martes, 30 de abril de 2013

Personaje: SIMEON, hijo unico de mamá viuda

Para su desgracia, Simeón fue huérfano de padre desde los cinco años. Hijo único de mama viuda que no ocultaba su deseo de que le naciera una niña, y que cuando nació Simeón, acepto su mala suerte y se decidió hacer de Simeón todo un caballero, empezando por hacer de él, desde niño, un caballerito. Bien peinado siempre, nunca descalzo,  con amiguitos escogidos y nada de juegos en la calle con esa caterva  de niños que salían a jugar en la calle, rompiendo bicicletas, haciendo volar pandorgas, metiendo un ruido infernal en la vereda con sus patines y sus gritos, y jugando al futbol sobre el empedrado. El bueno de Simeón se allanaba mansamente a la dictadura materna,  miraba por la ventana el juego de  los demás, suspiraba de ganas, pero para no crearse problemas, en vez de claudicar a la tentación de la escapada, volvía adentro, a su lección de piano. La única vez  que se reveló fue cuando encontró un hermoso perrito en la calle y se lo trajo a casa con la ilusión de tener un amigo. Su madre se negó rotundamente, Simeón lloro, protesto, dijo que lo iba a tener en el patio y que no se cagaria en la alfombra, pera su mamá se mostro inconmovible. Simeón se gano una paliza, tuvo que arrodillarse una hora sobre granos de sal por desobediente y el perrito fue devuelto a la calle.
Simeón, estudioso, se recibió de bachiller, y empezó a estudiar para arquitecto. Y en el primer curso conoció a Clara,  una compañera de estudios. Le gustaba los ojos verdes de Clara, su sonrisa, su jovialidad. Pero mantuvo un tiempo el secreto. Hasta que  llegaron los exámenes y Simeón pidió permiso para estudiar por la noche en casa de un compañero. La mama dijo rotundamente que no, que no se quedaría despierta hasta la madrugada esperando a su hijo, y que el compañero viniera a estudiar acá en casa, que "yo les hare café y bocaditos“. EI compañero que vino, no era compañero, sino compañera, Clara. Que se quedo hasta la una de la mañana hasta que su hermano vino a buscarla en coche. Cuando se fue, la mama fue terminante. Su hijo no estudiaría mas con una tipa noctambula que volvía a su casa a las dos de la mañana. Simeón argumento que quien la buscaba era el hermano, y la mama respondió con aire de gran sabiduría del mundanal entorno “Eso es lo que ella dice"  El romance con Clara termino, Y la mama da Simeón tomo nota de que su hijo andaba e afanes sentimentales, y lo vigilo estrechamente. No estaba criando un hijo modelo para que  cayera en brazos de una de esas fulanas atrevidas que andaban a la pesca de inocentes
Sucesivamente, la mamá rechazo a Marcela, una programadora de computadora, porque “¿No te fijaste? Dice que tiene 18 años y tiene cara de por lo menos 25”. Y a María Gloria, porque " qué necesidad tiene de pintarse como una cortesana y cuando se lave la cara te vas a encontrar con una ordinaria de nacimiento". Y a Teresa, porque su padre estaba en la campaña y ella vivía con una tía, que según la mama averiguo, era divorciada y la "peor elección para tutora de una chica joven que quien sabe en qué pasos anda con la tía esa"
Ruth, Matilde, Luisa, fueron candidatas fugaces al amor de Simeón, que no lograron pasar el celoso filtro materno. Ruth "ha de tener sangre de judío". "Matilde tiene las encías obscuras de una mulata y dios me libre de tener un nieto motudo". "Luisa debe tener algún ascendiente loco porque no sé porque se ríe de cualquier cosa. Esa chica no toma en serio nada, mi hijo".-
Simeón fue escalando cursos y perdiendo ilusiones románticas. Ya en el cuarto curso vio rechazada a una sola chica, Rosa “porque su papa salió en el diario como evasor de divisas”. En el quinto, también su mama rechazo a selva porque “usa esos vaqueros escandalosos”. A partir de allí, los sueños de Simeón parecieron congelarse.-
Cuando por fin se recibió, su mamá le dio la gran sorpresa. Tenía para él la candidata ideal, y le presento a Celia, nieta de un ex­ vicepresidente, profesor de derecho y embajador, y ella misma, con títulos de sicóloga, máster en administración de empresas y profesora de danzas española y declamación. Todo un portento de mujer, pero para el gusto de Simeón, tenía todo demasiado, demasiada nariz, demasiada boca, demasiada alta, demasiada flaca, con su lente de miope demasiado grueso.-
Además, aunque la buena de Celia hubiera sido candidata a Miss Paraguay, Simeón tampoco se hubiera interesado.
Porque solo estaba esperando el momento oportuno para decirle a su mamá que se liberaba de una vez por todas, que viviría su vida y su juventud como a él le gustaba, y abajo la tiranía.
Y que finalmente, se iría a vivir con el querido Jorge
Mario Halley Mora - MHM

