sábado, 14 de abril de 2012

Comentario i: El síndrome del deudor

En un banco norteamericano, el solicitante de un crédito se presenta a pedirlo. El gerente le pregunta para qué. El solicitante se lo dice, explica sus planes, muestra su estudio de mercados, exhibe los cálculos de rentabilidad. El gerente se entusiasma y el crédito sale como por un tubo. El mismo solicitante se presenta en Asunción ante un banco o una financiera. Apenas le preguntan para qué, no se interesan mucho en los planes, estudios ni factibilidades ni perspectivas de mercados, porque la cuestión central es ... " Qué garantías ofrece Ud?". Son dos filosofías distintas. Un banco norteamericano piensa que toda idea bien estructurada para ganar dinero, merece el riesgo, y que la garantía está en la factibilidad de la idea misma. Así se hizo potentado el astroso inventor de la punta metálica para los cordones de zapatos. La idea valía la pena, le dieron el préstamo, por la idea y los cordones de punta metálica cubrieron el planeta. Entre nosotros, la idea, la audacia, el rompimiento de la rutina, valen poco. Lo que vale es la garantía, la bendita garantía, es decir, la certeza de que si el negocio resulta se recupera la inversión, y si no resulta, están las "prendas" para recuperarla ... dos veces, por lo menos, o sea, que llegamos a la extraña paradoja de que para merecer un crédito, hay que demostrar que no se lo necesita. Quizás esas sean las razones por las cuales las ideas brillantes (valga el contrasentido) brillan por su ausencia, y que no hay pioneros ricos, como aquel que nos salvó de la fatigosa tarea de ensartar un cordón con punta de pelusas en el ojal del zapato. Además, nuestro sistema, que se refiere a bancos privados y financieras, provoca lo que podríamos llamar el "síndrome del deudor', un estado de ánimo caracterizado por la duda, el temor de ser acosado sin misericordia, de pagar la audacia de deber plata con el castigo de perder la casa, de quedar en la calle por una pura cuestión aritmética de vencimientos, aun cuando se demuestre que con un poco mas de tiempo, la empresa empezará a rendir ganancias. Sin embargo, no faltan algunos audaces que se sobreponen a este síndrome del deudor, y se lanzan a la aventura, y quizás triunfen, pero como la duda es corrosiva, el temor es stressante, el vencimiento terminante como un hito una fuente de agudas tensiones, el éxito vale poco y quizás se celebre sentado en un sillón de ruedas, o acostado en una cama de terapia intensiva
Mario Halley Mora – MHM

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