jueves, 13 de abril de 2017

LA PALABRA Y LOS DIAS: EL CANTOR DE LAS MADRUGADAS

La noche se aleja y como dice el poeta la aurora asoma sus dedos rosados por Oriente. La madrugada ha traído alivio para el tórrido calor del día anterior, prolongado hasta más allá de la medianoche. Pero el día anticipa el horno en que el sol convertirá la ciudad. En esa hora llena de iniciales rumores de la temprana madrugada, Asunción vibra con la ronda sonora de los gallos entre la fronda de los patios suburbanos y aun en los recintos ya más estrechos de las construcciones céntricas. De cuadra a cuadra el vivaz equipo de emplumados cantores se esfuerza afinando en una competencia. “Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora”, ha dicho García Lorca.
La madrugada recuerda con la estridente saeta sonora emitida por el ave doméstica, algunas lecturas. En una de ellas, un hombre de ciencia se propuso estudiar porqué canta el gallo. En este mundo no debe sorprender que personas tan serias y sabias se ocupen de cosas así. Pero el descubrimiento del radar está muy relacionado con la observación del vuelo del murciélago. El motor de reacción es similar al sistema de propulsión de ciertos seres marinos. Estos absorben y expelen agua y así viajan. Leonardo da Vinci, genio singular, estudiaba el vuelo de las aves y trato de construir un aparato de alas móviles agitadas por un sistema de engranajes parecido al pedal de las bicicletas, entonces desconocidas.
Volviendo al investigador primeramente citado, llego a esta  conclusión: el gallo esta acondicionado por una fina sensibilidad de sus sentidos para captar ondas magnéticas emitidas por el sol desde poco antes de aparecer. Asimismo, la llegada de la luz despierta en él el instinto atávico de cantar. Sin embargo, alguien dispuesto a desmentir al sabio en su primera conclusión encendió en plena noche una linterna cerca de un gallinero y los gallos allí alojados lanzaron su canto. Pero éste en tales momentos seria desafinado y sin la gallardía de clarinada del gallo de ese buen vecino nuestro, cuando saluda al sol.
La literatura no se ha olvidado de este animalito cuya tendencia a las mieles del harén son clásicas. Una difundida creación teatral nos presenta al gallo ya entrado en años pero siempre animoso, cuya vanidosa creencia era que su canto hacia salir el sol. Pero viejo como era el emplumado caballero cierta vez se quedo dormido y cuando despertó vio el sol alto en el horizonte.
Grande fue el dolor del anciano animalito al comprobar la falsedad de su inocente creencia: el sol sabía salir, aun sin su clarinada matinal. Aquella comedia, alude, desde luego, a ciertos individuos cuya creencia es sentirse ejes del mundo. Duro y amargo es para ellos comprobar que todo marcha igual, o quizás mejor, sin su presencia.
¿Por qué cantan los gallos? La cosa seguirá interesando a nuestro hombre de ciencia aunque nos parezca una soberana inocentada. Pero es más fundamental para nosotros la persistencia feliz del viejo saludo que los gallitos cantores de la Capital, desparramados por los patios techados con la capa verde del follaje nos brindan de madrugada.
Asunción, ciudad cambiante ha perdido muchos de sus pregones típicos reemplazados por el rugido tempranero de los vehículos. Pero el pregón de los gallitos persiste, felizmente, para poner en nuestros corazones la vibración de su alegre clarinada, indicándonos el momento de avanzar en el nuevo día sobre el campo de batalla de la vida.
Gerardo Halley Mora


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