domingo, 28 de abril de 2013

Personaje: DON LIBORIO y la segunda juventud

Cuando la última de las tres hijas de don Liborio y doña Marta se caso, no sucedió lo que suele verse en el folclore teatrero, con la casa vacía, la mesa del comedor donde sobraban sillas, y un airecito de tristeza anticipando la soledad de los viejos. No sucedió así, porque don Liborio, que al perecer venia esperando su oportunidad de soltar amarras, cambió. Se tiño las canas, se compró ropa juvenil, vendió el viejo y servicial Chevrolet y se compró un poderoso Honda de color detonantemente rojo. En suma, don Liborio vio abiertas las compuertas de una segunda juventud libre ya de responsabilidades paternales. Ña Marta no quería creer las noticias que le traían virtuosas e indignadas amigas.  Que don Liborio iba hacia San Bernardino con una rubia. Que don Liborio comiendo empanadas en el Lido con una morena llena de curvas. Y hasta don Liborio bailando en un discoteca con una brasilera negra llena de dientes y minifalda pigmea.
El mazazo cayó sobre la buena de Ña Marta cuando Liborio le pidió el divorcio, dijo que todavía era joven para vivir su vida, y se casaba con una señora divorciada 30 años menor que él. ¿ Lloro, pataleo, fue a quejarse a sus hijas doña Marta?. No, no hizo nada de eso. Se limito a escribir una carta a la futura esposa de su esposo.“Mi querida señora. No le escribo para quejarme ni para reprocharle. Mi marido tiene razón. Debe vivir su vida y si Ud. le ofrece algo mejor que yo, en buena hora. No le guardo rencor, señora, y en prueba de ello quiero facilitarle la tarea de hacerlo feliz. Nuestro Liborio no es joven, sino ya va para viejo, y eso supone para Ud. algunas responsabilidades. Por ejemplo, por su colesterol, no debe comer frituras, ni pastas ni pan ni masitas por su azúcar alta y Ud. sabe lo terrible que son los hidratos de carbono. Como buena esposa Ud. debe acompañarle en su dieta de carne magra (por la urea), pescado flaco ( por las lípidos) y pollo hervido sin sal, preferentemente (por la presión). No se escandalice mucho si cuando se acuesta, aunque sea verano, se ponga una faja de indio, porque sufre de frialdad de vientre y si se enfría amanece con diarrea y malhumor. Recuérdele que tiene que hacer su radiografía del colon. Como el pobrecito tiene problemas de circulación en las piernas (creo que también varices pera él niega), debe ponerle una botella de agua caliente todas las noches en los pies de la cama. Y en cuanto a la sinusitis alérgica que sufre, es mejor que ya no use nada de frazadas de lana, sino de algodón. También debe descartar de su tocador todo lo que tenga talco, porque cuando el aspira talco estornuda como loco y entonces tiene que tener listo el aparatito inhalador cargado con Esencia de Eucaliptus, y después haga que se acueste, póngale en la nariz sus gotas de Nafazolina  y caliente sus senos nasales con Mentholatum. El muy coqueto capaz que lo niegue, pero cuando le agarra la sinusitis debe dormir con una boina de liña cubriendo bien la frente. Un baño de asiento antes de ir a la cama ayuda mucho a aliviar los síntomas. A propósito del tocador, solo soporta el jabón nacional de coco y ni le ocurra regalarle uno de esos antisudorales a bolilla que le provocan unas reacciones en el sobaco que se llena de granos y se pasa días rascándose como un mono. Use alumbre y limón. Por el bien de nuestro Liborio, simule dormir cuando él se levanta de noche por sexta o séptima vez a hacer pis, porque sucede que tiene riñones de funcionamiento nocturno, pero tenga cuidado que al levantarse se ponga las zapatillas porque si camina descalzo en el piso frio, amanece con dolores en la pantorrilla y punzadas de garganta y oído, de modo que en el botiquín Ud. debe tener listo alcohol alcanforado para friccionarle la pierna, y Azul de Metileno para aliviar sus amígdalas irritadas y taponcitos de algodón con aceite de oliva paro los oídos. Nunca le de antibióticos porque le produce ictericia, ni aspirina porque le produce acidez. Si tiene fiebre, hiérvale una horchata de semilla de sandia y dele con limón. Acostúmbrese a  ponerle las medias y atarle los cordones del zapato, porque padece de un lumbago latente y de repente queda doblado en dos durante días y con un humor insoportables, reclamando a cada momento su bolsa de agua caliente. Yo pienso que Ud., porque es mas joven y más vigorosa que yo, sabrá disciplinarlo en sus costumbres, como cuando entra al baño y usa el primer cepillo de dientes que encuentra, que generalmente es el mío, y resulta algo desagradable saberlo especialmente porque él tiene paladar postizo. Espero de todo corazón que Ud. no pase el calvario mío de encontrar su cepillo de cabello y su peine llenos de caspa de Liborio, que es muy descuidado en estas cosas pobrecito anga.
Descubrirá también Ud., mi querida señora, que Liborio ronca mucho cuando duerme. Sus ronquidos empiezan con un zumbido piano piano y termina con un estruendo de cuerdas  bronces como al final de la opera. El Crepúsculo de los Dioses. Sinceramente, nunca pude acostumbrarme a esos ronquidos, y espero que Ud. si, por la tranquilidad y la felicidad de la nueva pareja. A propósito, cuando ronca y no le deja dormir, no se le ocurra despertarlo, porque despierta de golpe y pega una patada en cualquier dirección. Yo no le desperté mas desde que me rompió una costilla. Bien, mi querida señora, como ve, he aceptado mi derrota ante una mujer más joven y linda. Es lo natural. No le deseo mal y espero sean muy felices. Atentamente. Marta."
No fue nada raro que cierto tiempo después, don Liborio anulo el juicio de divorcio, y dijo a ña Marta que lo pensó mejor, y se quedaba en casa. Ña Marta no dijo nada, pero estaba segura que  quien lo pensó mejor fue la otra.
Mario Halley Mora - MHM

