viernes, 15 de agosto de 2014

ESTAMPAS: ¿Cuando los gringos tiene razón?

Resulta hasta insólito que tengamos en nuestro país un inmigrante... norteamericano. Pero nuestro interlocutor lo es. Visito el Paraguay, le gusto. Vendió una granja allá por Ohio y vino a instalarse en ltapua. Es dueño de una empresa que cuenta con maquinaria agrícola y trabaja en la prospera zona, con buenos resultados. Esta feliz, tiene hijos paraguayos y no piensa volver a su país.
Porque está entusiasmado con el nuestro. Dice que no debemos preocupamos mucho del petróleo, porque nuestro porvenir esté en la producción de alimentos, y para eso hay tierras hasta el año 2050, según dice. Y agrega en tono escandalizado: “Pero Uds. ni se dan cuenta en el paraíso en que viven.  En países del Asia la gente se mantiene con una ración de arroz al día, en África hay hambre terrible y desertificación. Y aquí en el Paraguay no sabemos dónde poner el trigo y la soja, y estamos pidiendo a gritos más silos y más transportes. Este país "sufre" de abundancia,  y están en camino de ser un inmenso granero".
Su entusiasmo es evidente y apelamos a nuestros flacos conocimientos de economía para decirle algo como que, claro, cuando entremos en la industrialización... “¡Alto ahí! — nos replica — está bien una industrialización para aprovechar toda la energía que el país dispone y va a disponer. Para fabricar fertilizantes que en cinco años más vamos a necesitar en enormes cantidades, algo de acero y alcohol combustible. Y pequeñas industrias para darle valor agregado a nuestras materias primas y exportar manufacturas, pero en el resto. .. jamás van a competir con el coloso industrial brasileño y tampoco con la Argentina, con todas sus dificultades. Dejen que ellos fabriquen sus automóviles y sus electrodomésticos, y vamos a preocuparnos nosotros los paraguayos de producir Io que más necesita el mundo: alimentos".
Me llevo mucho tiempo comprender su punto de vista, y al final me incline a darle la razón. El niño africano necesita más comer una banana que licuarla. Entonces vamos a ponernos a cultivar bananas y dejar que otros fabriquen las licuadoras . . . que posiblemente el niño africano no pueda comprar jamás. Por lo demás, ya estamos en eso. Estamos realizando un sostenido esfuerzo agrícola con buenos resultados, y no me parece que el nivel de vida haya bajado porque importamos las manufacturas que no producimos.
De hecho, miro a mí alrededor, mi heladera, mi coche, sus cubiertas, el ventilador, el televisor. son brasileros. Hay una máquina de coser, una licuadora y una cocina argentinas, mi cámara fotográfica es alemana y la de escribir norteamericana. Pero mi pan es paraguayo, y la mandioca, y la carne, y las verduras, y el aceite, las frutas y hasta el arroz con leche. ¿Salgo o no ganando? ¿Vivo mejor o peor que un hombre de mi nivel en un país industrializado como Venezuela, digamos, que importa verduras de California? No sé.
Lo cierto es que entre tanto reflexionar por culpa del gringo aquél, se me ha pasado el tiempo, miro mi reloj japonés y me voy volando a la oficina.
Mario Halley Mora - MHM (5/03/1985)

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