miércoles, 6 de agosto de 2014

ESTAMPAS - Cazadora de Hombres

No es nada extraño que el hombre sea una pieza de caza. Es mas, en muchas novelas, filmes y cuentos, los cazadores apasionados que han probado todas las emociones de ese “deporte", enfrentarse al tigre de Bengala, al poderoso, torpe y asesino rinoceronte, a la veloz pantera, al valiente león, no deja de soñar con la presa superior a todas esas fieras, una presa que tenga inteligencia y no solo instinto, y que es capaz de volverse cazador de su propio perseguidor: el hombre.
Y allí, en ese estadio de la pasión de perseguir y de matar, el cazador entra en el territorio de la locura, de la obsesión enfermiza, y ya no  tendrá paz hasta que tenga en la mira del fusil la presa humana, y apriete el gatillo con el mismo placer con que contrae todo su cuerpo en el clímax sexual.
Al ubicuo Dr. Mengele, autor de horribles crímenes contra la humanidad, le corresponde el triste honor de ser la presa humana más codiciada del mundo. Ha cometido actos innombrables y quienes lo persiguen son la civilización, la justicia, las leyes, los jueces ante los que debe rendir cuenta de sus atrocidades.
Pero al margen de esta justa persecución, su nombre, sus actos, su condición bestial, ha detonado la locura, el complejo de “Diana Cazadora", en una mujer que ha hecho la razón de su vida el capturar la codiciada presa. La hemos mirado de cerca, y tiene en los ojos esa luz fija, fanática, de la obsesiva.  incluso se ve que ha apostado su propio juicio contra el éxito de la caza del hombre, porque en el fondo debe saber que una frustración, su derrota ante la presa que se escondió en las montañas, o entre las multitudes de las grandes ciudades, o en el refugio total de una sepultura, la llevara al delirio y a su destrucción mental, que no esté muy lejos, desde el momento que ya ha transitado dos tercios del camino hacia la camisa de fuerza: un tercio, ha perdido la paz interior, otro tercio, su raciocinio ha sido borrado por la obsesión fanática, solo falta la frustración para que su mundo interior estalle y se sumerja en las horridas sombras de la locura.
El odio que le sale por todos los poros se justifica en sí mismo por la calidad de su presa, pero se sabe que el odio controlado es motivación y pasión todavía de signo positivo, pero el odio desatado e irracional es como montar la propia razón en un potro loco. Y cuando el odio es así, no hay ni siquiera un justificable sentimiento de venganza, o un noble sentimiento de hacer justicia, sino una irrefrenable compulsión de capturar la presa, clavarle las uñas y devorar sus entrañas.
Caso típico del cazador enfermizo que se vuelve tan brutal como su presa. Lo mas triste del caso, como ya lo narro Hemingway; es que el cazador enceguecido por su obsesión, poco a poco se va identificando con su presa. Se lo va pareciendo cada vez mas, porque, explica el gran escritor, si el amor es una comunión de la ternura, el odio es una comunión de la ferocidad, une un vinculo terrible a perseguidor y perseguido, y muerto el perseguido, la sangre no se borra de las manos del cazador, ni deja de instalar para siempre en su lengua el gusto de la sangre.
Muerto Mengele la bestia, quedara en el repertorio humano Beate, su cazadora. Ambos, para sembrar escalofríos en el mundo. Así es la cosa. Y no nos debería importar, si esta señora, fanática de la saña, no de la justicia, no hubiera elegido nuestro inocente país, como coto de su alucinante cacería.
Mario Halley Mora - MHM

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