sábado, 27 de abril de 2013

Personaje DON ELEUTERIO inspector de tranvías

Me enteré por Jorge Damián, que don Eleuterio era hace mucho tiempo un personaje típico de barrio, en el costado humilde, allí donde el empedrado burgués terminaba y  empezaba la "orilla". Una casita modesta, con un jardín delantero que solo era jardín porque tenía un sendero bordeado de margaritas, y haciendo sombras, unas plantas de chirimoyas, araticú guazú, que fructificaba en frutos de perfumada pulpa. Don Eleuterio era lo que se llamaba un buen vecino, un bueno y sacrificado padre de familia, compuesto por Ña Teresa, su esposa que cosía inagotablemente uniformes verde olivo para la intendencia del Ejercito, y los dos hijos, Román y Perla, estudiantes. Por su parte, don Eleuterio era Inspector de tranvías, de aquellos austeros representantes de la empresa que subían a los coches eléctricos, requerían de los boletos a los pasajeros y les hacia un agujerito con una pinza, envuelto en su correcto y limpio uniforme marrón, con blusa abotonada hasta el cuello, tipo Mao, y con sus botones correctamente prendidos. Los domingos iban a misa por la mañana, se comía un abundante “tallarín ryguazu“ al mediodía, y por la tarde, don Eleuterio iba a visitar a un ex – compañero tranviario pensionado por la Compañía, que había perdido las dos piernas en un accidente, y vivía en los arrabales arenosos de Pinoza.

