viernes, 14 de octubre de 2016

LA PALABRA Y LOS DIAS: EL ALMA DE LOS BARCOS

Un diario argentino ha publicado la crónica del viaje definitivo de un buque conocido por muchos paraguayos.
Este buque era el Washington, que hizo su último viaje al Paraguay el 20 de Abril de 1946. Había sido construido en 1906 en astilleros ingleses. Su porte era el clásico que mantuvieron los antiguos barcos de vapor hasta hace unos 50 anos, es decir, altas chimeneas y grandes ruedas laterales, como esos navíos que vemos en películas de la vida en el Mississippi, del siglo pasado.
El Washington subía y bajaba hasta y desde Asunción, en el tiempo de los llamados buques "paquetes". Cuantos paraguayos viajaron a su bordo, y cuantos recordaran todavía la buena cocina y la buena mesa de esa nave apacible y cachazuda, signo de una época que añoran los viejos. Eran compañeros del Washington otros barcos llamados General Artigas, Bruselas y General Alvear. No fueron exactamente naves gemelas, pero si hermanas, con hogares comunes, los grandes ríos Paraguay, Paraná, Uruguay y de la Plata. Al margen de que el Washington tiene su parte de historia por haber sido uno de los más familiares en nuestro puerto, había hecho también la suya propia.
En setiembre de 1936 salvo a todos los tripulantes de un buque griego que se estaba hundiendo en el Paraná. Y para dar matiz más heroico a su vida, durante la segunda guerra mundial la apacible nave que surcaba nuestro rio se aventuro en el mar, y frente a las costas de Portugal fue detenida por un gran submarino alemán. Los tiesos y severos germanos la registraron encontrando a su bordo a varios centenares de ciudadanos norteamericanos. El comandante alemán exigió que los mismos fuesen trasbordados al submarino pero el capitán del barco mercante se negó. El marino tudesco, impresionado por tanta firmeza, sonríe, saludo cortésmente y se retiro, deseando buen viaje al inofensivo buque.
Este sumo también algo de historia a nuestra ciudad, porque fue su frecuente visitante y trajo y llevo a muchos pasajeros en una época en .que viajar a Buenos Aires era el desiderátum. No como ahora, época de veloces aviones y de fáciles viajeros. Ahora bien, dirá el paciente lector: ¿A cuento de que vienen todas estas cosas? Sencillamente, consiste en la noticia de que hablamos al principio, e informaba que el anciano Washington que había sido vendido a un comerciante en chatarra y estaba anclado en la Vuelta de Rocha, junto al muelle porteño, comenzó de pronto a hundirse como si prefiriera el suicidio a su descuartizamiento. Nada pudo hacerse para evitar el naufragio del buque abandonado, con sus vacios salones y camarotes en los que otrora la vida fue bulliciosa.
Hay quienes sostienen que los buques tienen personalidad y poseen una extraña vida propia. Las historias del mar y del rio hablan de misteriosos navíos fantasmas que aparecen de pronto frente a la proa de los modernos barcos y se diluyen en las sombras de la noche. ¿Fantasías? Hay cosas inasibles para la mente humana, y el hombre prefiere, por eso, considerarlas absurdas.
Finalmente, digamos que de los 3 buques hermanos el Washington era el único sobreviviente, amarrado a un muelle porteño desde 1960, vendido por cualquier suma. De todos modos fue noticia que inducirá a una evocación de tiempos idos a muchas parejas que supieron de su luna de miel quizás en el "paquete" de entonces, o vieron llegar o partir en él a los seres queridos, o disfrutaron o sufrieron en sus salones, cabinas y cubiertas. Porque, cierto es, los barcos tienen una personalidad. Trasciende su espíritu mas allá de sus frías estructuras de metal o madera  anidan un alma y se contagian de humanidad.
Extraño sentimiento que muchas personas experimentan frente a los barcos, y que tal vez puedan explicarlo los navegantes.

Gerardo Halley Mora

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