viernes, 25 de noviembre de 2022

Cuento SEÑALES

CUENTO : Señales. Ella no creía en nada, menos en señales. Su vida había sido pálida, porque su amor nunca llegó, a causa de albergar un exigente corazón. Pensaba que todo el mundo equivocado estaba, no creía en las personas, tampoco en el destino ni en el azar, no tenía religión ni a nadie a quien rezar. Si, creía en su Lolita, compañera incondicional. Caniche blanco, ya media sorda, que sólo respondía a la voz de su dueña, cuando a lo lejos la oía gritar. Un nublado viernes, Lolita siguió a la Doña, cuando a la despensa galletas iba a comprar. Cruzó elegante aquel camino, más no escuchó la bocina de la moto de Don Balbino, y mal herida a la veterinaria fue a parar. Tanto tiempo parada y preocupada, ya la Doña acalambrada, luego de una larga espera, el Doctor la hizo pasar. Lolita, sufría tratando de respirar. -La vamos a dejar acá- dijo el Doctor. -vaya a casa Doña, vaya a rezar- -está viejita su perrita, no sabemos que puede pasar- Angustiada y sola volvió caminando a su hogar. Se sentó en el mismo lugar, donde con ella miraba la luna, en una silla de mimbre, que al mecerse parecía llorar. Se sintió muy sola, a sus pies no estaba Lola. -No tengo nada que perder- se dijo. Y derramando lágrimas, recordando a su cachorra, entabló sincera y profunda charla, esperando que alguien la escuchara ahí arriba, susurrando triste por la salud de Lola, para que se recupere, para que viva. Cielo negro y oscuro, como ella sentía su alma, había mucho viento, los grillos del patio cantaban. De hombros contraídos y el pecho chiquito de angustia, pidió mil veces por ella. Cansada de llorar, llorar por Lola, y por miles de otras penas, levanta al cielo la frente, y descubre una luz, fuerte, grande y brillante, que por primera vez aparece. ¿Es una señal?-se pregunta. La Doña se aferra y se agarra fuerte a la idea. Que alguien desde lo alto, le había regalado una pizca de esperanza, y con ojitos llorosos, relaja un poquito su frente arrugada, se acuesta y descansa. Hoy la Doña está contenta. Lola volvió a la casa, por supuesto un poco más sorda, y con un nuevo andar medio chueco, por la casa alegría desborda. Y al salir las estrellas se sientan juntas, y la vieja mecedora de mimbre canta. En silencio ella agradece mirando fijo a su lucero, con ojitos cansados más nunca tan felices, ya que para las dos a cambiado el mundo entero. Este astro, descubierto por ella, en un momento de desespero y pena, no era otra cosa, que una nueva antena de la compañía telefónica, que ampliaba su área de cobertura, cruzando el camino, recientemente instalada en el pueblo vecino. Más cuando esta Señora se enteró, no le importó. Ella decidió creer, en las personas, en las señales, y todas las noches juntas, Lola y la Doña esperan su aparecer. Fin . DE JAZMIN BARRAIL MURCIA NIETA DE MARIO HALLEY MORA

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