- Me entere también que el hijo varón, Román, es un prospero medico en Texas, Estados Unidos, y que Perla vive en Colombia, casada con un arquitecto, y trabaja en aquel país como asistente social. Durante mucho tiempo, las paredes de la casa de don Eleuterio y Ña Teresa estaban llenas de fotos de nietos que no conocían sino por las postales.
Lo sé todo por un amigo, Jorge Damián, muchos años menor que yo, y sorprendentemente "hijo natural" algo tardío de don Eleuterio. El lector estará diciendo que en esta historia, que es real salvo los nombres y apellidos hay algo de contramano. Modesto y laborioso matrimonio proletario, de gente decente, correcta, circunspecta y respetuosa de Dios, a la que de pronto le aparece un "hijo natural“, o adulterino, en suma un bastardo, Algo que echa por tierra la imagen algo pacata y vertical del severo Inspector tranviario, de blusa abotonada. El hijo natural parece desteñirlo todo, la santidad de aquella casita, el hogar modesto y limpio, la buena mama aguantado el dolor de sus varices y cosiendo y los hijos quemándose las pestañas estudiando. Mi amigo Jorge Damián viene a ser entonces en este relato algo así como un chimpancé jugando en una cristalería.
Pero él me explica la cuestión. - Es una cuestión de velocidad  - me dice - Aquella familia se organizo para competir no solo contra la pobreza, sino contra el tiempo. Ña Teresa no se daba tregua en trabajar, ni don Eleuterio, mi padre, ni los hijos, estudiando. Con el tiempo, llegué a la conclusión que aquello, más que una familia, era una empresa para salir adelante, tirando sin pausas. El resultado es que los dos hijos, Román y Perla, se recibieron jóvenes, con buenas notas. Recibieron ofertas y becas, se fueron, y de pronto, cayó sobre la casa la pesadez del deber cumplido, y la perspectiva de que adelante ya no había mucho por hacer. Doña Teresa se conformo, pero don Eleuterio no. Libre del compromiso, perdió su compostura, descubrió el mundo de afuera que se había negado, o al que había renunciado y cambió. Salió más de la casa, se iba los domingos a jugar el "sapo" en el patio trasero del almacén, hasta que se iba la luz del día y se tenía que encender la lámpara de carburo para seguir jugando, se hizo allí amigo de unos borrachos, y empezó a tomar con moderación, pero lo suficiente como para ir soltando viejas correas y bozales de su estricta moralidad. Entonces conoció a mi madre, mucho más joven que ña Teresa. . . y de la que no tengo buen recuerdo, porque sucedió que fui concebido como accidente molesto para mi madre, que era una "embarcadiza" bastante aventurera, es decir, viajaba una vez por mes a Buenos Aires, con el vapor de la carrera, llevando cosidos a la faja para una joyería porteña joyas típicas paraguayas, orfebrería en oro y plata, ñanduti, y collares de coral. Un día, sencillamente, mi madre me envolvió en almidonados pañales, fue tranquilamente a depositarme en el regazo de la sorprendida y  desconcertada Ña Teresa, y desapareció.
Don Eleuterio, mi padre, logro capear el temporal. Confesó su desliz extramatrimonial. En la buena de ña Teresa se suscitó un gran conflicto entre sus principios morales y la bondad de corazón de una mamá buenota y compasiva. Termino por aceptarme. Y entonces, las cosas volvieron a su cauce de antes. La vida tenía sentido y misión de nuevo. Otra vez se volvía al destino de criar y crear. Y el sujeto era yo, substituto de los que se fueron, ancla para sujetarlos a una rutina que tenia cierto matiz de felicidad conformista. Cuando aprendí a decir "mama" fue para decírselo a Ña Teresa.
Los legítimos hijos de Eleuterio y Teresa - siguió contando mi amigo - se enteraron por cable de la muerte de ña Teresa primero, y de don Eleuterio dos años más tarde y enviaron condolencias y dinero para un "panteón bien lindo“ como decían. Solo yo los acompañe a la última morada, con el corazón lleno de amor y de gratitud.
En fin, amigo lector, esta es la historia sin aristas que me conto el Dr. Jorge Damián Peñalva (nombre cambiado) Presidente del Banco de . . . . . .  mientras en la calidez de su despacho con calefacción del último piso de un edificio céntrico, esperábamos que la secretaria terminara el papeleo de un crédito que estaba solicitando. Movilidad social, que le llaman, y que parece una de las pocas prendas de nuestra Sociedad.
Mario Halley Mora - MHM

