domingo, 17 de agosto de 2014

TEATRO - A media luz los tres

No hay teatro arcaico, pasado, presente, antiguo, ni futurista o moderno. Simplemente hay teatro. Bien hecho o mal hecho porque todo libro teatral, todo autor consagrado, son en sí mismos, un desafío actoral y autoral.
Un Calderón mal montado, mal actuado y peor dirigido es menos valido como fenómeno teatral que un Julio Correa bien realizado y actuado. Obras ni autores envejecen, son siempre actuales en la medida que el talento los revive. Los vigoriza y la dan contenidos actuales, y si un autor como Shakespeare sigue vigente, es sencillamente porque el genio no se agota con el tiempo y todo consiste en saber expresarlo.
Miguel Mihura, desde luego, esté lejos de Shakespeare, en el tiempo y en el genio, pero es un autor representativo de España, y si se dio a la comedia ligera, es porque en esa cuerda daba su talento. Que existe, que es real, que se ve, se palpa, se goza desde la platea, especialmente cuando le sirven con buen montaje, con buena dirección y con un desborde de talento que surge de una actriz como Pilar Civera.
De Mihura, vi en el Municipal "A media luz los tres". Y me felicité porque como miembro de la comisión interna, nos jugamos por la Compañía Hispano - Paraguaya para que abriera la temporada. Primero, porque estaba dispuesta a enfrentar la sequia teatral de marzo, segundo porque era la única compañía con obra montada y ensayada, y tercero, porque Mihura es digno de iniciar una temporada, y porque surgía una nueva compañía dispuesta a amalgamar lo paraguayo con lo español. Y no estuvimos equivocados. Hubo aplausos, hubo elogios, hubo la satisfacción del descubrimiento de una figura femenina que, de seguir aquí, va a contribuir mucho, haciendo lo que sabe, sin hacer sombra, sin competir, con humildad y con talento.
En Pablo Villamar, actor - director, también tenía fe. Porque sabía que sabía de teatro. Sin importarme que fuera fascista, anarquista nihilista o Rosacruz, que es cosa, privativa de él. Ni me impresiono qua le consideraran "antipático", “petulante" y qua le hicieran reportajes con trampa. Lo importante era qué podría hacer, y como de bien, sobre el escenario. Y lo hizo bien. Monto dignamente una obra. No hubo claques para inventarle aplausos, sino aplausos sinceros, que es al menos lo que yo oí.
Y me felicito por este resultado que obtuvo. Al vapuleo respondió con su trabajo, y su trabajo resulto bueno. Puede que la crítica diga que no, todo depende del punto de vista o del prejuicio, o de la inesperada xenofobia que agarro a algunos como un resfrío de moda. Pero en última instancia todo se reduce a la actitud de un hombre que responde con trabajo al cuestionamiento, que se debe reconocer como noble, la actitud, digo.
Un hombre de teatro puede ser argel, resistido y mal interpretado. Es cuestión de un carácter o de nuestros resquemores. Pero lo que se debe evaluar es su valía profesional, y en ese sentido, Villamar vale.
Puede aprender y enseñar, y tiene títulos para participar en este renacimiento teatral que todos queremos, que no es tarea de uno solo, ni de un grupo, ni de un sector, sino de todos, de paraguayos y extranjeros, cuya carta de presentación sea la capacidad.

Mario Halley Mora - MHM

No hay comentarios:

Publicar un comentario