermedad mortal, le, ha producido a don Eusebio una profunda transformación sicológica. Hombre profundamente indiferente a lo religioso toda su vida, ahora se ha vuelto devotamente practicante. Concurre a la Iglesia todos los días, y sin que lo pidiera, le  acompaña su esposa, y a veces uno de sus hijos. No es nada raro que un hombre, al llegar a vivir un episodio límite, o al sufrir un “shock” como la certidumbre de tener cáncer, se acuerde de Dios, porque hasta para el indiferente, siempre llega el momento en que se convence de que Dios es  la última esperanza,  o por lo menos, el ultimo consuelo. De ahí el cambio operado en Don Eusebio, que mientras se enorgullecía de tener una “salud de hierro” no se preocupaba para nada de las cuestiones de la fe, pero ahora cuando se siente herido, y teme que la herida sea mortal, cambie así, tan fundamentalmente. No hace mucho, curiosos como somos de las motivaciones humanas, y un poco crueles, le preguntamos si su recurrencia a Dios tenia para él un valor de medicina, como la aplicación de rayos de cobalto y otros tratamientos, y que se trataba de esperar del Cielo, el milagro que la Ciencia no podía producir. Nos contestó que no. Que no negaba su esperanza de que Dios le curara, pero que lo principal de todo, era que Dios le ayudara a sobrellevar el peso de su desgracia, y, llegado el caso, a morir en paz.
Mario Halley Mora - MHM

martes, 4 de febrero de 2014

Comentario i: La hazaña de Perlita

Se alboroto todo el barrio, porque la hazaña de Perlita, llenaba de orgullo a todo el vecindario. Y tanto los viejos como los jóvenes, las chicas, los muchachos, las sirvientas y criadas (según el decir de uno, responsables de los “equipos móviles” del radio so´o del barrio) saludaron el triunfo de Perlita. Las vecinas acudieron a felicitar y a abrazar a la mamá de Perlita, el orgullo del barrio, y otras mas entusiastas, trajeron fuentes de croquetas y de pastelitos, mientras sus maridos aportaban cerveza y gaseosas y se improvisaba una fiesta, que se alegro después cuando el papá de Perlita vino llegando a casa trayendo un conjunto de músicos que desgranaron dulces guaranias y airosas polkas en homenaje a Perlita. El Presidente de la Comisión de Fomento se apersono en casa de Perlita, e improvisando un brillante discurso, anuncio que propiciaría una iniciativa para que una de las calles, de las recién empedradas del barrio, llevara el nombre de Perlita. Los jóvenes del Centro Deportivo también se asociaron trayendo un pergamino de homenaje suscrito por todos los atletas de la entidad y entregando  solemnemente a Perlita por el capitán del equipo de futbol de salón. Los Leones enviaron a Perlita un enorme jarrón de flores, y las “domadoras”  le hicieron el obsequio de un hermoso cubrecama con coloridos motivos brasileños. La mamá de Perlita no cabía en sí de orgullo, y cada vez que le dejaban hablar, afirmaba que “desde chiquita luego ella ya mostraba condiciones . . . .”. Y por su parte, el papá, que reventaba de vanidad decía que siempre pensó que su “nenita” estaba llamada a un gran destino, porque “desde chiquita . . ..”. El teléfono de la casa de Perlita no paraba de sonar, y se la veía a Perlita contestar una y otra vez, feliz y ruborosa “gracias, gracias . . .”. Estaba atendiendo una de esas llamadas cuando aparecía su mamá a quien se le saltaba los ojos y anunciaba “viene la tele, viene la tele . . .” Efectivamente allí estaban las cámaras, las luces, los periodistas, dispuestos a hacer un reportaje a aquella muchachita capaz de singular hazaña. Su mamá le arreglaba nerviosamente el cabello y el vestido, los reflectores bañaban de luz, los locutores preguntaban, y Perlita, segura de si misma, declaraba que “me siento muy feliz y honrada de haber sido elegida reina de belleza del Club 4 Mojones . . .” etc.
Mario Halley Mora - MHM

domingo, 2 de febrero de 2014

Comentario i La Gendarmería Argentina

En la historia, en la literatura, en el folclore y hasta en la leyenda, existe un personaje muy especial, arquetipo siniestro, ser humano despreciable, artero, indigno del menor respeto. Ha renunciado a todas las reglas morales, se ha vendido al mejor postor, y actúa siempre por conveniencia y oportunismo, y nunca por ideales ni por principios. Tan moralmente feo y reprochable personaje recibe el nombre genérico de “renegado”. Se ha vuelto, o revuelto, contra su raza, contra su país, contra su gente, y generalmente, su ferocidad contra los suyos es mucho más sañuda y despiadada que la de los enemigos natos. Martin Fierro cuenta en sus poemas de la despreciable alma del criollo “renegau” peor en brutalidad y saña que los mismos indios salvajes con quienes se alía. Estas consideraciones, vienen al caso al hacer una somera reflexión sobre la actitud cobarde y criminal de dos gendarmes argentinos que atrajeron a tiro de metralla a dos modestos trabajadores paraguayos, e hirieron gravemente a uno y mataron a otro. Lo del comentario sobre el “renegado” viene a cuento porque según declaraciones de la gente del lugar, uno de los asesinos, apodado “Pájaro Loco", sería un paraguayo nacionalizado argentino. Desde luego, nacionalizarse, adquirir una nueva ciudadanía, no es nada degradante. Es honorable. Lo repudiable es renunciar a una ciudadanía y, acogerse a otra para ejercitar el odio contra lo que se dejó atrás. En el caso de “Pájaro Loco”, se hizo argentino no para asumir lo mejor del hombre argentino, que es gaucho, generoso, hospitalario, sino para asumir lo peor del hombre argentino, que es petulante despreciativo, prepotente y grosero, sobre todo, cuando es ignorante y no tiene ni idea de lo que significan el uniforme con que le visten y el arma que le entregan. Lamentablemente, la Gendarmería Argentina es de amarga recordación para tantos y tantos ciudadanos paraguayos, y si existe una Institución que más ha “contribuido” a las tiranteces entre ambos pueblos, es este cuerpo armado que tiene por norma el abuso de autoridad, la burla y la prepotencia. Lamentable espíritu de unos hombres de armas que debieran ser más hidalgos, amistosos y caballerescos, pero no podrán tener esas virtudes, mientras den cabida en sus filas a renegados como “Pájaro Loco" y a otros personajes de primitivos instintos.
Mario Halley Mora - MHM