Personaje. EL JUBILADO acumulando sueños



Don Doroteo se jubilo un poco tarde, pues cuando salió el Decreto ya andaba por los 65 años. Durante los treinta años que tuvo que esperar, fue acumulando sueños, ilusiones y deseos. Decía "cuando me jubile..." y la imaginación echaba a volar porque cuando se jubilara, según sus planes, haría todas las cosas agradables que por causa de su trabajo debía ir postergando. Supe que se jubiló en l992, y siempre supuse que desde entonces se había convertido en un viejo feliz, retozando sobre la realidad de todos los anhelos que había venido juntando durante tantos años. Por eso fue que cuando lo encontré en el supermercado, empujando resignadamente y con aire de aburrimiento total el carrito que su señora iba cargando después de examinar cuidadosamente cada etiqueta, me sorprendió la cara de amargado que se traía. Por discreción no le pregunté donde había ido a parar su jubilación feliz, pero como él adivino mí desconcierto, salimos a la playa de estacionamiento y me conto la historia.
- Has de recordar- me dijo - que conversábamos de lo lindo que sería tener una pequeña casa quinta, con muchos árboles frutales, un pozo y muchas gallinas sin raza cacareando y poniendo huevos en el yuyal. Pues lo tengo, exactamente como lo soñaba, con la sombra de un mango y hasta con un horno tatacua. Dios sabe el esfuerzo que me costó comprar el terreno y edificar las dos piecitas con baño y cocina. Había elegido un lugar solitario, por el silencio y la paz. Bueno, la casita esta ahí. Con el terreno, los naranjos, la lima de Persia, el araticu, el limonero y el yva puru, y desde luego, con el mango. Le puse unos muebles que sobraban en casa, y un sábado de tarde, poco tiempo después de mi jubilación, me fui con el ánimo de pasar el primer fin de semana tranquilo (mi señora se negó, a Dios gracias) en la casita de mis sueños. Hice una limpieza, silbando feliz, y algo fatigado, me acosté como a las ocho de la noche. Estaba dormido cuando el mundo se vino abajo, oí un estampido horrible, y la cama se sacudió No pude imaginar que pasaba, un terremoto, se levanté otra vez la Caballería, Saddam Hussein contraatacaba, el diploma que me dieron al jubilarme se desprendió del clavo y cayo de la pared al suelo, el bacín que previsoramente había bajo mi cama (sufro de cierta incontinencia nocturna) se deslizaba solo por el piso de ladrillos. Salí afuera a averiguar y descubrí la causa. A cien metros, sin que yo supiera, se había instalado una sub-seccional que organizaba bailes los fines de semana con una monstruosa batería de 24 altavoces todos juntos en un mueble enorme, negro y macizo como debe ser el guardarropas del diablo, y un disc-jockey verborragico hasta la locura. La puse en venta  - concluyo don Doroteo, tristemente.
Le recordé que ese no era su único sueño, y que siempre hablaba de subirse a su cochecito y conocer el país. "Turismo interno" - decía con aire patriótico. "Tengo el cochecito -  me respondió - pera mi señora no quiere que maneje hasta que aclaremos que la luz roja es para pasar y la verde para detenerse. En mis tiempos no había esos artilugios estúpidos. Se tocaba la bocina en cada esquina y ya está. Ya no salimas ni a la ciudad desde aquel día en que vi un pingüino en una acera, y le comenté a mi señora a quien se le antojaba criar pingüinos en nuestro clima. No comprendí la alarma que se dibujo en su rostro, pues se quedo callada hasta que llegamos a casa y me aclaro que el pingüino - no era pingüino, sino una monja. Crea que debo hacerme revisar la vista"
De mucho tiempo atrás, le conocía mue aficionado a la fotografía, y para cuando "me jubile.."  había instalado hasta un laboratorio en un trascuarto de su casa. Cuando se lo recordé su vieja cara dibujo el máximo de la frustración,  cuando me decía que "tengo una maquina japonesa que hace todo, enfoca, mide la distancia, calcula la luz, encuadra, toma en profundidad, hace toda solita. Pero se olvidaron de algo importante: que el fotógrafo use lentes. Si me saco los lentes, no vea un cuerno por la ventanita. Si me los pongo, la ventanita se agranda hasta parecer la puerta de una catedral. Dejé el asunto desde que quise fotografiar un árbol y me salió un pájaro en el cielo. Además, el gato de mi señora se metió en el laboratorio, encontró una taza y bebió lo que había en la taza. Lástima que era acido. Murió y quedo todo duro. Nunca he visto un gato que se embalsama solo. Regalé el laboratorio."
Se fue alejando, algo encorvado, quizás por él peso de los anhelos soñados e incumplidos, porque parece que existe cierta Ley de Murphy por la cual al jubilarse cesan todas las obligaciones menos la de aburrirse.

