viernes, 20 de septiembre de 2013

Comentario i: Un hombre que no le pide a la vida . .

La “historia anodina” de este domingo, corresponde a un humilde ciudadano que ya se va aproximando a los sesenta años, pero como no espera ninguna jubilación ni tiene ahorros que digamos, debe seguir trabajando para vivir. Felizmente, con su vieja señora, guapa y hogareña, solo son dos. A él, lo conocemos desde hace muchísimo tiempo, desde cuando allá por los años 40, era chofer, de una cierta "línea 14" que se caracterizaba precisamente por una "virtud” opuesta a los ómnibus modernos: se arrastraba a paso de tortuga, ocasionando las permanentes protestas del público usuario. Después, para él, pasaron los años, y ya no pudo ser chofer profesional por una evidente pérdida de la vista, consecuencia ya de la edad. Pero él no se dejo arredrar por esta desgracia. Hoy, lo solemos ver portando un gran bolsón donde lleva una serie de herramientas, caminando en busca de trabajo, y se ha formado una clientela para lo que hace de todo: corta el pasto, suelda canaleta, libera cañerías tupidas, poda rosales, quema hojas secas, limpia piscinas, pinta murallas, cambia tejas rotas en el techo, arregla veredas, lava y pule automóviles, compone canillas que gotean, limpia de malezas los patios, arregla planchas eléctricas, ventiladores, lavadoras, y la última vez, hasta le vimos instalando en el vecindario, una antena de televisión. Con tantas habilidades como las que tiene, hace de todo, y no es nada exigente en sus tarifas. Si le pagan en dinero, en buena hora, pero igual recibe un traje viejo para sí o unos vestidos para la esposa, o alimentos, o zapatos o cualquier cosa que le pueda ser útil. Por lo demás, tiene una manía, que consiste en que cuando hace la limpieza de un patio, se lleva a su casa todo lo inútil que encuentra: bombas que no funcionan, máquinas de picar carne, algunas llantas olvidadas de un auto ya vendido, cocinas que fueron substituidas. De esta manera, nos cuentan que el patio de su casa, allá, por Ysaty es un impresionante museo de cosas inútiles, incluso un viejo camión, de dónde saca ciertas utilidades vendiendo hierro por kilos o alguna rara pieza de repuesto para algún molinillo de carne. A este amasijo de hierros y de chapas, él le llama “su negocio” y se declara con cierto sentido del humor “sucesor de Cachero Pulgar", que fuera en el pasado uno de los más famosos comerciantes en hierros viejos del país. De esta manera, haciendo de todo, y haciéndolo con alegría, con conformidad, vive y trabaja este hombre que no le pide a la vida más que trabajo, pues su orgullo y su lema es “no hay nada que no sepa hacer".
Mario Halley Mora - MHM

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