Mario Halley Mora - MHM

Personaje ÑA LUCIANA con un poco mas de sesenta

Ña Luciana había llegado a la edad en que debería sentirse feliz, con un poco más de sesenta años, la casita propia y el marido, don Alejandro, tres años mayor que ella, jubilado, razonablemente sano, aunque le solía doler la espalda, se le hinchaba los pies y había decidido dejar de ir a la cancha porque se fatigaba mucho y a escuchar los partidos por radio. Los hijos ya estaban casados, los visitaban de vez en cuando y la pareja no tenía de que quejarse, que en eso consiste la felicidad de la tercera edad.
Hasta que empezó la yeta. De repente todo salió mal. La jubilación de don Alejandro empezó a atrasarse y cayeron algunas penurias económicas. Un árbol caído por la tormenta hizo un agujero en el techo y hubo de pedir dinero prestado para la reparación. A Ña Rudecinda,  la cocinera  huésped (sin sueldo, por casa y comida) que vivía en la casa hacia treinta años y empezó como niñera de una de las hijas y se quedo para siempre, le tomo una diabetes galopante que se manifestó de golpe, una infección en el pie no se curaba nunca, se interno en el hospital y tuvieron que amputarla. La hinchazón de don Alejandro resulto ser un serio problema del riñón, la aguja de la máquina de coser le atravesó las uñas a ña Luciana, y uno de los hijos, el que mayor numero de prole tenia, perdió el empleo.
Ña Luciana, rezadora, en paz con Dios, con su conciencia y con su familia, empezó a alarmarse. Tanta mala suerte junta no era lógica. Para su mal, leyó un aviso en el diario, Profesora Griselda, Tarot, Cartas Astrales, Conflictos del Corazón y de Dinero. Consejera Espiritual. Sin consultar a su marido fue  a visitar a la profetisa. Sin vuelta de hoja, Griselda le dijo que una mala mujer, amante de su marido y recientemente despechada, había rociado el frente de la casa con "sangre de espíritus malignos“que se habían reproducido e invadido toda la casa. Que tenía que realizarse una "limpieza  a fondo", un “exorcismo astral“, una “expulsión con escoba mística" de los malos espíritus, y que ella le cobraría por el "trabajo" solamente un millón de guaraníes.
Ña Luciana, pobrecita, entro en un gran conflicto interior. Para empezar, no tenía el millón de guaraníes,  A renglón seguido no pudo concebir que al bueno de don Alejandro, que desde que se opero de la próstata tenia el pájaro irremediablemente arrugado como una uva pasa, anduviera de aventuras “pero por ahí nomas, capaz que el sinvergüenza . . .etc". Su sentido común le decía que rechazara los cuentos de Griselda, pero la duda se había instalado en ella. Ella estaba en paz con Dios y se sentía acorazada contra la penetración de espíritus malignos, paro  Alejandro traía una carga de pecados productos de esas "cabezuderias que yo le perdoné por la tranquilidad da mi familia"  y "si no estaba siendo cabezudo ahora, alguien le está haciendo pagar alguna porquería que le hizo antes a alguna mala mujer vengativa, ella".
Y ahora, el consternado don Alejandro ve cambiar su vida, para mal. Luciana se niega de mala manera a friccionarle la espalda con alcohol alcanforado. Abandono el cuadernito donde tenía escrupulosamente anotada al horario, la frecuencia y la dosis  de las cinco pastillas y de las diversas gotas que debe tomar su marido. Cuando se baña, ya no están preparados y modosamente doblados la camiseta y el calzoncillo limpios y tiene que ir a buscarlos en el patio, colgados del alambre de secar. Ni siquiera la buena señora protesta y le riñe cuando le pone atrevidamente sal a su comida. Lo deja hacer como si no le importara que se muera. Y eso le duele al bueno de  don Alejandro.
Lo malo es que la mala suerte sigue. La heladera hay que abrir y cerrar con un palo de escoba, porque si la toca responde con una descarga. El televisor perdió el color y se ve en la pantalla a la gente de color amarillo, como si todos tuvieran ictericia. La cloaca se tranco dos veces en quince días y uno de los nietos se cayó en la bicicleta y se  fracturo la pierna.
Ahora Ña Luciana está convencida que es víctima de perversidades pasadas y presentes del marido, y don Alejandro no sabe a que atribuir el cambio de una esposa querendona y servicial, a una gata vieja y malhumorada que le hace la vida imposible.
Mario Halley Mora - MHM